Si ha existido una figura que no ha dejado indiferente a nadie en el Calcio durante el último cuarto de siglo, esa ha sido la de Zdenek Zeman (1947, Praga), técnico enamorado de una Italia que le adora y le mira con recelo a partes iguales. Llegado al país transalpino a finales de los 60, el checo siempre ha remado contracorriente, ya fuese sobre el césped o fuera de él, dirigiendo en las categorías inferiores a clubes modestos o en la élite a conjuntos de relumbrón.
Tras una temporada sublime en un Pescara en el que se adivinaban fácilmente sus líneas maestras, el checo regresa a la capital italiana con el objetivo de completar una misión que comenzó hace mucho pero otros culminaron. Germinó a Lazio y Roma poco antes de que ambos lograsen sus últimos Scudettos, dándole la alternativa a dos imberbes Alessandro Nesta y Francesco Totti que con el tiempo se convirtieron en importantes símbolos representativos de ambas instituciones. Antes, tras foguearse entrenando a chavales en Palermo y pasar por varios clubes, llegó a Foggia para hacer historia de la mano de Beppe Signori y comenzar su leyenda durante el lustro mágico en el que condujo al modesto club de la Apulia.
Inconfundible por sus desbocadas alegrías ofensivas con resultados y balances escandalosos (especialmente para el contexto italiano), siempre le acusaron de escaso rigor táctico, aunque él tiene una visión diferente: “Dicen que mis equipos no pueden defender. Mentira. Lo que sí es verdad es que los jugadores que a mí me gustan prefieren atacar que defender. Creo en defender atacando”. Para los escépticos, en una de sus campañas en la Lazio fueron el conjunto menos goleado de la Serie A. Sin embargo, aquella fue una excepción, pues Zeman se caracteriza por una filosofía en la que no le importa encajar siempre que marque uno más que el rival.
Dinamismo constante, posesión de balón y velocidad de ejecución marcan unos parámetros acoplados a la perfección en su clásico e irrenunciable 4-3-3, con tres delanteros al uso que ejercen como tales ya que no los esconde como extremos ni los deja caer a banda, puesto que introduciéndolos en el área fijan a la defensa contraria, sobre la que percute también su ofensiva segunda línea. “Cuando llega el balón al área tenemos más oportunidades para marcar, es pura matemática”.
Extravagante como pocos, si bien Il Bohemo es un gran defensor de la figura del entrenador, tampoco pierde la ocasión de desmitificar a triunfadores como Capello, Mourinho y Trapattoni. “Ganan porque a mi abuelo, que en paz descanse, le ponen a entrenar a sus equipos y seguirían ganando. Con equipos así, el entrenador es irrelevante”. Genio y figura.
Pero no solo a sus colegas de profesión ha atizado. En una concentración con la Roma lanzó una bomba que sacudió el Calcio, haciéndole crecer los enemigos exponencialmente en todos los estratos del fútbol italiano. “Me gustaría que el futbol saliera de las farmacias y de las entidades financieras para seguir siendo sólo deporte y diversión”. Enemistado para siempre desde entonces con la Juventus, su médico Riccardo Agricola (que por ello llegó a pasar por prisión), Vialli y Del Piero entre otros muchos, el caso acabó en los juzgados otorgándole la razón al preparador checo ante la ‘farmacia’ que se había convertido la Vecchia Signora, en la que se probó que se administró EPO entre 1994 y 1998 a sus jugadores.
Sin embargo, pese al recelo que despierta en tierras transalpinas, su sello siempre estará vinculado al fútbol vertiginoso de sus equipos. En su última aparición en Serie A, en la temporada 2004-05 con el Lecce, finalizó en mitad de la tabla a un tanto de ser su equipo el máximo goleador, siendo también con diferencia el más goleado. En aquella ocasión cayó con estrépito (pero siempre dando espectáculo) en sus visitas a Juventus y Milan, ambas por 5-2. Pero empató 3-3 en el Olímpico ante la Lazio, cedió en casa ante Udinese por 3-4 y acabó amarrando la salvación a 4 jornadas del final con una victoria ante su público en un encuentro loco en el que goleó 5-3 a la Lazio (8 goles encajó al equipo capitalino aquella temporada) con un hat-trick del montenegrino Vucinic, que aquel año bajo el mandato del checo sumó sus mejores cifras como profesional. La retahíla de resultados es una sencilla muestra de cómo es la propuesta de Zeman. Va a muerte con la suya, independientemente de las circunstancias del juego y de cada partido.
Así, no sorprende que esta temporada lograse un brillantísimo ascenso con el Pescara, proclamándose campeones con más victorias y menos empates que nadie (también, con más derrotas que cinco de los seis primeros clasificados), sumando decenas de goles más que sus competidores y realizando exhibiciones inolvidables sustentadas principalmente en los incipientes Verrati, Insigne, Sansovini e Immobile (máximo goleador de la categoría). Tras devolver la alegría a los Delfini, asume en la Roma el que quizá sea el último gran reto de su carrera, reencontrándose con un Totti que apura sus últimos coletazos de futbolistas y un bloque que no acabó de funcionar con Luis Enrique pero que se encomienda a Zdenek Zeman para recuperar la gloria perdida, el lustro con el que el checo quiere cerrar una carrera tan llamativa como fascinante.
* Domingo Amado es periodista. En Twitter: @GarrinchaCF
– Fotos: AS Roma – Marca
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