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Vida tras el Siglo de Oro

por el 5 septiembre, 2014 • 12:06

 

1.- Piensen en una España imperial. Repasen la confluencia de genios en la alineación: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Calderón de la Barca, Diego Velazquez, Murillo, Zurbarán… Por haber, había hasta nacionalizados como El Greco. Aquello fue el mayor esplendor cultural que ha vivido este pedazo de tierra, y no se repetirá jamás. El Siglo de Oro agonizaba cuando Diego Alatriste, valeroso soldado al servicio de su majestad, llegó a España tras combatir en la Guerra de Flandes, la guerra que ese imperio perdió ante un enemigo menor con fama de pacífico, los actuales Países Bajos. Allí comenzó el derrumbe y el Capitán Alatriste regresó a su país para descubrir horrorizado que nada volvería a ser como antes.

2.- No tuvo que ser fácil vivir aquella etapa de transición. El ocaso de un tiempo feliz. La nostalgia de sentirse un referente. El recuerdo de esos días de honor y gloria perdidos. Parte de ese aroma destiló el Francia-España de Saint-Denis. Una batalla amistosa que dejó un puñado de enseñanzas, alivió conciencias y señaló el camino a seguir, arduo y pedregoso, sin duda, por venir de donde venimos. Tal vez no será el más rápido, quién sabe si el más efectivo, pero es el único que nos ha hecho grandes. Y el simple hecho de persistir en la idea, de equivocarse y volver a intentarlo, de equivocarse mejor, ya es toda una muestra de carácter y personalidad en tiempos tibios como los nuestros.

3.- Calmó Del Bosque a los que reclaman una revolución en el equipo nacional a base de nombres nuevos, desde la portería hasta la delantera. Debutaron todos los recién llegados (menos Casilla), pero pronto comprendimos que la receta era la misma. Busquets y Koke en la salida de balón para buscar a un Cesc entre líneas que acelerara el balón. En el centrocampista de Arenys encontramos una de las grandes noticias de la noche. Capital y exhuberante, omnipresente y en gran estado de forma, Fábregas recordó al capitán del Arsenal que fue. De su conexión con Diego Costa debería retroalimentarse la selección, aunque al hispano-brasileño le cueste entender todavía el lenguaje del equipo nacional.

4.- Quizá por ello, para reinventarnos o simplemente agradar a los nuevos, abusamos del balón largo. Lo hizo Ramos para abrir nuevas vías de ataque en la primera mitad, pero le siguieron muchos otros, ante la organizada presión francesa, que mordía en cada balón que los medios recibían de espalda. Ahí Pogba y Matuidi emergían para ganar la batalla del centro del campo y buscar el otro vértice del triángulo, Mathieu Valbuena, D’Artagnan en tiempos de espadachines. Él era el encargado de conectar con Benzema y Griezmann para en tres toques plantarse en el área de De Gea y sembrar el terror en una retaguardia española que se fue asentando con el paso de los minutos. Francia, además, incorporaba a los laterales para crear superioridad en las banda. Ganaba así profundidad por fuera para sumar hombres por dentro mientras obligaba a nuestros mediapuntas, Cazorla y Raúl García, a cerrar los huecos para dibujar un 4-5-1.

5.- Con el paso de los minutos, España logró contener el arreón y con largas tandas de pases se hizo con el control de la pelota. La fórmula para distraer al rival con pases seguros han calado hasta el tuétano en unos jugadores que decidieron avanzar con pasos cortos pero firmes. Ese fue el punto de inflexión. Abandonar la salida de balón a través de los balonazos a Diego Costa y Raúl García para encontrar la superioridad en la banda derecha, partiendo desde Carvajal. Entonces, solo un resbalón, una indecisión o un colmillo más retorcido impidió celebrar un gol en Saint-Denis. Veáse la cabalgada de Cesc que cortó en última instancia Evra o las balas de fogueo desperdiciadas por Benzema.

6.- Francia redobló su apuesta tras el paso por los vestuarios. Fue una demostración clara de lo que es un equipo más hecho, con unos conceptos asentados, sin excesivas florituras, pero con un plan claro. Ellos, que son expertos en revoluciones, nos llevan un par de años de ventaja, el tiempo que llevan preparando el asalto a la Euro’16. Alentados por un público entregado arrinconaron a España en su área en el inicio de la segunda parte con varios córneres que sembraron el terror en la zaga española. A continuación llegó el gol mal anulado a Benzema; para entonces Busquets había dejado su sitio a Iturraspe y el centrocampista no daba abasto ante las oleadas bleus. Cesc ya no dominaba la pelota y las ayudas defensivas de interiores y mediapuntas brillaban por su ausencia. La pelota corría en pies franceses y duraba poco en los de los españoles.

7.- El gol terminó siendo la secuencia lógica del cambio de escenario. Se aprovechó Francia de que España se había quedado con uno menos tras una aparatosa caída de Cazorla para poner en juego un balón desde la banda. La jugada aunó lo mejor del fútbol vertical que busca Deschamps para su equipo. Tres toques y pase atrás para la llegada de Remy, recién ingresado en el terreno de juego. Un gol cocinado por Benzema y Valbuena, en espacios reducidos, in crescendo, con pases que mejoraban hasta acabar en la red. La dejada final del ‘8’, ese pequeño Napoleón con botas, el hombre que ha dado cinco de las últimas seis asistencias de gol en Saint-Denis, es para verla una y otra vez. Francia por fin encontraba premio a su insistencia.

8.- Tras el gol volvimos a ver imágenes familiares y recientes. Rostros abatidos, cabezas gachas, miradas perdidas. Y sin embargo, en el carrusel de cambios las piezas terminaron colocándose tras la salida de Isco. Entre él y Silva fabricaron con cuentagotas las mejores ocasiones de España. En ese embudo central en que se convirtió el ataque español el grancanario y el malagueño encontraron resquicios por los que colarse. Silva se acostó a la espalda de Cabaye para recibir entre líneas. Por el costado izquierdo aparecía Isco para fabricar paredes y romper en vertical la poblada defensa gala.

9.- Ni siquiera ellos consiguieron desactivar una estadística que señala el principal problema de España en Saint-Denis: ni un solo disparo a puerta entre los tres palos en toda la noche. Mal endémico que comenzó a padecerse cuando los recortes alcanzaron también a la pólvora de nuestros delanteros. Así es muy difícil mantener un imperio. Lo sabe Del Bosque, que prometió más armamento ofensivo para el próximo encuentro, batalla, esta sí, con fuego real, ante Macedonia para comenzar la clasificación de la próxima Eurocopa. Habló también de arroparse entre todos, de jugar juntos para avanzar seguros con la pelota y de entender a Diego Costa con el objetivo de exprimir su juego. Algo que parece una ecuación de resolución difícil.

y 10.- Son momentos para la reflexión. Tiempo de probaturas. De dar espacio a la paciencia. La nueva España que se avecina mejoró el interés y abandonó la desidia tan propia y tan cercana de quien se sabe imperial. Y eso ya es un primer paso. Sigue también acarreando vicios del pasado: la posesión del balón sin profundidad, poca amplitud por las bandas, escasos desmarques de ruptura… y a pesar de todo hay motivos para seguir creyendo en esta idea, por lo que hay y por lo que viene. Quizá sea ahora cuando entendamos realmente lo que significa ganar. Bien lo sabe Francia después de ocho años agachando las orejas con sus vecinos del sur. No nos vencían desde aquellos octavos de final del Mundial 2006, cuando ni siquiera éramos una potencia a nivel de selecciones. De ahí venimos. Como escribió Nicanor Parra, poeta, matemático y físico chileno, que hoy cumple 100 años: “El error consistió en creer que la tierra era nuestra, cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra”. Ahora, ya humanizados, afrontemos la vida tras el Siglo de Oro.

– Francia-España (Partido amistoso). 4-septiembre-2014. Stade de France. 1-0 (Remy)

* Emmanuel Ramiro es periodista.




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