Vender a Navas o el final de una era

por CARLOS ZUMER el 29 mayo, 2013 • 18:31

Analizar la situación del Sevilla F. C. es tarea complicada. Fundamentalmente, porque no es fácil poner en sentido a un equipo y un club que en los últimos años se ha movido de manera tan dispar, ofreciendo un rendimiento anormalmente alto o anormalmente bajo. Partiendo de esta base resbaladiza, surge un hecho notable, de tintes crepusculares: la previsible venta de Jesús Navas este verano, baluarte sevillista durante toda una época. Su marcha es sintomática de un declive institucional evidente.

La máxima del Sevilla de Del Nido y Monchi pasaba por lo que podemos llamar la competitividad nómada. Manteniendo una base estable de jugadores, la idea era juntar a un equipo ganador fichando barato y vendiendo caro, es decir, alterando el plantel cada verano pero sin desmantelar al grupo principal ni dejar de ser competitivos. Es decir, el equipo se movía, pero siempre suavemente y con un sentido claro. La idea se sostenía en dos máximas innegociables. La primera, que la secretaría técnica acertara con los futbolistas que traía, labor complicada cuando tus caladeros son modestos y los jugadores ofrecen a priori un contraste limitado; y la segunda, reverso de la primera, que el equipo rindiera y que lo hiciera con regularidad suficiente, aunque la plantilla no contara con grandes estrellas y ésta fuera retocada cada verano, en algunas ocasiones perdiendo incluso a sus mejores jugadores. Dados estos dos principios, el resultado ideal es un club aventajado en su parcela financiera y con una trayectoria deportiva notable, que puede permitirse alegrías. En definitiva, un club vendedor de toda la vida pero con claro énfasis de ambición y rendimiento. En efecto, el Sevilla F. C. consiguió parecerse bastante a este modelo de club durante algún tiempo.

Sin embargo, es evidente que si alguno de estos dos principios falla, la solvencia económica y la deportiva entran en irremediable peligro. La situación actual camina claramente en esta dirección.

Las dos temporadas de Juande Ramos en Nervión fueron extraordinarias, como todo el mundo recuerda. De hecho, dos Copas de la UEFA, una Supercopa de España, una de Europa y una Copa del Rey se antojan, que nadie se enfade, logros incluso anómalos, por encima del mejor análisis o pronóstico. Sin duda fue un periplo de ensueño para el sevillismo, donde todos los factores se alinearon favorablemente para hacer lucir un trabajo brillante. Pero el técnico manchego se marchó por la puerta falsa entre brumas de transición y desgracia. Y aún Manolo Jiménez lograría apuntalar el rendimiento del equipo en niveles realmente meritorios, pero en los años inmediatos la nave se fue escorando lentamente –con bastante cambios de entrenador– hasta encallar en un extraño terreno de nadie. Los fichajes no funcionaban del todo, algunos en absoluto. Las ventas menguaron notablemente. El rendimiento del equipo se resintió, por supuesto. Y el peso del relato reciente añadía sufrimiento al entorno sevillista, confuso en sus sentimientos y expectativas.

En suma, el Sevilla ha venido transitando entre el paraíso (2005-2007), el limbo (2007-2010; aún con notables destellos y una Copa del Rey) y el purgatorio (2010 hasta la actualidad).

Hasta hace poco José María del Nido se permitía la holgura de negar la necesidad económica del club que preside. Ya no es así. El reciente canje de Diego López y la cesión de Spahic, por ejemplo, ilustran a las claras un estado de apuro evidente. Y en Sevilla todo el mundo sabe que el señor Benavente está loco por vender y que ya no tiene sentido enrocarse en lo contrario. Por si fuera poco, la previsible salida del niño bonito de la casa, Jesús Navas, rubrica esta realidad. Palop también se marcha este verano, pero es Navas quien representa por derecho la figura del último gran superviviente de aquel Sevilla súper ganador. Junto a Negredo, Jesusito tiene la llave que abre el cofre del dinero, que es justo lo que necesita su club. Harán falta ingresos extraordinarios no sólo para apuntalar las maltrechas cuentas, sino también para financiar la necesaria reestructuración del plantel. Se persigue hacer borrón y cuenta nueva y vender a los puntales más valiosos en pos de esta catarsis contable.

En fin, se marchará Navas con nostalgia de azahar, como feliz sacrificio para permitir la renovación requerida. Por distintas circunstancias no se vendió antes. Y podría no hacerse ahora, renovar el proyecto deportivo actual conservando las joyas de la abuela, pero el balance financiero manda y tiene sentido que así sea. El método de la competitividad nómada parece necesitar un reseteo en su corazón fundamental: la bolsa y el campo. Se espera que el mercado disponga los medios. Y un dato para terminar. Si el Sevilla no vence este fin de semana al Valencia en el Sánchez Pizjuán, quedará por debajo de los 50 puntos y firmará su peor campaña liguera en trece años.

* Carlos Zumer es periodista.

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– Foto: EFE