1.- El vértigo a tiempo completo tiene sus pros y contras. El Chelsea lo padeció y disfrutó hoy en sus carnes. Tuvo las ocasiones, las desperdició, sufrió el acoso rival y, al borde del abismo, se irguió como vencedor de un duelo donde el Benfica puso el fútbol con más o menos dosis de claridad y el Chelsea, el físico y la locura.
2.- Este Chelsea, el actual, es ese equipo en permanente tensión, en constante ritmo en búsqueda de la portería contraria. Solo hay lugar para el vértigo, en numerosas ocasiones traducido en imprecisiones. El afán de golpear al púgil rival. Sin tapujos ni rodeos. Situación favorecida por la efervescencia de sus hombres: Kalou, Ramires y Torres, etéreo como referencia, pero próspero en el espacio. Sin momento para dialogar. Con el bendito defecto de Mata, un tipo tranquilo que posee la velocidad en el cerebro para explotar con precisión de cirujano las virtudes de sus compañeros.
3.- Tras los primeros minutos de alternativas en posesión, dominó Benfica. Sus argumentos para el fútbol de posición son sólidos. Movimientos con balón automatizados en torno a la figura del inquieto Aimar. Con Bruno César y Gaitán en situación perenne de hambre de balón y con los laterales ensanchado y alargando todo el terreno. Y Cardozo como referente. Referente hastiado en toda la eliminatoria por la insistente brega con Terry y Luiz.
4.- Di Matteo mandó desde inició a Ramires a la izquierda (habitualmente se ubica en el sector derecho, sea en 4-3-3 o en 4-2-3-1). Así, evitó el habitual progreso y superioridad de la pareja que forman Bruno César y Maxi Pereira. Maniobra inteligente que provocó un dos contra dos con superioridad blue y permitió a Cole incorporarse al ataque. En una de estas subidas al ataque del lateral nace el penalti que daría con el 1-0.
5.- Las águilas volcaron el campo hacia la izquierda donde Gaitán, Capdevila y Aimar (con plena libertad) generaban superioridades, que no ventajas, corpóreas. No se convertían en ventajas por la espléndida labor de Obi Mikel como hombre escoba, ubicado siempre en el lugar oportuno, y un buen David Luiz (de menos a más), amén del siempre cumplidor Ivanovic. El Chelsea fue orden y despliegue y la eliminatoria se presentó de cara con la expulsión de Maxi.
6.- La salida del lateral del campo mandó a Witsel a la posición de Pereira y, de manera sucesiva, a Ramires a su ubicación más natural: la derecha. El Benfica quiso, lo intentó y combinó transiciones y posesión. Todo a partir de un gran Aimar que gusta y amenaza, pero no intimida.
7.- A medida que se sucedían los minutos, los de Jorge Jesus parecían desmoronarse pagando el alto precio de la inferioridad. El Chelsea comprobó el sabor de la victoria, llevó las ocasiones con Mata como nexo y extraño entre tanta velocidad, pero no fulminó. Torres y Kalou relamieron la gloria de la semifinal, pero no la cataron hasta el final.
8.- La ansiedad palpable, el miedo a ganar. El Chelsea fue un flan. Cahill sustituyó mediado el segundo tiempo a Terry, quizás ligeramente tocado. Intercambió lugar en la zaga con David Luiz y entre ambos fueron capaces de exasperar a Stamford Bridge. Se podía palpar una autopercepción de carencia de recursos para convertir el deseo en realidad. Tales fueron los errores que el Benfica creció con el argumento extrafutbolístico que es el corazón. Y llegó a cortar el aire con el 1-1. De nuevo, tras otro error de coordinación a la salida de un córner entre la defensa blue.
y 9.- Decía Dante Panzeri en su obra «Fútbol, dinámica de lo impensado» que si todos sabemos lo que va a pasar es que no va a pasar nada. El partido de hoy fue una exaltación a lo insospechado. Puro fútbol: ocasiones marradas, temor a la victoria, resurreción del muerto… Un regalo para el ojo del aficionado.
– Foto: Chelsea FC
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