"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
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El proceso ha sido paulatino, pero ya podemos decir que Willian es el mediapunta del Chelsea. A la espera de que esa inspiración ininterrumpida que lucía en el Shakhtar le acompañe en su aventura londinense, el brasileño ya tiene todo lo que Mourinho quiere para esa posición. El déficit de intensidad en la presión y en las ayudas defensivas que le penalizaba respecto a Oscar lo ha superado con nota, y en ataque su perfil de futbolista tiene algo que el juego que propone Mourinho pide a gritos. Willian es puro vértigo. Oscar le había ganado el ‘10’ a Mata por ser de un corte totalmente distinto al burgalés, pero el ex del Shakhtar es una evolución más cercana a lo que quiere el técnico portugués. Decide antes y eso lo es todo para el fútbol frenético de Mourinho. Aunque falle más, porque eso es solo cuestión de tiempo. De esta forma Oscar se ha visto poco a poco desplazado a la banda en partidos rutinarios, y al banquillo en los cuatro desplazamientos más duros del último tramo de temporada (Emirates, los dos partidos en el Etihad y Ali Sami Yen). En el estadio del Arsenal optó por el trivote Mikel-Lampard-Ramires en 4-3-3, frente al City –tanto en Premier como en FA Cup– fue Ramires el que ocupó el costado derecho y ante el Galatasaray rescató a Schürrle –que había sido titular en 1 de los últimos 14 partidos de Premier y Champions– para devolverle al puesto que en algún momento de otoño había llegado a tener en propiedad. Tres planes distintos y en ninguno entra Oscar.
Con la baja de Matic –que no puede disputar en Champions por haberla jugado ya con el Benfica–, Mourinho recuperaba la pareja Lampard-Ramires en la medular, mientras que en la punta de lanza, mes y medio después y coincidiendo con una racha de 7 partidos sin marcar de Samuel Eto’o, Fernando Torres volvía al once titular una vez superada su lesión.
Enfrente Roberto Mancini, que a pesar de llevar desde finales de enero jugando con tres centrales, sacó un 4-4-2 con Sneijder y Hajrovic en los extremos y la pareja Drogba-Yilmaz arriba, que causó una tremenda inseguridad en el equipo desde el primer momento y que en la primera media hora a punto estuvo de costarle la eliminatoria. La seguridad que le había dado este último mes el trío de centrales al Galatasaray permitía que dos laterales largos –que entonces ejercían de carrileros– como Telles y Eboué se liberaran en busca de profundidad en las bandas, pero esta vez el centro del campo quedaba menos poblado y las espaldas de los laterales lo iban a acusar sobremanera. En el inicio del encuentro ambos equipos querían lo mismo y no era precisamente el balón. Sin intención de arriesgar en ataque estático la pregunta era dónde perdería el balón cada uno y cuánta gente iba a arropar esa pérdida, incógnita que se iba a resolver demasiado pronto. Con ambos conjuntos esperando al contrario en campo propio, el Chelsea robó donde quiso. En el minuto 8, Azpilicueta y Schürrle –que alternó ambas bandas con frecuencia– encimaron a Eboué, el navarro le birló el balón y prolongó para el alemán, el equipo turco replegó lento y mal, los medios –Inan y Felipe Melo– no llegaron a la ayuda, el central salió tarde y Azpilicueta, que había doblado a Schürrle, se planto en el área y dio el pase de la muerte a Torres para que finalizara una contra de libro y adelantara a los blues. Se había encargado Mourinho de ensalzar entre semana al lateral navarro –dijo que “con un equipo con 11 Azpilicuetas podríamos ganar la Champions–, y no le faltaba razón. Su crecimiento en pocos meses ha sido extraordinario: defiende con una agresividad que no se adivina en su físico, roba en un radio extensísimo, dobla constantemente al extremo dándole salida o arrastrando jugadores para facilitarle las diagonales, y cuando se interna en el área como hoy, tiene la sangre fría de frenarse, levantar la cabeza y asistir como el mejor atacante. Un lujo de defensa.
Lo que Mancini definiría en rueda de prensa como “miedo de los jugadores en el inicio de partido” era un sinfín de desajustes e imprecisiones que el Chelsea aprovechaba para generar un peligro que no consiguió reflejar en el marcador, mal endémico de toda la temporada que esta vez provocó que un partido propicio para solventar la eliminatoria se acabara envenenando. Los hombres de arriba del Chelsea intercambiaban posiciones en las contras de forma natural dependiendo del lugar y la persona que robara, asomándose al área con facilidad Ramires, que se aprovechaba del rol más estático que adquirió Lampard en la sala de máquinas. Cierto que los de Mourinho no mataban el partido, pero las jugadas se acababan, no se concedían opciones de contra, y a cada pérdida de balón el equipo respondía como bloque con repliegues de calidad que obligaban al equipo turco a mandar balonazos poco fructíferos al pecho de Drogba, bien controlado durante toda la primera parte.
Con el Galatasaray superado, Mancini no esperó más y a la media hora quitó a Hajrovic para meter a Kurtulus, un ancla que provocaba que Inan y Melo se convirtieran en interiores, que Burak Yilmaz se desplazara al extremo derecho y que Drogba quedara solo arriba, dibujando un 4-3-3 que le dio empaque al equipo turco y que frenó la sangría de errores que había provocado el planteamiento inicial.
La tuvo Torres al inicio de la segunda parte en una gran acción entre los centrales que solventó Muslera con una gran parada, y aquí se acabó el Chelsea en ataque. El equipo turco creció, el nuevo sistema hizo que su fútbol directo comenzara a funcionar y producto de éste sacó dos córners que botó Sneijder. El primero acabó en un balón al poste de Inan cuando tenía todo a favor, y en el segundo Chedjou se anticipó a Terry en el área pequeña y empató el partido (min. 64). Mourinho, que vio como estaba perdiendo la guerra en el centro del campo y que valora los empates con gol fuera de casa como un preciado botín, sacó de inmediato a Obi Mikel por Schürrle pasando a armar un 4-3-3 con Lampard-Mikel-Ramires como trivote y Willian de extremo izquierdo. El Chelsea tomó este cambio como un mensaje conservador, aceptando como bueno el 1-1. El equipo londinense reculó pero ganó en seguridad defensiva, solo alterada por una pérdida infantil de Willian en la frontal del área a 15 minutos del final que finalizó el lateral Telles –gran segunda parte la suya– con un disparo que obligó a lucirse al meta Cech.
Los de Mourinho se jugarán gran parte de sus opciones en esta temporada recibiendo en cuatro días al Galatasaray primero y al Arsenal en Premier después. Deberá agarrarse a Stamford Bridge para decidir una eliminatoria que debió dejar sentenciada en Estambul ante un equipo que a pesar de haber transmitido sensación de fragilidad a lo largo de toda la Champions ha demostrado que dejarle vivo puede traer consecuencias. La Juventus lo sabe.
* Alberto Egea.
– Foto: Chelsea FC
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