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por el 4 junio, 2013 • 10:42

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Dice Eric Abidal que nada es imposible y tiene razón. Cuando su doctor le dijo, después de la operación de trasplante de hígado, que podría hacer vida normal, esa vida no incluía practicar deporte al más alto nivel. Abidal le respondió que cómo iba a ser normal si su vida era el fútbol. Un año más tarde, el Camp Nou se ponía en pie para celebrar su vuelta al equipo.

Javier Zanetti debió pensar que la vida era injusta cuando tuvo que dejar Independiente de Avellaneda siendo un infantil. Era el club que amaba, la historia perfecta; el niño de barrio que lucha y se erige como símbolo de la hinchada, el verdadero conocedor de lo que significa el escudo del club. Pero la realidad era que tendría que seguir luchando y no sólo en el fútbol, también ayudando a su familia.

Javier echaba una mano a su padre (que era albañil), repartía leche en el camión y despachaba en la tienda de su primo. Todas esas tareas no le quitaban la ilusión y cuando tenía un rato libre salía a la calle y jugaba con sus amigos del Dock Sud, barrio en el sur de Buenos Aires. Lo hacía con esa fuerza inhumana, con ese talento, con ese pulmón incansable… Una mañana, mientras ayudaba a su padre, él le preguntó en qué se quería convertir, cuál era su sueño. Javier respondió que el fútbol era su pasión. Su padre le respondió que debía intentarlo hasta el final.

Con el tiempo, lo que no supieron ver en Independiente lo vieron en Talleres. Pronto su entrenador, Norberto D’Angelo, se fijó en sus cualidades y le preguntó por qué no podía ir a los entrenamientos matutinos. Javier le dijo que tenía que cumplir con el reparto de la leche. Norberto decidió hablar con su superior y consiguió que le dejara aparcar el camión de la leche en el club mientras Javier hacía el entrenamiento. Una vez finalizado, seguiría con el reparto.

A Zanetti, Talleres se le quedó pequeño en una temporada y Banfield apostó por él. Un 12 de septiembre de 1993 debutaba en Primera División jugando contra River Plate y, después de dos grandes temporadas, el Inter de Milán se lo llevaba a Italia.

Desde prácticamente el primer día ya se afianzó en el lateral del equipo nerazzurro. Su conexión con la grada y su compromiso con el club se fueron agrandando a medida que pasaban los años. Prueba de ello fue su negativa a grandes ofertas de clubes como el Real Madrid o el Manchester United. A pesar de casi diez años sin títulos (ganaron la copa de la UEFA en 1998), Zanetti se mantenía firme y soñaba con levantar la Champions con un Inter que no la ganaba desde 1965. Tuvo que esperar a los ciclos ganadores de Roberto Mancini y José Mourinho para alzarse con cinco ligas seguidas y la ansiada Copa de Europa.

Gracias a tantas temporadas de pasión, poco a poco se fue ganando el respeto y admiración de todo el mundo del fútbol. La constancia del tractor, así le llamaban en el vestuario, le llevó a ser el jugador con más partidos en la historia del Inter de Milán y de la selección argentina. También a ser el cuarto jugador con más partidos oficiales de la historia, la friolera de 1.101.

Esta hermosa historia se truncó el pasado 28 de abril cuando se rompió el tendón de Aquiles en un partido contra el Palermo. A sus 39 años de edad la mayoría de expertos y comentaristas no tardaron en declarar que sus días como futbolista llegaban a su fin. Se equivocaban. Zanetti, con la misma determinación con la que ha subido al ataque toda su vida, ya ha afirmado que este traspié es sólo un “cambio de llantas”. Volverá, y no sólo para poder despedirse en el campo, como él siempre ha querido, lo hará más fuerte para poder rescatar al Inter del gran bache por el que está pasando. Mientras tanto, sus amigos le esperan, como Francesco Totti, que ya afirmó que en el próximo partido Roma-Inter no piensa intercambiar los banderines con nadie que no sea él.

Javier se recuperará con la ilusión de siempre, seguramente pensando en ejemplos como el de Abidal, que nos ha demostrado que la fuerza de uno puede devolvernos la esperanza a los demás. Por eso te esperaremos Javier, para que sigas abriendo camino, eterno capitano.

* Lluc Güell es realizador audiovisual.


– Foto: La Gazzetta dello Sport




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