A veces los que pedimos el cambio somos los primeros en quedarnos quietos. A veces. Aquellos que deberíamos iniciar la revuelta nos mantenemos estáticos, esperando que otros hagan un trabajo que recae sobre nosotros, dando la espalda a una erupción que solo nosotros podemos excitar. Esa es la historia del deporte femenino en este país, apartada de la carretera principal debido al machismo imperante y el escaso interés promovido, algo que para nada está relacionado con la falta de éxitos. Una historia que está empezando a cambiar paulatinamente y que va ganando peso en los medios cada día. Artículo a artículo, página a página.
Desgraciadamente, no en todos, ya que la mayoría funcionan estimulados por las ventas o contaminados por el amarillismo. Yo mismo, con más de cincuenta artículos publicados en este portal, he sido incapaz de dedicar ni siquiera uno a la modalidad femenina. Hasta hoy. Pido perdón por la demora, por el descuido y por la falta de abrigo hacia unas generación que, en unos años, ocupará las portadas de todos los diarios. Hasta aquí mi reflexión con su consecuente disculpa. Como se suele decir, más vale tarde que nunca.
En el caso del tenis español, la sombra del sexo masculino ocupa la mayor parte del retrato, comandando por varios números uno y grandes campeones de Grand Slam en diferentes épocas. Por supuesto, en el otro bando también gozamos de tardes de gloria y hazañas que dieron la vuelta al mundo, aunque en menor medida. La selección natural quiso, además, que nuestras dos máximas referentes compartieran época: Arantxa Sánchez Vicario, exnúmero uno del mundo, y Conchita Martínez, exnúmero dos. Tal fue su culminación en los años 90 que nuestra mente tomó como utopía el volver a vivir algo así. Ni algo parecido. Ahora, en 2015, tras un par de temporadas donde los números y las sensaciones acompañan, aquel recuerdo del pasado está más presente que nunca.
Miami fue testigo de que el tenis español femenino está de moda. Y está de vuelta. Carla Suárez fue la protagonista en una semana donde le tocó jugarse las castañas con rivales de la talla de Alizé Cornet, Agnieszka Radwanska, Venus Williams y Andrea Petkovic, todas dentro del top 20, una categoría de la cual se despidió este lunes para dar un paso más en su carrera: top 10. Quizá suena tan bien por el tiempo que hacía que no lo escuchábamos: una española entre las diez mejores del mundo. Uno no se cansa de leerlo. La epopeya en Crandon Park se quedó sin guinda en la final, un dulce que, con Serena Williams activa en el circuito, no está al alcance de nadie. La norteamericana mantuvo su dictadura sobre la pista de principio a fin y sumó su octavo título en Florida. La grancanaria, a su vez, dio un paso atrás cediendo su primera final en un Premier Mandatory, hecho que, bien sabe ella, no enturbia la ingente cantidad de pasos hacia delante acometidos durante toda la semana.
Este gran resultado no cae de sorpresa a nadie, simplemente fue la recompensa a muchos meses de trabajo y confianza en una idea y una propuesta sobre el campo. Ocho torneos esta temporada y solo en uno no alcanzó los cuartos de final. Cuarta jugadora con más puntos del curso. Tercera con más victorias en 2015. Esfuerzo, crecimiento y asentamiento. De momento, todavía está en la segunda fase, soñando con objetivos más preciados, sin olvidarse de sus limitaciones, pero sin dibujarse ningún techo. Mientras muchos colocaban a Muguruza, cinco años más joven, como líder de esta nueva generación de jugadores española, la alumna de Xavi Budó ha seguido escalando peldaños sin pensar cuál sería su cargo en la tripulación. Aumentando su fortaleza mental dentro de la pista y obviando alabanzas y clasificaciones externas. Aunque suene a coletilla, esta es la única manera de avanzar, partido a partido. Una lección que tanto ella como su entrenador cumplen a rajatabla.
En contraste al momento dulce de la canaria, encontramos el gris, casi negro, de la hispano-venezolana. Una lesión, una enfermedad y un par de tropiezos inexplicables han frenado el ascenso que Muguruza venía protagonizando. Ahora está asfixiada de nuevo por un calendario donde priman las grandes citas en rojo y mantiene las ausencias en pequeñas plazas, esas que te curten en la sombra para después poder brillar en la luz. Sin embargo, todos conocemos el potencial que la caraqueña guarda en su raqueta, con lo que cuatro meses de impedimentos no arruinarán lo que, sin duda, presagia una carrera prometedora como hacía tiempo no vislumbraba una de las nuestras. Pero no todo es tan bonito, siempre existe algún lunar. Codearse con las mejores y disputar últimas rondas conlleva pagar un precio al final de cada semana que obliga a recortar participaciones, siendo la Copa Federación la máxima perjudicada. ¿Falta de compromiso o de energías? Esto un tema que ya tocaremos en otro momento. Esperemos que dentro de mucho.
Lo que está claro es que se abre un nuevo horizonte entre los Nadal, Ferrer, Robredo y tantos otros que han regalado felicidad deportiva en las últimas décadas. El género femenino ha vuelto a la sala principal y presenta armas para rivalizar con quien se interponga en su camino. Carla y Garbiñe como principales escuderas; por detrás, Badosa, Sorribes o Bolsova heredando el camino que sus espejos van trabajando. Nuestra mayor baza, como en cada nueva etapa, es la ilusión. En un lustro, lo serán los resultados. Tiempo al tiempo. A partir de ahora, los fines de semana ya no serán solo cosa de hombres. Nuestras guerreras ya están aquí. Y lo mejor está por llegar.
* Fernando Murciego es periodista.
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