1.- Si por un instante pudiésemos borrar de nuestra memoria los últimos años de oligarquía futbolística en España, olvidarlos aunque fuera solamente por breve lapso de tiempo y cogiésemos los dos últimos partidos que ha jugado el Real Madrid, creeríamos que el tiempo no ha pasado, que la Liga de las Estrellas seguía siendo la mejor del planeta, la más competitiva y atractiva para el espectador internacional, la envidia del mundo entero y del de más allá. Pensar que el Madrid pudiese perder casi contra cualquiera no sería una afrenta a la lógica universal, sino una realidad latente y palpable. Un punto llorado en Pamplona y la victoria sobre la hora en Valencia nos recuerdan ese instante de la historia en que estábamos orgullosos de nuestra competición. Porque otra cosa quizás no, pero emocionante han sido un rato.
2.- Claro que tal reflexión es inviable porque en nuestra retina aún permanecen esas goleadas de época en Mestalla al ralentí y otras muchas, casi incontables palizas que ha endosado el Madrid o el Barça a todos los rivales posibles. Esta pasión renacida del fútbol como emoción y suspense se difuminará en breve, en cuanto Cristiano Ronaldo o Bale u otra estrella tengan el pie tonto y manden a la red todo lo que rocen, toquen o coceen. Pero, ¡ay! será hermoso mientras dure esta magia fugaz con un regusto de otro tiempo que siempre fue mejor.
3.- No con ello afirmo admirar cuando el Real Madrid sufre, sino que agradezco, como supongo que harán muchos aficionados (imparciales o no) del fútbol español, que cada fin de semana no sea un paseo blanco o azulgrana por los campos de primera. Que el encuentro en sí, sea cual fuere, tenga emoción, intriga por el resultado, competitividad entre los dos clubes que lo jueguen.
4.- A pesar de toda esta palabrería, es cierto que el Madrid ha ganado en Mestalla por quinta vez consecutiva, pero al menos ha sufrido. No es la primera en estos años, está claro, pero siempre es bienvenido que un partido grande sea disputado. Cada uno con sus armas: el Valencia se ordenó inteligentemente en defensa para ahogar la profundidad de las puntas blancas para después matar a la contra, y el Madrid llevó el peso del partido con el toque y la posesión. Esas eran las teorías preestablecidas y durante fases ambos las llevaron a la práctica bastante bien.
5.- El Madrid completó una primera media hora bastante buena en el control del juego. Modric y Xabi Alonso movilizaban a sus compañeros de ataque e interrumpían cualquier atisbo de arrancada che, robando balones en propio campo del Valencia ante la precipitación en el toque en salida de Parejo y Romeu. Una parte del planteamiento de Nico Estévez al menos estaba funcionando: el Madrid no tenía profundidad ni casi ocasiones.
6.- El entrenador valencianista, todavía con el cartel de interino, preparó un resquebrajamiento de la base que había utilizado Miroslav Djukic en los meses precedentes. Costa, Fuego, Canales, Alves, Banega, Guardado y Alcácer eran los suplentes que lo acompañaban en el banquillo. Es decir, buena parte de la columna vertebral del serbio se esfumó de repente de la alineación y, además, contra el Madrid. Mantuvo el dibujo más habitual, el 4-2-3-1, con una banda izquierda vertiginosa formada por Bernat y Piatti, mientras era Fede Cartabia el que enganchaba con Jonas.
7.- El Madrid era casi el mismo de siempre, pero con los inevitables y continuos cambios en la zaga y la baja de Bale. Y para eso estaba Di María. Qué bueno es y qué poco nos deja disfrutar él mismo de su calidad. Es un futbolista por fascículos. Un día, en un fascículo nos llega unos tristes tornillos y tuercas, y otro día tenemos el motor y las llantas del coche que queremos montar. No tiene ni por qué ser días distintos para que abramos dos sobres con contenidos muy dispares entre sí. Su jugada en el gol inicial es elasticidad y eficacia puras. Atrae dos rivales, los engaña y se va entre ellos para soltar un latigazo imparable. Un señor golazo. Pero a partir de ahí, tuercas y tornillos.
8.- Este año, los minutos molto longo se le están haciendo al Madrid fuera del Bernabéu. El porqué es desconocido. La presión por ganar es la misma que en Chamartín, pero no así la intensidad por lograrlo. Influye, como es evidente, la motivación extra del rival que recibe al Madrid en su casa con ganas de reivindicarse. Tal actitud no debería perturbar, teóricamente, a un equipo con la capacidad de creación como la madridista, que ha demostrado y varias veces ya sobre todo en Madrid. Pero así sucede.
9.- Pasó en Pamplona. La primera acción de ataque de Osasuna acabó en el primer gol de Oriol Riera. Hoy el Valencia estaba agazapado y no podía cruzar su propio campo. Pero una arrancada de Bernat, el mejor che, devolvió la moneda a Di María y puso un centro preciso al área para que Piatti (sí, Piatti) le ganara un remate de cabeza a Sergio Ramos. Dos errores en la marca del capitán del Madrid costaron los dos goles, recordando a viejos fantasmas del balón parado. Eso sí, el remate de Mathieu no deja de ser magnífico.
10.- Antes del gol del francés, todavía en el primer tiempo, Cristiano había marcado también de cabeza y en fuera de juego el 1-2, que hacía justicia a una primera parte dominada por el Madrid. Después, Isco se terminó de apagar, Benzema se aisló cual ermitaño y Cristiano no daba pie con bola. Por ahí en medio aparecía Di María para colgar al área lo que le llegase. Mientras, el Valencia se crecía con Bernat convertido en el murciélago del escudo, colándose por las rendijas de la banda derecha madridista y creando muchísimo peligro. Canales entró para organizar la nueva situación y Mathieu marcó.
y 11.- Tardó en reaccionar Ancelotti al gol valencianista, pero la jugada al final le salió redonda, porque Jesé se está especializando en marcar en campos grandes, como ya hiciera en vano en el Camp Nou. Esta vez, colaboración indispensable de Guaita incluida, su segundo gol en primera sirvió para dar la victoria a un Madrid perdido en el segundo tiempo, con Modric multiplicándose todo lo que podía para robar y organizar. El triunfo fue blanco y la liga sigue siendo, gracias al Atleti, cosa de tres, pero al menos el partido tuvo un viejo aroma a la Liga de las Estrellas.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: Juan Carlos Cárdenas (EFE)
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