“Castilla – hidalgos de semblante enjuto, rudos jaques y orondos bodegueros-,
Castilla – trajinantes y arrieros de ojos inquietos, de mirar astuto-,
[…] lechuzos y rufianes, fulleros y truhanes, caciques, tahúres y logreros”.
Así describía el poeta Antonio Machado a la burguesía de España de principios del s. XX en su obra Campos de Castilla, con el propósito de pintar con palabras un retrato de costumbres, sentimentalismos, figuras y paisajes castizos del país, en una época en la que los escritores eran el eco de las palabras sordas de una población huérfana de libertad de expresión. Afortunadamente, el mundo ha evolucionado y las personas pueden/deben exteriorizar su pensar y parecer, aunque sea en balde. Un hecho cotidiano en todos los ámbitos y, cómo no, el fútbol no podía ser ajeno a su salpicadura.
“Yo he visto garras fieras en las pulidas manos; conozco grajos mélicos y líricos marranos;
El más truhán se lleva la mano al corazón y el bruto más espeso se carga de razón”.
La noche de gala de la Casa Real, la final de la Copa del Rey, de momento no tiene sede para el convite. Ni fecha. Solo invitados y presidente de honor, el Rey. En un ejercicio de imprevisión de acontecimientos, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se ve desbordada por la inexistencia de fechas acordes en el calendario para conceder a la Copa la importancia que le niega en el mes de agosto. Lo mejor, o peor, es que no es algo accidental o esporádico, sino usual. El costumbrismo en la falta de organización se ha instalado en el máximo organismo futbolístico español, dejando entrever más improvisación que dedicación. “Gran persona debió ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza”, como bien expuso el escritor y exponente del romanticismo español Mariano José Larra en su artículo Vuelva usted mañana, es la mejor representación de esta federación.
“-Nuestro español bosteza, ¿es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿Tendrá el estómago vacío? – El vacío es más bien en la cabeza”.
Continuando con el maestro Machado, parece que la ignorancia impera en las mentes de aquellos mandatarios previsores que intuyen el aplazamiento de decidir, tan solo, dónde y cuándo se va a disputar una final a partido único. Más cuando el resto del calendario está fijado, cogido con alfileres y sin respeto alguno, entre tanta fecha y carga de competiciones, de clubes y selecciones, eventos y festivales varios. Pues bien, lo de este año va camino de llevarse algún trofeo a la poca aptitud. En una temporada de nueve meses hay escasez de fechas viables en el calendario para disputar un partido que, sin saber los participantes, se presume de difícil empresa. Si a ello se le suma que estando a tiempo de tomar la decisión rehúyes tu obligación, más complicado se antoja después.
Si la decisión unánime no entra dentro de tu jurisdicción, sino que depende de los participantes y dueños de estadios candidatos para albergar dicho evento, las probabilidades de alcanzar un acuerdo se reducen y se aplazan en el tiempo. Pero además puedes encontrarte con inesperados condicionantes que disminuyan aún más las probabilidades de éxito de las negociaciones, véase el Festival de Eurovisión.
Por tanto, nos encontramos en la siguiente situación: dos equipos, cada uno con sus prioridades e intereses, que proponen dos escenarios completamente diferentes. Un equipo que prestaría su campo en caso de acuerdo mutuo entre los dos finalistas. Un problema de fechas por la coincidencia en la celebración de dos eventos denominados de interés nacional y que, por tanto, no pueden solaparse en horario. Asimismo, entra en escena el medio encargado de la difusión del partido, TVE, quien casualmente posee los derechos de emisión de ambos y ambos suponen cuantiosas cifras de share, por tanto, cumplir objetivos. De sobra es conocido que TVE tiene voz y voto a la hora de decidir.
Por último, ese mismo fin de semana también se disputa la 36º jornada de Liga BBVA, lo que supone otro agravante, ya que habría que aplazar sus respectivos encuentros a otra fecha del apretado calendario. Es lo que tiene ser campeones de Eurocopa y Mundial desde 2008 y tener que disputar la prestigiosa, para unos, e inoportuna, para otros, Copa Confederaciones. Y como la casualidad es una fuente inagotable de paradojas, la historia caprichosa quiere que este año se cumpla el centenario de la Federación Madrileña de Fútbol justo cuando dos equipos madrileños llegan a la final de la Copa del Rey, indicio añadido a la aplastante lógica de la designación de la sede.
“La envidia de la virtud hizo a Caín criminal,
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio es lo que se envidia más”.
De ahí que, visto todo el embrollo por un mero partido, posibles equipos afectados y, sobre todo, aficionados de dentro y fuera de nuestras fronteras se pregunten si este es el modelo de gestión que queremos en el deporte rey de este país. En un momento de crisis aguda, velar por la comodidad de los espectadores ha de ser primordial, pues son ellos la esencia, los que otorgan a este deporte la magnitud que hoy posee. No obstante, si se mira al resto del continente se observa un panorama bien distinto. La envidia corroe por los huesos y se piden explicaciones, pero no se dan. Están demasiado ocupados. Y responden: “Vuelva usted mañana”.
* Esteban Carrasco
– Foto: EFE
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