Los tres recientes partidos del Barça han mostrado un rostro peculiar en un equipo acostumbrado a masticar los encuentros hasta conseguir la agonía del rival. Ha sido un Barça menos posicional y dominador, con inferior posesión de balón de lo acostumbrado, muy rematador en área ajena, poco eficaz en dichos remates, bastante permisivo con el arranque de las transiciones ofensivas de sus contrarios, pero tremendamente riguroso a la hora de evitar sus finalizaciones. Aunque cada encuentro ha sido, lógicamente, distinto al anterior, estas pautas se han repetido con notable coincidencia. Salvo el primer tiempo de San Siro, donde el Barça se plantó en los tres cuartos milanistas y marcó un rondo amplio e inalcanzable para el contrario, los restantes minutos frente a Milan y Athletic se han distinguido por un fútbol algo distinto al habitual. Hemos visto un Barça más veloz, con inferior presencia del juego de posición marca de la casa, con minutos alternos de cesión del mando al contrario (al Milan, que no al Athletic) y una clara obsesión por robar balones con presteza y lanzarse al espacio abierto. Así se pilló no una, sino treinta veces al Athletic y también a los defensas italianos: amagando con ceder la iniciativa y el espacio para robar a continuación.
Pese a que las estadísticas en el fútbol debamos mirarlas con precaución, los tres partidos juntos avalan esta idea. El equipo de Guardiola remató 57 veces en el cómputo global, a razón de 19 remates por partido: 26 fueron a portería, 19 fuera, uno al palo y 11 resultaron despejados en su trayectoria. Esos 19 remates por encuentro están en la media de aquellos partidos en los que el Barça somete al rival con su juego de posición y alcanza posesiones del 74%. Sin embargo, en estos tres se ha quedado en un 58%. Es decir, con bastante menos posesión ha alcanzado un número de remates similar. Por el contrario, ha cedido muy pocos, poquísimos. Le han rematado 13 veces en total, 4 a portería, 3 fuera y 6 despejados. O sea, solo ha concedido un remate a puerta y uno fuera por encuentro. Así, podríamos decir que Milan y Athletic amagaron con atacar, pero no consiguieron apenas rematar sus acciones.
Todo lo anterior no me parece fruto de la casualidad. En meses anteriores, el exceso de velocidad se lo atribuíamos a Cesc Fàbregas y el dominio posicional a Xavi Hernández. Pero ahora mismo, uno tiene la impresión que esto ya no es así. Que el entrenador ha decidido emplear armas diferentes en cada encuentro: juego de posición cuando el rival lo admita; y juego más directo en otros casos, incluso si eso significa aparentar un repliegue que no es tal, sino una muleta de engaño, pero que no concede apenas ocasiones reales de peligro en la meta de Valdés. Estos dos próximos meses prometen ser muy interesantes.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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