Liga BBVA 2014-2015 / España / Fútbol / Crónicas 2014-2015
1.- El fútbol es maestro imprevisible y a menudo pone al azar tanto de su parte que lo convierte en un homenaje al esperpento valleinclanesco. El Barça ganó en Balaídos un partido en el que hizo menos que su rival, cambió un jugador que muchos querían retirar (Xavi) y ganó uno que algunos, a los seis meses, ya quieren echar (Mathieu, otra vez él). Es justo así, démosle la razón al tópico, como se ganan las ligas: sumando puntos por los que uno ha hecho menos que Vermaelen por el propio Barça.
2.- En la distancia que va de las ocasiones a los merecimientos está el partido. El Celta hizo mucho, pero no tuvo tantas; el Barça resistió y no hizo mucho, pero pudo marcar al menos tres. Posiblemente esta sea la diferencia entre tener a Messi y Suárez o tener a Larrivey y Pablo Hernández (por ejemplo), pero en realidad es que el juego del Barça volvió a depender de Messi, en su versión centrocampista durante un buen rato, hasta que Xavi entró en escena, con el Celta ya pidiendo permiso a los pulmones, para bajar las pulsaciones al partido y dominarlo.
3.- Pero hasta Xavi, minuto 70, el partido fue otra historia. Berizzo, y esto se entiende mejor leyendo el buen libro de Román Iucht sobre Bielsa, es hijo futbolístico de Marcelo. Como todos los hijos, ninguno es tan radical como el padre. Son más pragmáticos y han bebido de más fuentes. Pero el Celta fue bielsista en muchas de las acepciones básicas: presión alta –altísima, por momentos– e individual, exhibición física para sostener la presión y anticipar, que es la única forma de evitar que el rival se pose en campo contrario.
4.- Como en casi todos los deportes, quien tiene el ritmo tiene el partido. En el fútbol, quien tiene el centro del campo domina al rival (con o sin balón), así que el Celta no dejó respirar, algo contra lo que el Barça no está habituado a luchar y menos de manera sostenida. Solo alguna pérdida en la salida y Leo Messi cambiaron el guión en la primera parte. El argentino bajó al centro del campo, cogió el balón, generó la superioridad interior y regateó. Sucedía de manera tan sencilla que por momentos parecía que el partido estaba en su pie. Y lo estaba, pero no encontró ni a Suárez ni a Neymar, al que Hugo Mallo, como Rosales (Málaga) en el Camp Nou, no concedió un segundo para que se diera la vuelta.
5.- Messi es como un superhombre, pero no en todos los partidos puede regatear a siete que van al 200 % de intensidad. El rival juega, aunque uno se acostumbre a pensar que le dejan pasar. La presión casi individual del Celta desaparecía en campo propio. Cuando Messi entró en acción como centrocampista, el plan de Berizzo cambió y se ordenó en un 4-4-1-1 en el que Krohn-Dehli y Augusto Fernández no dejaban de achicar. El Barça se aplomó, pero no generaba.
6.- De tal modo que el Celta volvió a crecer. En cuanto Messi desaparecía del centro del campo, el Celta elevaba el ritmo, recogía la presión alta y las marcas individuales y se disponía a no dejar de correr. Desde fuera, uno percibe como una sensación de agobio en las caras del Barça. De repente hay tipos de celeste por todas las partes del campo. Siempre llegan antes, siempre aparecen en el hueco. Incluso siempre rozan piel sudorosa contra piel sudorosa, con lo desagradable que debe de ser eso.
7.- El Barça no generaba superioridades porque ya no toca como si el balón quemara. Cada uno se permite dos o tres toques, y ante un equipo encendido como el Celta solo se podían hacer dos cosas: sumarse al ritmo o dormir el partido. El Barça se quedó en el camino intermedio y el Celta robaba y salía hasta que en el área contraria se apagaban las luces y se encendían las de Piqué, imperial al corte y finísimo en la lectura de las acciones, lo más difícil para un central cuando además está condenado a ir corriendo casi siempre hacia su portería o defender en la contorsión del área. Volvió a ganar puntos de los que no suman al marcador.
y 8.- La irregularidad vuelve a ser el sello de un Barça que ahora, salvo los partidos en los que se siente inferior o igual, hace jugadas, pero no juega. Su virtud es que son tan buenos (amén de otra cosa) que no necesitan ni jugar ni estar siempre conectados. De momento, siguen ganando los nombres, Messi, Piqué, Mathieu o Xavi, pero pocas veces el Barça.
* Fran Alameda es periodista.
– Foto: EFE
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