Cabo Verde soñó con disputar una Copa de África (CAN), pero jamás pensó que podría debutar plantándole cara al anfitrión, en este caso Sudáfrica, e incluso mereciendo ganar. Cabo Verde también soñó con ganar un partido en la CAN, pero nadie se podía imaginar que remontaría un encuentro loco ante Angola en los últimos minutos. Ni tampoco que se clasificaría para los cuartos de final. Su debut en la competición no puede ser mejor: dos empates y una victoria que permiten soñar al equipo de Lúcio Antunes con hacer algo todavía más grande.
La selección de Cabo Verde es un conjunto al que le gusta tratar el balón. Lo cuida y, pese a sus limitaciones técnicas, sabe que tenerlo el máximo tiempo posible es la mejor manera de protegerse. Sin él, son un equipo más débil porque les cuesta recuperarlo y salir de su propio campo. Por esta razón entró en las alineaciones Tavares, un delantero de gran estatura que es menos virtuoso con los pies pero cuyas virtudes, por distintas, son útiles. Protege el balón, lo aguanta bien y juega de espaldas, por lo que siempre es un preciado socio para sus compañeros de ataque, más veloces y técnicos.
Precisamente ellos, Platini y Ryan Mendes, son dos de los atacantes más destacados del torneo. Hábiles ambos, llevan el balón pegado al pie y pueden sortear rivales a través de su precisa conducción del esférico. Recogen todo lo que les deja Tavares e intentan hacer de las segundas jugadas oportunidades de cierto peligro. Les falta mayor acierto de cara a portería –igual que a Heldon Nhuck, que es la otra opción caboverdiana en la parcela de ataque– pero siempre incomodan al rival.
La libertad de estos jugadores es prácticamente total, sobre todo en fase ofensiva, porque detrás tienen a tres centrocampistas que les protegen. El mejor de ellos es Babanco, asentado en el perfil zurdo del rombo que completa Platini, el vértice que se encuentra más cerca de la portería contraria. Babanco es, de los tres guardaespaldas, el que mejor trato de balón tiene y quien de vez en cuando sorprende con algún pase en profundidad. Su función, junto a sus dos compañeros de demarcación, es trabajar en la recuperación y ayudar a sus laterales cuando el rival busca hacer daño por la banda. Aun así, sus dos compañeros también se manejan relativamente bien con el balón. Su pase corto es correcto y los tres centrocampistas crean líneas de pase para intentar recibir en posiciones cómodas. A pesar de sus limitaciones técnicas y la lentitud de Soares y Toni Varela, sin ellos Cabo Verde no podría retener el balón durante tanto tiempo.
En cambio, la defensa, como comentábamos anteriormente, es el punto más débil de este equipo. Cuando Cabo Verde no tiene el balón, las bandas quedan algo desprotegidas y, si el equipo no se coordina bien en las ayudas, los rivales pueden encontrar espacios con cierta facilidad. Los laterales son vulnerables en el uno contra uno y los centrales tampoco son un prodigio. Con el balón son capaces de iniciar la jugada, aunque su gesto es lento, pero sin él se sienten aún menos cómodos. Eso sí, el portero Vozinha está cuajando un buen torneo y está bastante acertado a la hora de salir a atrapar los centros laterales, defecto habitual en los porteros africanos.
Todas estas piezas forman un bloque bastante competitivo, que no ha llegado por mera casualidad a los cuartos de final de la CAN. Estuvo cerca de la victoria ante Sudáfrica y Marruecos e intentará plantar cara a otra de las potencias del continente africano, Ghana [sábado, 16,00, Eurosport], con un equipo limitado pero que ha jugado muy bien. Además de mover el balón con más criterio que nunca, las oportunidades de Cabo Verde pasarán por saber jugar con las ganas de las Estrellas negras de volver a alzar un trofeo que no consiguen desde 1982. A diferencia de ellos, el combinado de Lúcio Antunes no tiene nada que perder. Ya han hecho historia.
* Tomàs Martínez.
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– Foto: Stephane de Sakutin (AFP)
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