"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Minuto 66 del amistoso entre Italia y Alemania. Balón dividido que disputan el mediocentro del Madrid con Andrea Pirlo. La rodilla del germano hace un extraño, casi imperceptible para cualquier aficionado, pero cuando se observa que la rodilla rota de forma no natural, contrarrestado por el reflejo natural de propiocepción que envía el cerebro para mitigar el daño, demasiado tarde ya, la cara y los gestos de Khedira lo dicen todo. Lesión grave. Algo parecido sucedió con el osasunista Sisi, con idéntico final, lesión del ligamento cruzado anterior de la rodilla. La temporada se acabó. Comienza la lucha contra uno mismo.
La rodilla es similar a una articulación en bisagra, localizada donde el fémur (hueso del muslo) se une con la parte superior de la espinilla (tibia). Cuatro ligamentos principales conectan estos dos huesos:
Los dos últimos ligamentos se cruzan dentro de la rodilla formando una X, razón por la que se los denomina ligamentos cruzados.
Las rupturas del LCA pueden deberse a lesiones por algún o ningún contacto. Un golpe en un lado de la rodilla, como puede ocurrir en una entrada en el fútbol, puede ocasionar la ruptura. Hacer una parada rápida, en combinación con un cambio de dirección al estar corriendo y con el pie fijo en el suelo y girando la rodilla y aterrizando de un salto o extendiendo demasiado la articulación de la rodilla pueden causar lesión al LCA. Las lesiones del cruzado anterior frecuentemente ocurren con otras lesiones. El ejemplo clásico es cuando este se desgarra al mismo tiempo que el ligamento lateral interno y que el menisco interno (uno de los cartílagos amortiguadores de la rodilla). Este tipo de lesión es más frecuente en los futbolistas y en los esquiadores. Se denomina triada. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir una ruptura del cruzado anterior que los hombres, pero la causa de esta situación aún no se entiende completamente, aunque puede deberse a diferencias en la anatomía y funcionamiento muscular.
Los adultos generalmente se rompen su LCA en la parte media del ligamento o el ligamento se arranca literalmente del fémur. Estas lesiones no sanan por sí solas.
Los niños son más susceptibles a que se separe su LCA con un fragmento de hueso todavía adherido. Estas lesiones pueden sanar por sí solas o pueden requerir una operación para reinsertar el hueso en el sitio de donde se desprendió.
Es frecuente que el paciente note un crujido en el momento en que se produce la lesión. Por supuesto, el deportista no puede seguir jugando, ya que nota un dolor muy intenso cuando apoya el pie en el suelo e intenta caminar. Es frecuente que, además, dentro de las seis primeras horas se produzca un derrame muy importante producto del sangrado que se ha producido dentro de la rodilla y que, en la mayoría de los casos, deberá ser evacuado si su cuantía es importante.
Pasados unos días, la persona puede notar la sensación de que la rodilla se le va y que tiene mucha dificultad para doblarla o estirarla del todo.
La prueba más sensible y específica es la resonancia magnética. Mediante esta prueba no sólo se verifica la rotura del ligamento cruzado anterior, sino que además se pueden valorar las posibles lesiones asociadas como las meniscales, las del cartílago o las de otros ligamentos.
Existen situaciones en las que no es recomendable la intervención: personas mayores de 60 años, aquellas con un nivel de exigencia física mínimo, cuando la rotura del ligamento es inferior al 50 % del mismo o cuando la inestabilidad de la rodilla es mínima o inexistente. La no intervención quirúrgica implica:
En el paciente joven, la evolución natural de una ruptura de ligamentos conlleva a la inestabilidad crónica de la rodilla, provocando en el paciente la sensación de inseguridad en la misma, impidiéndole por ende la actividad deportiva y limitando muchas actividades de la vida sedentaria. Este movimiento anómalo de la rodilla a la larga provocará la rotura de los meniscos y la presencia de la artrosis correspondiente.
El resto de los pacientes debe operarse. Como no es una estructura que se pueda suturar o reanclar, el ligamento cruzado anterior se debe sustituir. Normalmente, lo que se suele realizar es la extracción de dos tendones de la cara interna de la rodilla (llamados de la pata de ganso”, que son colocados dentro de la rodilla y sujetos mediante tornillos que suelen ser reabsorbibles y desaparecen a los meses de la intervención. Se realiza mediante una intervención poco invasiva llamada artroscopia. El tiempo que debe trascurrir para intervenir la rodilla oscila entre 1 y 2 semanas. Durante este tiempo, la rodilla se “enfriará” y nos encontraremos menos inflamación.
El 90 % de los pacientes se reincorpora plenamente a la actividad previa. Romperse el cruzado no es el principio del fin.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
– Foto: Olivier Morin (AFP)
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