"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
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Abebe Bikila es el protagonista de uno de los momentos más recordados de la historia olímpica. Al atardecer del sábado 10 de septiembre de 1960, 69 corredores participaron en la maratón olímpica de Roma. La prueba comenzó tarde para evitar el calor. Transcurrió por los lugares históricos de Roma, entre ellos la Via Appia, y la llegada era en el Arco de Constantino. Un joven etíope entró primero en meta, consiguiendo ser el primer atleta del este de África que ganaba un título olímpico. Sistemáticamente se dice que fue el primer africano, pero la realidad nos dice que antes que él, Sudáfrica había ganado varios títulos olímpicos. La singularidad de su triunfo es que lo hizo descalzo y con más de 15 km de prueba transcurriendo por terreno adoquinado. Hasta Roma nadie había oído hablar de él, de hecho la cita italiana fue su primera competición internacional. Sin embargo, su entrenador, Onni Niskanen, había advertido con anterioridad a los periodistas del talento de su pupilo. El entrenador sueco había declarado que Bikila había corrido en 2:21:23 en una maratón previa.
En la capital italiana, además de vencer, logró batir el récord olímpico de Zatopek por más de ocho minutos y el del mundo por un segundo. Después de su victoria, un periódico italiano tituló: que Mussolini había necesitado todo un ejercito para conquistar Adís Abeba y un solo miembro de la guardia etíope había conquistado Roma. La frase hacía referencia a la invasión que el fascismo italiano hizo sobre Abisinia (actual Etiopía) en 1935, cuando Mussolini soñaba con la creación de un Imperio africano al estilo de la antigua Roma. La leyenda de Bikila se acrecentó más cuando volvió a vencer en Tokio’64. Se convirtió en el primer maratoniano que conseguía dos títulos olímpicos y volvió a batir el récord del mundo en un día en que los corredores tuvieron que soportar un 90 % de humedad.
El nombre de Bikila está escrito en letras de oro en la historia olímpica, pero lo más sorprendente es que cuando fue a Roma no era el mejor atleta etíope. Ese honor le correspondía a Wami Biratu. Casi todos los artículos y libros de historia repiten un mismo incidente. Biratu, que era el poseedor del récord de Etiopía de 5.000 y 10.000, era el seleccionado, pero jugando al fútbol se lesionó el tobillo, un accidente que cambió la historia olímpica al ser llevado Bikila en vez de Biratu. Pero hoy sabemos, gracias al trabajo de investigación de Miguel Llansó, que la historia del partido de fútbol no es cierta.
Pocos son los españoles que viven en Etiopía, y entre ellos ningún atleta, ya que casi todos los campos de entrenamiento en el este de África tienen su base en Kenia. Por ese motivo es muy complicado tener información de primera mano, por parte de españoles, de la realidad del país y menos de sus hechos históricos relacionados con el atletismo. Pero el destino ha hecho que uno de los pocos españoles que están en contacto con Etiopía sea un director de cine, productor y guionista. Su nombre es Miguel Llansó, y su constante afán de dar a conocer la realidad de una de sus grandes pasiones lo llevó a buscar a Biratu para que contara de primera mano sus experiencias, y no contento con ello lo grabó corriendo, a su avanzada edad, una carrera en Adís Abeba que homenajeaba a Bikila. A punto de ser centenario, Biratu sigue corriendo habitualmente la Great Ethiopian Run, la carrera popular más importante de Etiopía y una de las más importantes de África. Ahora podemos ver un documental elaborado por Llansó en el que se ve a Biratu participando en el homenaje a Bikila. El valor histórico de la documentación recogida por Llansó es indudable, ya que no hay testigos directos en Etiopía de esa época atlética excepto el propio Biratu.
Biratu nació en Sululta, al norte de Adís Abeba, en una zona que ha dado grandes corredores y que tiene buenas condiciones para el entrenamiento. En esta misma población está situado el Kenenisa Resort Training Camp. Empezó a correr en 1953, cuando ya pertenecía al ejercito y estaba destinado en Asmara, actual capital de Eritrea (en esos años eran países que estaban federados).
Barajar la edad exacta de Biratu se presume una temeridad en un país donde ni tan siquiera Gebreselassie conoce la suya. Mucho más complicado es saber el nacimiento de una persona medio siglo antes del nacimiento de Gebreselassie. Encontrar una partida de nacimiento en esa época en una zona rural de Etiopía es simplemente algo insólito. Las personas que vivían en el campo nacían en casas, no en hospitales. Las madres, en la mayoría de los casos, no sabían leer ni escribir, y por si fuera poco el calendario etíope es distinto al gregoriano, tiene trece meses y en la actualidad viven en el año 2006, desde el pasado 13 de septiembre.
Biratu pronto comenzó a destacar en las pruebas atléticas que había dentro del ejército. A un año vista de los JJ.OO. de Melbourne’56 ganó la prueba más importante que se disputaba en el ejercito: la Gran Carrera. El emperador etíope, Haile Selassie, tenía planeado mandar un equipo a Melbourne. Sería la primera vez que un atleta etíope compitiera en unos JJ.OO. Biratu se ganó un puesto y emocionado por la noticia pidió un permiso para ir a dar la buena nueva, y visitar de paso, a su mujer y a sus hijos, a los que hacía dos años que no veía. El permiso fue denegado y enfadó a Biratu, que desoyendo las ordenes de sus superiores se escapó corriendo del cuartel de noche. Durante varias noches visitó a su familia y regresaba corriendo a la mañana siguiente. Pero llegó la noticia de que el destacamento tenía que regresar a Asmara, lo que suponía volver a estar alejado en más de 700 km de su casa. Biratu tomó la decisión de escarparse del ejército. Esto le supuso decir adiós a los JJ. OO., ya que por razones obvias se tuvo que esconder en su casa. Etiopía llevó a Melbourne a un pequeño grupo de ciclistas y dos maratonianos. El mejor en meta fue Barshay Feleke (2:53:37).
Tras unos meses escondido se dejó caer por Adís Abeba. En una época y en un país con estructura administrativa medieval le fue fácil volver a pedir empleo sin que lo reconocieran. Entró a formar parte de la Guardia Imperial que estaba en la capital. Era un trabajo que le permitiría estar más cerca de la familia, y con su nuevo trabajo volvieron los entrenamientos, las competiciones y volvieron los triunfos.
Durante este período pasó a entrenar con Onni Niskanen. un preparador físico contratado por el emperador que tan bien retrató Ryszard Kapuscinski (el dictador, el déspota ilustrado que gobernó Etiopía durante medio siglo). Sus políticas siempre fueron autárquicas, pero en una decisión que puede parecer sorprendente decidió contratar a personal cualificado sueco para distintas tareas. Entre los contratados estaba Niskanen, que pasó a ser el preparador físico de la Guardia Imperial. Su primer trabajo fue como un monitor deportivo para los cadetes de los guardaespaldas imperiales. En 1950 fue nombrado director de educación física en el Ministerio de Educación. La única experiencia deportiva de los etíopes era jugar al fútbol descalzos, y Niskanen se percató su facilidad innata para correr. Su visión profética cambiaría la historia del fondo mundial. Etiopía inició su camino atlético en Melbourne’56 y se consagró en Roma’60. A partir de ahí hemos tenido un gran atleta por década: Bikila, Wolde, Yifer, Gebreselassie y Bekele. La única excepción a esta regla fueron los años que gobernó Mengistu en la época de la Guerra Fría. Su boicot a Los Ángeles’84 y Seúl’88 nos privó de ver a una generación entera de atletas. Afortunadamente, durante su mandato, y formando parte del ejercito etíope, sobresalió la figura del que con el tiempo se convertiría en uno de los más grandes: Haile Gebreselassie.
El trabajo de este entrenador sueco-finlandés revolucionaria el fondo mundial, y sin darse cuenta fue el primer entrenador que se benefició del entrenamiento en altura.
En 1957, Biratu ganó todas las carreras que se disputaron en el ejercito (1.500, 5.000, 10.000 y maratón), lo que le llevó a ganar su primer premio en metálico. Su fama se fue acrecentando y se convertió en el gran dominador de las pruebas que se disputaron en suelo etíope. Al año siguiente, Niskanen llevó un grupo de tres atletas a entrenar a Suecia, entre los cuales estaba Bikila pero no estaba Biratu. En sus relato de los hechos dice que se había paralizado la actividad del país por el fallecimiento del hijo de Selassie, conocido por Príncipe Makonnen, pero no explica el motivo de que Biratu no fuera a Suecia cuando era el mejor de los atletas etíopes.
En 1959, Biratu ostentaba todos los récords etíopes y llegó al grupo un incipiente atleta de nombre Abebe Bikila. Ahí comenzó la relación de profunda amistad entre ellos que duraría hasta el fallecimiento de Bikila en 1973.
Los JJ. OO. de Roma eran el objetivo principal de los atletas etíopes en 1960. Bikila progresaba de manera espectacular hasta convertirse en el segundo mejor atleta del país. Ambos fueron seleccionados para una concentración con Niskanen en Debre Zeyt, al sur de Adís Abeba. De ahí saldría el equipo que participaría en Roma. Todo hacía presuponer que el seleccionado iba ser Biratu y otro atleta. En un período de un mes, otras fuentas hablan de quince días, se corrieron dos maratones en Adís Abeba, una en el mes de julio y otra en agosto. En la primera, Bikila realizó 2 :39:50. Era una maratón en altitud, pero era una marca alejada de los 2:23 de Zatopek en Helsinki. Biratu se había ganado la selección en 5.000 y 10.000. Quedaba en disputa las plazas en maratón. En la segunda carrera venció Bikila con un tiempo de 2:21.23, registro que era dos minutos mejor que el récord olímpico de Zatopek y cuatro mejor que el registro de Mimoun en Melbourne. En un relato que parece más fantasioso que real. Biratu cuenta que dejó ganar para que Bikila pudiera ganarse la plaza olímpica. En su particular versión de los hechos comenta que se paró detrás de un árbol y que fue visto por un oficial que le recriminó su actitud. Se justificó diciendo, ante su superior, que se había parado porque estaba exhausto. Biratu ya tenía garantizada plaza olímpica en las pruebas de pista. El mérito del triunfo de Bikila en Roma se acrecenta al constatar que corrió tres maratones en menos de tres meses, dos de ellas en altitud.
El invencible Biratu fue derrotado, algo que no sucedía hacía mucho tiempo, pero seguía siendo la principal opción etíope en Roma. Las últimas pruebas parecían demostrar que Biratu era el mejor en distancias más cortas (5.000, 10.000 y cross), pero Bikila era mejor en la maratón.
Una semana antes de ir a Roma, el buyunyi, una terrible enfermedad infecciosa, afectó a Biratu y lo dejó fuera de lo que era su sueño. No hubo partido de fútbol, fue una enfermedad infecciosa lo que lo apartó de Roma.
Bikila venció en los JJ. OO. y consiguió, además del título de Tokio, otros triunfos, mayoritariamente en ruta. En aquellos tiempos no había grandes maratones comerciales y multitudinarias como tenemos ahora, pero si había maratones de prestigio como Kosice, Boston, Fukuoka u Otsu. Muchas de ellas fueron ganadas por Bikila: corrió dieciséis carreras y ganó doce. Se retiró dos veces y quedó quinto en Boston, según Niskanen como consecuencia del frío que le afectó mucho al no estar acostumbrado a las bajas temperaturas.
Wami Biratu compitió en alguna maratón y siguió corriendo, pero para Tokio el elegido fue Bikila. Había ganado las dos maratones previas que se habían disputado en Adís Abeba, la última con un tiempo de 2:16:18 en la altitud de la capital de Etiopía. Bikila acababa de labrar su leyenda. Los tiempos de esplendor de Wami Biratu se fueron ante el nuevo monarca que se consagraba nuevamente campeón olímpico en la capital japonesa. Los recortes presupuestarios hicieron que el equipo etíope que acudió a Tokio fuera exiguo y que Biratu no fuera.
Los últimos años de Bikila estuvieron marcados por la tragedia. Primero un accidente de tráfico lo postró en una silla de ruedas. Día a día se apagaba su sonrisa. El último hijo que había tenido nació con muchos problemas de salud (tenía problemas de respiración y autismo). En 1973, el niño fue empeorando su salud hasta que finalmente falleció. Bikila entró en una profunda depresión que lo llevó al hospital. Biratu lo iba a visitar a la salida del trabajo, pero su estado empeoró y un día al ir a visitarlo al hospital se enteró de su muerte. Fue una hemorragia cerebral la causante del fallecimiento. Su cuerpo no pudo soportar la pena de su alma.
Biratu se ganó la vida como pudo y malvivió muchos años con una pésima paga del estado de 200 birr al mes (al cambio actual, 7,8 euros) que no le daba ni para el sustento diario. Trabajó en una obra, pero su figura siempre fue recordada como el primer gran atleta etíope. En los homenajes a los medallistas siempre lo llaman, ya que es un símbolo del atletismo etíope. Estuvo presente, entre otros, en el de Derartu Tulu en Barcelona. Posiblemente en uno de estos homenajes conoció a Gebreselassie. En el año 1996 se cruzaron varias veces por la calle y Gebreselassie lo reconoció, Biratu le pidió ayuda y Gebreselassie respondió bajando la ventanilla de su coche y acercando 100 birr a la mano de Biratu. El destino hizo que dos de los más grandes atletas etíopes se cruzaran en la calle.
Wami Biratu nunca fue olímpico, pero era el mejor atleta etíope hasta la llegada del gran Bikila, para muchos el más grande de todos los tiempos, y con una edad cercana al centenario sigue disputando carreras como demuestra el vídeo de Llansó titulado The second best. El autor del documental define de esta manera a Biratu: “Me gusta por la forma que tiene él de narrar y porque toda esta información reformulada dice mucho de su personalidad (la tendencia a hacer de todo una leyenda; la tristeza por no haber sido él Abebe). Para un historiador entiendo que sus fabulaciones le desconcierten. Por eso la historia de Wami está siempre entre la imaginación y la realidad. Y ahí tiene su fortaleza. El punto en que la leyenda y la historia se tocan”.
* Óscar Fernández Villar.
– Fotos: Lanzadera Films
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