Seguramente, pelear por evitar el descenso debe de ser una de las luchas menos agradables en el mundo del fútbol. Pero sin lugar a dudas, esta sensación se potencia si esa pelea se da en Argentina. Ni que hablar si la misma involucra a un club grande. Este es el caso este año de Independiente, junto con Boca el único club que disputó todos los campeonatos profesionales desde 1931.
La figura de Vida o muerte suele rodear a nuestro medio, el problema es que muchas veces suele dejar de ser una figura retórica. En este mundillo en el cual barrabravas van y matan, en el cual relatores deportivos enuncian que algunos equipos pelean a “matar o morir” o bien “se juegan la vida”, el descenso es concebido como una muerte deportiva. No una derrota, no el fracaso de una gestión deportiva. Una pequeña muerte.
Basta retrotraerse apenas dos años. Todo el periplo que condujo a River Plate por primera vez a la Primera B Nacional estuvo rodeado de miedos, morbo y la sensación de que se trataba de un asunto de estado. Con el hecho consumado, se habló “hacer el duelo” y hasta se barajaron toda clase de insólitos proyectos de modificación de los campeonatos para que uno de los dos equipos más populares del país no sufriera la ignominia de disputar el ascenso.
Luego de un largo año que incluyó todo tipo de cargadas, River volvió a Primera. ¿Es menos grande por haber jugado la B Nacional? ¿Ese año en la B borra los títulos y la historia? Opiniones particulares al margen, muchos consideran ese lapso como una mancha. Ahora ese fantasma amenaza a Independiente.
Más allá de la referencia a cómo se vive ese trayecto de pelea por el descenso, una de las particularidades en Argentina es que se utiliza la Tabla de los promedios, un cálculo que toma las últimas tres temporadas para determinar qué equipos mantienen la categoría y cuáles no. Esto genera, por empezar, una disparidad deportiva flagrante. Un equipo recién ascendido, si no hace más de 46 puntos, difícilmente puede quedarse. En cambio, otro con más plafón puede llegar a sumar poco más de 30 en todo un año y no perder la categoría (el colmo lo marcó Tigre hace un año, que en la última fecha podía matemáticamente irse al descenso y salir campeón al mismo tiempo).
Esta situación generó que ya a finales de la temporada 2011/2012 se supiera que Independiente iba a arrancar este curso en una situación muy complicada, al igual que San Lorenzo, otro grande (el primero que se fue al descenso), que se salvó en la ya extinta promoción el año último ante Instituto de Córdoba. Esta situación era prácticamente nueva para el club de Avellaneda.
Es que si bien a comienzos de la 2002/2003 o en el cierre de la 2010/2011 los promedios fueron un dolor de cabeza para el Rojo, la gente no está acostumbrada a tener la calculadora a mano. A pesar de las vacas flacas de los últimos 15 años (un título local más una Copa Sudamericana), la liturgia del club sigue estando ligada a la historia del Rey de Copas.
Ese mote le llegó en la década del 70. Las paredes de Bochini (el Iniesta de su tiempo) y Bertoni llevaron a Independiente a lo más encumbrado del fútbol mundial. En América se cansó de festejar, y con la obtenida en 1984 totaliza 7 Copas Libertadores, lo que lo hace el más ganador del continente.
Ahora bien, esa liturgia quedó un tanto desactualizada. No solo porque equipos como Boca o el Milan lo han superado en la cantidad de títulos internacionales, sino porque Independiente ha dejado de pelear campeonatos. Esos logros mencionados antes fueron oasis en medio de una sequía alarmante.
Claro, no fue casualidad que Independiente haya pasado de ser animador a candidato al descenso. Y tampoco fue algo que ocurrió de un día para el otro. Así como dejó de ser un ejemplo adentro del campo, lo mismo le ocurrió fuera de él. Años de pésimas administraciones (tanto en lo deportivo como en lo económico e institucional) llevaron a que el club acumule una deuda de 330 millones de pesos (una cifra cercana a los 50 millones de euros).
Esa deuda se vio potenciada por el faraónico proyecto del expresidente Julio Comparada, quien se lanzó a construir un nuevo estadio con un club que no tenía los cimientos para hacerlo. Las consecuencias están a la vista: pese a vender a Sergio Agüero, Lucas Biglia, Óscar Ustari y Germán Denis (solo esos cuatro jugadores reportaron 45 millones de euros a las arcas rojas) el estadio aún no está terminado y la deuda es fastuosa.
A este combo, que también contó con jugadores mediocres que pasaron por el club como José Moreno, Sergio Manoel, Leandro Depetris, Germán Pacheco o Sebastián García, también hay que sumarle un ingrediente más: la creciente participación de la barrabrava en el club, con su líder Bebote Álvarez como cara visible.
Es en esta coyuntura que aparece la figura de Javier Cantero, para quedarse con la s elecciones en diciembre del 2011. Su promesa electoral fue restablecer la grandeza del club y, entre otras cosas, limpiar al club de los barras. Una escoba fue precisamente el símbolo de su campaña.
A diferencia de muchos otros, Cantero comenzó a cumplir sus promesas y así desató una lucha contra la facción de violentos que poblaban semana a semana la popular roja. Fue en medio de su disputa que el presidente acusó a Álvarez de haberse llevado del club alrededor de 40 mil dólares mensuales de sus actividades en torno a Independiente. El hecho de enfrascarse en esa disputa exponía a casi todo el resto de los dirigentes del fútbol argentino, que por convicción, miedo o desidia ha pactado con la barra. La salida de Florencia Arietto (encargada de la seguridad del club) y el indulto a uno de los barras siembra alguna duda a futuro.
Pero así como ha acertado fuera del campo en su primer año como presidente, las decisiones futbolísticas no fueron las mejores. Claro, mucho margen de maniobra con un club al borde la quiebra no tenía. De todas formas, y siguiendo con la línea de lo que es el fútbol argentino, tres entrenadores ya pasaron bajo su mandato: Ramón Díaz, Cristian Díaz y el hoy técnico Américo Rubén Gallego, El Tolo.
Era precisamente Gallego el DT cuando los Rojos dieron la vuelta por última vez a nivel local, en el Apertura 2002, torneo que los tenía en el arranque en zona de promoción. El segundo ciclo de Gallego también llegó cuando el promedio acuciaba a los de Avellaneda; nuevamente la mano del exentrenador de River permitió que Independiente peleara dos torneos. Pese a no quedarse con ninguno de los dos certámenes de la 2009/2010, el descenso se olvidó rápidamente.
Sin embargo, siguiendo el consejo del secretario técnico de ese momento, César Luis Menotti, decidió no renovar el vínculo a Gallego. Independiente no volvería a pelear títulos. Hasta acá, los números del técnico no son los mejores desde su asunción, pero luego del triunfo en el clásico ante Racing logró sacar al equipo de la zona de descenso por primera vez en la temporada, tras 22 juegos. Una semana antes, Independiente había superado con diez hombres al vigente campeón, Vélez, en Liniers.
Por supuesto, el triunfo ante la Academia le da una inyección anímica importante. Es verdad que la diferencia entre ambos es muy marcada en los duelos entre sí (con la victoria por 2-0 la diferencia se amplió a 22 partidos en la etapa profesional), pero así y todo los tres puntos tienen otro sabor.
Peculiar la historia del derbi de Avellaneda. Tomando en cuenta los duelos profesionales, los primeros 20 años fueron parejos por demás. En 1950 la ventaja la tomaría Racing y recién perdería el liderato en los duelos con Independiente en 1972; sí, el año en que debutó Ricardo Enrique Bochini. De allí en más el Rojo escribiría sus décadas doradas y su clásico rival se sumiría en una historia negra que le depararía un descenso y 35 años sin consagraciones a nivel doméstico, luego de haber llegado a la cima del mundo en 1967.
Lejos está este equipo de Independiente de la historia del paladar negro y el fútbol atildado. De hecho, el particular sistema de promedios puede generar que esta semana esté fuera del descenso, pero que aún ganando (si también triunfa Quilmes) vuelva a la zona de peligro la próxima semana. Futbolísticamente, tampoco da demasiadas seguridades el equipo, aunque la presencia de jugadores experimentados como Morel Rodríguez, Fabián Vargas, Daniel Montenegro, Eduardo Tuzzio o Ernesto Farias puede ser un plus en esta instancia.
Gallego dijo tras la victoria ante Racing que él apunta a pelear el campeonato. Debe tener cuidado el Tolo y no fijar la vara demasiado alto ni distraerse del objetivo principal: evitar que Independiente pierda la categoría en junio. Por ahora, comienza a verse la luz al final del camino.
* Diego Huerta es periodista y editor del sitio web Cultura Redonda.
– Fotos: Olé
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