De manera gradual pero imparable, los equipos de fútbol van cerrando sus puertas al periodismo. Empezó en Inglaterra e Italia, llegó a España y la medida parece irreversible. Entrenadores y futbolistas buscan y desean prepararse en la soledad de la puerta cerrada, en tanto el periodista quiere y necesita puertas abiertas para conocer, saber y transmitir. Es una ecuación imposible de cuadrar en estos tiempos, tan alejados de aquellos en que podías entrar sin pedir permiso en el vestuario de los futbolistas del Barça, viajar con ellos en el autobús del equipo por más mal carácter que aparentara Rinus Michels y charlar con Johan Cruyff durante horas. Pero desde aquellas viejas épocas han ocurrido tantas cosas y el mundo se ha transformado tanto que sería un ejercicio condenado a la melancolía pretender que todo volviese a ser así.
La actual situación de blindaje que protagonizan Barça y Real Madrid (con matices bastante distintos en cada caso) la entiendo perjudicial para los medios de comunicación. Como periodista querría una política de puertas abiertas en la que se pudiera entrevistar libremente a los futbolistas, asistir a los entrenamientos y, en definitiva, conocer y averiguar cuanto ocurre en el proceso de preparación. La situación que viven los periodistas que se acercan a unos entrenamientos que se desarrollan a puerta cerrada y sin acceso a los protagonistas es todo menos agradable y halagüeña. En el otro bando, como exdeportista comprendo perfectamente el cierre de las compuertas. Un deportista de alto nivel necesita silencio y tranquilidad para desarrollar correctamente su potencial y también para alejarse del frenesí y el griterío en que se ha convertido el entorno del fútbol. Por todo ello digo que esta es una ecuación de imposible resolución.
Al nuevo Barça de Tito Vilanova se le planteará también este reto (y otros muchos) en cuanto inicie su camino. Guardiola lo gestionó con bastante acierto, pese a que resulta inviable acertar en todo cuando se sabe que la ecuación no cuadrará por más esfuerzos que hagas. Tuvo en Manel Estiarte a la bisagra fundamental para intentar que intereses tan opuestos alcanzaran una mínima confluencia. Estiarte se despide hoy del Barça saliendo muy airoso de su imposible desafío. Hacía falta mucho conocimiento de lo que es la alta competición deportiva para superar un reto así y poca gente hizo mejor su trabajo que un atleta seis veces olímpico que se dedicó a proteger a futbolistas que lo han ganado todo desde un vestuario cerrado a cal y canto. El resultado de su labor es que los jugadores de Guardiola le están muy agradecidos por ejercer de bisagra y ese es el mejor elogio que puede recibir un campeón que supo estar siempre en segundo plano.
– Foto: EFE
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