"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
El 15 de Julio de 2011, Jonathan dos Santos tenía apalabrado su fichaje por el Zaragoza. A cambio del mediocentro mexicano, el Barça recibiría un millón de euros menos el valor en que fuese tasado Joel Valencia, un prometedor centrocampista ecuatoriano que realizaba la pretemporada con el primer equipo maño, a las órdenes de Javier Aguirre. Pero el 21 de Julio, el Barça traspasó a Oriol Romeu al Chelsea y Guardiola dio una instrucción a la dirección deportiva del club: Jonathan se queda. Para no desnudar al B y para reforzar, si hacía falta, al primer equipo. Y ha hecho falta. El primer tramo de temporada del jugador mexicano fue primoroso. Nada que ver con el curso anterior, cuando el ascenso de Thiago Alcántara, su hermano del alma, le dejó malherido y desconcertado. Tuvo que regresar Thiago al Miniestadi para que Jonathan se reencontrara y volviese a marcar el tempo del filial que, dirigido por Luis Enrique, se auparía a la tercera plaza de Segunda División.
Aquél 21 de Julio, Guardiola dijo algo más que Jonathan se queda. Añadió: Cuento con él. Por si había dudas, le utilizó como lateral derecho durante la pretemporada y recordó que es un dechado de virtudes: técnico, asociativo, inteligente y fuerte. Sí, fuerte, pese a las apariencias. Así que no podía extrañar que fuese uno de los elegidos para tomar el ascensor al Camp Nou, en especial tras haber dirigido con destreza el difícil recorrido del filial en la temporada actual.
Aposentado en el Camp Nou, ha ido acumulando minutos a medida que Xavi y Busquets los necesitaban: 23 contra el Málaga, 11 en Mestalla, 75 contra la Real Sociedad. Y, por encima de presencia, jerarquía. El sábado, Guardiola le dio el bastón del 4 en un retorno a los fundamentos básicos, obligado por las turbulencias que han alterado al equipo. El entrenador ha reseteado todas las actualizaciones de la temporada y ordenado empezar de nuevo: a partir del 4 cruyffista, donde comienza la verdad del juego del Barça. Ahí se colocó Jonathan el sábado y ofreció un recital clásico, nada que ver con los updates modernos. Fue el primer apoyo de sus centrales en la salida de balón y el vértice que organizó la partida, la arista inferior de todo el entramado. Se ofreció siempre bien perfilado, orientó el juego, buscó a los más alejados con pases largos y combados y regaló superioridades en sus pases tensos. Fue el arquero que lanza las flechas de las bandas, mantuvo el control en el eje y salió al corte con anticipación: el manual del mediocentro de posición del Barça. Erró varios pases también, propiciando contras peligrosas. Errores indiscutibles de ejecución, pero ninguno de visión.
En Jonathan hay una crisálida que creció en la oscuridad, maltratado por la maledicencia popular de que estaba ahí por ser el hermano de quien era, y ahora resulta que hay otra mariposa en el jardín blaugrana. Fenomenal noticia esa llamada a los clásicos en tiempos de ajetreo.
– Escultura: El Calcetín, de Antoni Tàpies, fallecido hoy.
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