Bundesliga / Fútbol / Alemania
Jugar con la utopía no es un entretenimiento peligroso. Es un ¿qué sería si…? al que alguno le gustaría aferrarse como a un clavo ardiendo. Es ese punto de imaginación que esboza una sonrisa o facilita la nostalgia. Una traición a la realidad que en el fútbol no pasa para nada desapercibida, y ahora mucho más en Leverkusen.
Actualmente el Bayer vive en una montaña rusa que se encuentra cegada por la incertidumbre que muestra el proyecto. Existe una idea, pero los resultados tan pronto aparecen como se desvanecen. No hay una consistencia que invite a competir, y menos con un Bayern Múnich intratable. La defensa aspirina se encuentra señalada y, por consiguiente, de paso se mira a la delantera para que al menos ensombrezca la pésima labor de la zaga. La medular tampoco pasa desapercibida, pero desde esa facción del campo nos atrevemos a hacer ejercicio de memoria y a valorar una visión imaginaria que, perfectamente, podría haber sido una realidad. A Rolfes, Reinartz, Bender o Gonzalo Castro les temblarían las canillas de pensarlo.
Corría la temporada 2009/2010 y Jupp Heynckes llegaba a Leverkusen con el afán de comenzar un proyecto. Tenía un equipo compensado aunque bastante veterano, por lo que la renovación en el sistema tenía que ser evidente. Por aquel entonces, René Adler todavía no era considerado como uno de los mejores porteros de Alemania ni Stefan Kiessling un delantero jerárquico para los aspirinos en la posición del nueve. En el centro del campo apostaría por un doble pivote con dos jugadores acompañando en los costados, aunque con cierta tendencia a asociarse por el centro. El dúo en la medular lo formaban Reinartz y Arturo Vidal, mientras que en los costados Tranquillo Barnetta y un jovencísimo Toni Kroos, que ya había estado la mitad de la temporada anterior en calidad de cedido por el Bayern.
Resulta hermoso pensar que dos de los centrocampistas más deseados actualmente en Europa coincidieran en algún momento en un equipo que para nada se puede comparar a lo que era antaño o tampoco a los clubes que actualmente pretenden guardar con un firme cerrojo cualquier posibilidad de contratar a sus estrellas. Arturo Vidal era el jugador que se descolgaba, que hacía fluir el juego y que mordía en el campo como buen jugador chileno que es. Toni Kroos, con más intensidad que pausa en aquella época, estaba más escorado aunque su tendencia era la de asociarse y buscar una buena opción de disparo.
Vidal era uno de los mejores jugadores de Jupp Heynckes y Toni Kroos era una joven promesa que el Bayern necesitaba pulir; quién se imaginaba que después sería el mismo entrenador de aquel Leverkusen quien le otorgaría la alternativa en Baviera. La 2009/2010 dejó ver el talento de ambos jugadores, uno con billete de vuelta porque acaban sus prácticas en el BayArena y otro pretendido por media Europa, aunque aguantaría un año más.
¿Qué hubiera pasado si, por algún extraño caso del destino, hubieran permanecido en el Bayer Leverkusen? ¿Habría servido para hacer frente al Borussia Dortmund de Jürgen Klopp? Quién sabe, aunque es interesante ponerse a pensar alternativas. Probablemente, de haber retenido a Toni Kroos, habríamos visto la eclosión del mismo en la Bundesliga, la que se pareció apreciar con Van Gaal antes de su destitución, junto al punto álgido de Arturo Vidal, más llegador y ofensivo que en temporadas anteriores.
¿Habría funcionado un centro del campo formado por Ballack, Arturo Vidal y Toni Kroos? Pregunta compleja, a pesar de que la imaginación engaña en los primeros fogonazos, ya que hubiera supuesto perder profundidad en la zona de tres cuartos como la había con Sidney Sam, Renato Augusto o Barnetta. Además, Ballack sentía su ocaso, ya que no fue tan primordial como lo eran Rolfes o Reinartz.
No cabe duda de que en plenas facultades, quizás aquella distancia de siete puntos que el Borussia Dortmund sacó al Leverkusen en el 2011 habría quedado algo recortada. A lo mejor, ese 1-3 en el BayArena con goles de Grosskreutz y Götze no hubiera sido tan trascendental, como aquel 3-6 también en casa ante el Borussia Mönchengladbach nada más comenzar la temporada. Queremos pensar que ese dúo podría haber subsanado el desastre.
Hoy por hoy, esa sensación que deja esta mera suposición hace ver que el Leverkusen se ha convertido en un club formador, un trampolín de nivel para dar el salto a cotas más ambiciosas. Uno en el Bayern, con la Champions League como objetivo y con el Manchester United siguiendo cada uno de sus pasos. Otro en la Juventus, convertido en el anhelo de intensidad y de rigor que media Europa cree necesitar, que mira la Europa League con demasiado recelo.
Pensar que ambos han compartido equipo y la que podrían haber armado si hoy estuvieran juntos es una idea que solo se valora cuando hay que hacer el mejor once del mundo, porque no cabe duda que dos de los mejores centrocampistas que existen hoy día han pasado por el Leverkusen.
* Guillermo González es periodista.
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