El AC Milan se ha convertido en el club mediático de esta semana. Milanello estaba lleno de periodistas, al tanto de las últimas primicias que pudieran suceder. Lo cierto es que, con la incertidumbre que genera la directiva rossonera, cualquier cosa puede pasar en el club. De buenas a primeras se confirmó el despido de Massimiliano Allegri tras la derrota ante el Sassuolo (4-3), evidenciando la mala situación del equipo.
El caso Allegri ha generado demasiado debate. El extécnico del AC Milan ha tenido que lidiar con una situación convulsa, tanto en los despachos como en las arcas del conjunto italiano. Desde que ganara en 2011 el Scudetto, el proyecto que ha intentado cimentar el entrenador se ha ido diluyendo con el paso de los años debido a la débil situación económica que atravesaba el club, cuya prolongación no deja de ser lo que realmente sucede en Italia. La venta de los Zlatan Ibrahimovic, Thiago Silva o Kevin-Prince Boateng ha dejado a un proyecto sostenido por El Shaarawy, Balotelli y Kaká, en su intento de volver a ser la versión del Bambino de Oro.
Allegri, a pesar de lo que ha realizado con poco, no ha sabido tener una idea de juego evidente en la presente campaña. A las deficiencias claras que no pudo subsanar Galliani en el mercado de fichajes, la precaria realidad se ha incentivado con una inapetente actuación de los rossoneri sobre el campo. Ni el talento ni la actitud se exponían sobre el césped, a excepción de algunos partidos –aquel Derby della Madonnina fue uno de sus mejores encuentros, y acabó con derrota–. Bárbara avisaba del desastre y afilaba la guillotina.
El despido ha estado dirigido hacia una causa: no saber exprimir a un equipo que todavía dejaba algún ápice de calidad y de poderío, independientemente de los proyectos exultantes de Juventus, Nápoles o Roma. Allegri ha dejado al equipo undécimo, a diez puntos de la Europa League y a seis del descenso. Y la cifra se abulta a treinta puntos si es que quieren mirar a la cara a la todopoderosa Juventus. Allegri mismo lo aseguró: “El banquillo del Milan pesa a quien lo tiene”. Razón tampoco le faltó.
Identidad habrá sido el término que tanto han rondado Bárbara Berlusconi y Adriano Galliani. Varios nombres se han postulado. Tasotti, segundo al mando de la nave milanista, parecía ser el idóneo, junto al Pippo Inzaghi, conocedor de la cantera. Finalmente han optado por uno que ha decidido unir su ocaso futbolístico con su inicio en los banquillos, con la simple formación que te pueden dar los partidos estando vestido de corto. Clarence Seedorf como salvador. Clarence Seedorf como técnico del AC Milan.
El neerlandés ha confirmado que acaba su carrera como jugador, habiendo dejado sus últimos detalles en el Botafogo, asegurando que su experiencia vivida como futbolista le ha servido para afrontar el proyecto que la entidad lombarda ha puesto sobre él. Se lleva a viejos conocidos de la casa, como Hernán Crespo y Jaap Stam, pero la incertidumbre aborda al equipo.
Varios aficionados han mostrado su descontento con la situación, remarcando la inexperiencia de Seedorf en los banquillos. Otros hablan de romanticismo, de ver cómo un titán del centro del campo del equipo durante diez temporadas ahora dará instrucciones a los que eran sus compañeros hasta hace un par de años. Lo cierto es que Clarence Seedorf y su cuadrilla tendrán que hacer frente a un vestuario complicado y demasiados descosido, sobre todo en defensa y centro del campo.
El que fuera uno de los chicos mimados de Ancelotti en una de las etapas más esplendorosas del Milan tendrá como objetivo pelearse con los grandes por un puesto europeo, pues desde la temporada 1999/2000 nunca ha faltado a cualquier cita del Viejo Continente.
La buena noticia es que Clarence Seedorf vuelve a Italia, país que lo colmó de éxitos. La mala es no saber qué deparará al próximo técnico y al AC Milan, pues ninguno certifica argumentos de peso para ser optimista. El sentimiento se encuentra en el limbo. A 14 de enero, cada vez se espesa la niebla en el lado rossonero de Lombardía.
* Guillermo González es periodista.
– Foto: Kerim Okten (EFE)
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