Quizá fue un día lluvioso, gris, como los que suele hacer en Glasgow en cualquier momento del año, pero no sería como cualquier otro: ese día nació un club de fútbol que cambiaría la vida de un colectivo para siempre. Un 6 de noviembre de 1887 en St Mary’s Church Hall, un grupo de hombres, entre ellos un religioso marista, Brother Walfrid, decidió crear una entidad con un motivo claro: conseguir fondos para la comunidad irlandesa que malvivía en los callejones más oscuros e inhóspitos de la industrial capital de Starthclyde. Ser irlandés a finales del siglo XIX no era fácil, y menos aún en una sociedad cerrada, sectaria y conservadora como la escocesa, donde la religión podía ser motivo suficiente para condenar a alguien al ostracismo. Ellos no sabían que, de esa reunión encaminada a conseguir un método de recaudación de fondos, saldría una de las instituciones que crearía una chispa de esperanza a esa población empobrecida en todo lo demás, ellos no sabían que ese Celtic Football Club se convertiría en una de las entidades deportivas más grandes de Escocia y del continente europeo.
Puede que nada de eso hubiera sucedido sin un hecho trágico, ocurrido en Irlanda a mediados del siglo XIX, la Gran Hambruna. Sin este período es más que posible que clubes como el Celtic, el Hibernian (basado en “Hibernia”, el nombre que los romanos daban a Irlanda) o el Dundee United no hubieran existido nunca. Entre 1845 y 1852, alrededor de un millón de personas murieron en Irlanda, una crisis creada por un hongo que acabó con gran parte de la cosecha de la patata, el alimento básico en la dieta irlandesa de la época. La falta de alternativas alimentarias provocó que mucha gente falleciera de hambre; muchos otros decidieron emigrar a Inglaterra, Escocia, Australia, Canadá o EE UU. La escasa reacción por parte del gobierno británico (redujo el grano que entregaba a Irlanda y solo tomó una medida, el envío de sopa a los más desfavorecidos, una medida que acabó retirando en 1847, en plena crisis) indignó a muchos sectores de la sociedad irlandesa.
La Gran Hambruna cambió la estructura social y demográfica del país (la isla perdió alrededor de un 25% de su población) y también fue un punto de inflexión en las relaciones entre Irlanda e Inglaterra. Los primeros vieron que el imperio británico les había abandonado en la miseria, mientras que los segundos creían que todo fue provocado por la mala organización del sistema económico irlandés. Esta tensión dio lugar a la creación de una organización republicana, la Fenian Brotherhood, fundada simultáneamente en Dublín y Nueva York (uno de los grandes focos de emigración irlandesa en los EE UU, junto a Boston), sus referentes eran las organizaciones secretas de izquierdas de Europa. La Fenian Brotherhood fue una de las semillas del republicanismo irlandés, cuyo brazo armado es más que conocido (IRA). La crisis alimentaria trastornó el panorama político dentro del país y dio lugar a sociedades con un importante colectivo irlandés en ciudades industriales en el extranjero, como Glasgow.
Fútbol y política, política y fútbol, esa innegable relación se torna en una norma inquebrantable en el Celtic, cuyos aficionados en Irlanda se muestran mayoritariamente a favor de la unidad con el Ulster dentro de una República independiente. El cóctel explosivo entre política, deporte y religión hizo de sus duelos con el Rangers, fundado en 1872, algo único e irrepetible en el mundo del fútbol. Las relaciones del Rangers con el unionismo británico y el protestantismo eran radicalmente opuestas a lo que representaba el Celtic. La rivalidad, sin embargo, tenía su base en una sociedad escocesa donde las élites eran protestantes.Muchos católicos irlandeses vivían un auténtico “apartheid”: sus condiciones de vida eran pésimas y las posibilidades de encontrar trabajo se veían reducidas por su religión y origen. Ser católico irlandés en Glasgow era en muchos casos una garantía de desgracia. El periodista irlandés Phil Mac Giolla Bhain comenta lo siguiente al respecto: “Vivían en unas condiciones penosas, eran pobres, sufrían numerosas enfermedades y la mortalidad infantil estaba por las nubes”. El Celtic fue un entretenimiento y un motivo de orgullo para un sector de población que solo podía vencer a través del fútbol al “establishment” que les marginaba en casi todo lo demás. Mac Giolla Bhain considera además que ese deporte fue muy importante para la integración de esa población en la sociedad escocesa: “El hecho que el Celtic eligiera el fútbol y no el GAA (fútbol gaélico, el deporte por antonomasia de los irlandeses), contribuyó considerablemente a la asimilación de los católicos irlandeses”.
Kriss Commons con la 1ª camiseta del Celtic
El primer partido fue en 1888; el 28 de mayo se enfrentaron por primera vez al Rangers y vencieron por 5-2 en un partido singular pues la mayoría de los jugadores del Celtic habían sido prestados por el club irlandés de Edimburgo, el Hibernian. El escudo actual incluye ese 1888 bordado debajo del característico trébol de cuatro hojas tan vinculado a la cultura irlandesa. La camiseta del equipo era blanca, con una simple cruz verde céltica en el pecho, pantalones negros y calcetines verdes (en 1903, después de años con una camiseta de franjas verticales verdes y blancas, el club adoptó su equipación actual). Durante los primeros años, el Hibernian prestó mucha ayuda al Celtic con material, jugadores y recursos económicos; sin embargo, cuando el Celtic creció dejó atrás al que había sido uno de sus primeros aliados. Desde entonces, muchos aficionados de los Hibbies manifiestan cierta desafección con los Bhoys, pese a tener unos orígenes prácticamente iguales.
El equipo tardó poco en hacerse con sus primeros títulos en Escocia: en 1892 conquistó la Copa después de ganar 5-2 ante el Queen’s Park FC (un equipo amateur que aún a día de hoy mantiene esa condición; por entonces era de los equipos más potentes del país y fue el principal precursor de muchas de las normas del fútbol moderno). Meses después se mudaron a Celtic Park y en 1893 se hicieron con su primer título de liga. Poco a poco, el Celtic iba dando lentos pasos hacia la instauración del profesionalismo, sin embargo, el club siempre ha procurado no perder su identidad: club con raíces irlandesas, abierto a todo el mundo (cabe recordar que el Celtic fue el primer club en alinear a un jugador indio, Mohammed Salim, un hombre que pretendía jugar descalzo, tal y como lo hacía en su país).
En 1897 el club pasó a ser una sociedad limitada; su director deportivo/entrenador, Willie Maley, ejerció en el banquillo del Celtic hasta 1940, algo insólito e irrepetible. Durante su período al mando se hizo con 16 ligas y 14 copas, entre otros trofeos. La longevidad de los entrenadores del Celtic fue una norma no escrita que no se rompió hasta mediados de los años 90, por culpa de una grave crisis deportiva. Para hacernos una idea, en 100 años de historia el Celtic tuvo 7 entrenadores. Desde el año 1991 ha tenido a 12.
La Copa de Europa y las 9 ligas consecutivas con Jock Stein al mando fueron el punto más dulce de la entidad. Eran los años 70 y el fútbol escocés estaba en auge (el Rangers ganó una Recopa en Barcelona en 1972, de triste recuerdo para los aficionados locales por el mal comportamiento de los hooligans de los Gers). El técnico al mando, curiosamente, era un protestante. Stein transformó al equipo en una potencia europea que consiguió vencer al Inter en Lisboa en la final de 1967 (2-1): el equipo de Helenio Herrera era claramente favorito, pero los Bhoys desafiaron las apuestas y barrieron a su rival durante los 90 minutos. Pese a llegar a otra final en 1970, el nivel en Europa del Celtic ha ido decreciendo con el paso de los años. Solo Martin O’Neill, norirlandés de Kilrea, aficionado del equipo desde pequeño, pudo cambiar mínimamente el rumbo de nuevo. Desembarcó en 2000, obtuvo el triplete en 2001 y llevó al equipo a su primera final europea en 33 años en 2003, ante el Oporto de un tal José Mourinho. Los Bhoys perdieron 3-2 en la prórroga, pero las sensaciones eran cada vez mejores.
El modelo del Celtic se basaba en fichajes caros, internacionales contrastados que eran imparables en Escocia y peligrosos en Europa para cualquier equipo que se asomara a Celtic Park (vencieron a equipos como la Juve, el Valencia o el Oporto). Ese equipo era económicamente inviable, con lo que la directiva del Celtic fue gastando menos con el paso de los años, el nivel de los jugadores bajó considerablemente y las incursiones en Europa fueron cada vez más cortas. El ahorro ayudó a mantener una entidad económicamente estable (en 1994 estuvo a minutos de desaparecer hasta la intervención salvadora del empresario Fergus McCann); la desaparición del Rangers no es más que una confirmación de lo siguiente: un club en Escocia no puede vivir por encima de sus posibilidades para tener buenas actuaciones en Europa.
Con el Rangers en Third Division, el Celtic puede concentrar sus esfuerzos en competiciones europeas mientras dosifica a sus jugadores en la liga. Una situación única para poder mejorar sus resultados. A nivel deportivo, Neil Lennon, entrenador del equipo, opta por jugadores jóvenes, baratos y con mucho potencial para poderlos vender después al mejor postor. Muchos de ellos son internacionales, imitando al equipo de O’Neill en los 2000, pero su coste es mucho menor. Wanyama (Kenya), Izaguirre (Honduras), Kayal (Israel) o Forster (Inglaterra) son ejemplos de ello: la media de edad de la plantilla ronda los 23 años y el equipo ha mejorado considerablemente sus resultados desde la primera temporada de Lennon. El año pasado ganaron la liga y este año están teniendo una actuación decente en Europa. Para acabar con los datos positivos, uno muy significativo: el Celtic lleva 4 partidos sin perder fuera de casa en competiciones europeas (un gafe que parecía incurable); en ellos ha conseguido 3 victorias (Helsinki, Helsingborg y Spartak) y 1 empate (Udinese).
Nadie contaba con ellos, ni en Glasgow en sus inicios, ni en Europa bajo el mando de Jock Stein, ni actualmente en la Champions League. A pesar de todo, lo que ha hecho único al Celtic es la capacidad de vencer de forma contínua a las adversidades, levantar trofeos y demostrar que los expertos en el fútbol no existen. Y cuando el Celtic pierde el último balón, se agota el tiempo y la derrota se respira en el ambiente, toda su afición se levanta y canta: “We are Celtic”, “Vosotros habréis ganado, pero nosotros somos el Celtic”. Es el cántico orgulloso de una afición cuyo orgullo irlandés resuena en la eternidad.
* Jaume Portell es periodista.
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