Análisis / Fútbol 2011-2012 / Eurocopa 2012
España llegó a la final gracias a los siete de atrás y la ganó gracias a los cuatro de delante. Bien, es una forma muy simplista de decirlo y como todo simplismo, carente de matices. Claro que no fue exactamente así; por algo el fútbol es un deporte colectivo y aún más cuando lo juega la Selección Española, colectiva por definición. Pero algo de cierto hay en la primera afirmación: España empezó italianizada, logró congelar el tiempo de los partidos, implantó la posesión defensiva y acabó liberándose gracias a su activación agresiva y la complicidad de una Italia valiente en la final. Fue un equipo muy 1-6-4, priorizando no encajar un gol por encima de marcarlo, hasta que encontró el contexto ideal, el que le facilitó Prandelli, y ahí revolotearon los de delante, picando como avispas enrabietadas. Ahí ya fueron ese 1-4-6-0 inimitable por otras selecciones.
Esa final se disputó a cuatro asaltos:
Sale Italia alta y agresiva, presionando arriba. Prandelli no imita a Bilic, Blanc ni Bento, la triple B que jugó a cerrar el costado izquierdo español en busca de un balón, un contragolpe, un tiro de gracia. Ninguno de ellos lo consiguió. Prandelli (¿el mejor táctico del torneo? Probablemente) cree en su equipo. Cree que puede con esta España. Tiene razones para pensar así. El empate del primer día, con dominio abrumador en el primer período; la paliza a Alemania; el estado casi libidinoso de Pirlo y De Rossi; los talentosos de arriba… Italia mayúscula que va a por balón y partido.
Contexto dulce para los españoles, que cambian a Iniesta y Silva de banda y salvan, una y otra vez, la presión azzurra a partir del gesto técnico individual. A partir de ahí ya no hay nada que hacer. España ha girado a Italia. Cesc y Busquets aplastan a Pirlo, Xavi se hace dueño del balcón de Buffon y encima hay espacios libres. ¡No puede pedir más! Es un jacuzzi para Xavi, líneas de pase por aquí y por allá, laterales arriba, Iniesta en la derecha, Silva aún mas en la derecha, Cesc desatado, mariposas aleteando ante el estupor. Un gol. Aplastamiento.
Pero es mucha Italia. Mucha. Personalidad imperial. Quería el balón y con el marcador en contra lo desea aún más. Lo conquista. España sin balón ni siquiera puede ejercer la posesión defensiva que tan bien ha aplicado en el torneo. Toca defender a secas. Los siete de atrás. Contranatura, pero sin hacerle ascos. El mejor Casillas, el mejor Ramos, las grandes coberturas de los mediocentros. Sufrimiento porque Italia sostiene el puñal en alto, listo para descargar sobre el cogote hispano.
Smoking fuera. Entienden que solo cabe correr, cerrar y sufrir. Juntarse sin balón. El otro rostro de este equipo. ¿Qué ocurre? ¿Por qué ese cambio radical? ¿Por qué esa España desconocida? Porque es mucha Italia y se ha apropiado del balón. Pero pasan los minutos y la España más italianizada consigue no sentirse incómoda sin el cuero.
Se comprueba en Xavi. Del balcón de Romeo y Julieta ha retrocedido al sótano oscuro de la línea divisoria, pero a cada minuto él e Iniesta se sienten más cómodos. Intuyen que habrá un instante en el que el campo estará tan inclinado en favor de Italia que todo se dará la vuelta porque habrá espacios inauditos en esta Eurocopa. Y así es. Dos, tres veces se produce el fenómeno. Italia se aposenta en campo español y Buffon está desnudo atrás. Lo huelen los cuatro de arriba, esperando el zarpazo, y a la cuarta ocasión llega el Expreso Alba por un pasadizo inmenso y ahí que decide Xavi, de nuevo en su salsa, la del pase imparable.
Era un tigre agazapado al que estaba atacando un grupo de hienas. El tigre parecía dormido, pero estaba esperando el momento. Y llegó.
El baile posterior, con Italia rota, es en realidad “el rondó de la inútil precaución” del Barbero de Sevilla, cuando Rosina le dice al Conde: “Io canto, se le agradda, il rondò dell’Inutil Precauzione”. Sí, más que baile un rondo, el momento de enamorar al mundo nuevamente. Se acabó la batalla, empieza la fiesta, smoking de nuevo, pies ligeros…
Ganar está al alcance de muchos deportistas. Enamorar no. Perdurar, construir una leyenda, hacerse un hueco en la memoria colectiva… Eso es para elegidos.
– Foto: AFP
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