A medianoche del 10 de noviembre de 2010, poco después de eliminar al Ceuta en Copa del Rey, Pep Guardiola pronunció la siguiente frase: “No hay mayor éxito que hacer debutar a un chico de la cantera. Más que ganar un título”. Pocos minutos antes de hablar así, había hecho debutar en el primer equipo a Sergi Roberto, una de las grandes promesas del Barça, y la euforia recorría la cantera blaugrana. Otro más en el Camp Nou. Quizás por esa euforia y porque apenas unas semanas más tarde un trío de la casa iba a copar el podio del Balón de Oro (Messi, Xavi, Iniesta) resultó obvio recordar a Louis Van Gaal y su vieja profecía de finales de siglo, cuando anunció que uno de sus grandes sueños era ver cómo el Barça ganaba una Copa de Europa con once jugadores de La Masia.
Se le preguntó por ello a Guardiola pocos días después, concretamente el 7 de diciembre de aquel 2010, tras jugar con nueve canteranos y empatar en Kazan contra el Rubin: “El objetivo -dijo aquella otra noche- no es jugar con once de la cantera, sino llegar a las finales y ganarlas”. Y así hizo aquella temporada, como ya en 2009: llegar a la final de Champions y ganarla. En ambos casos ante el Manchester United; en ambos casos con siete canteranos en el equipo titular; en ambos casos con otros tres hijos de La Masia en el banquillo de los suplentes y alguno más en la grada. Como parece lógico, Guardiola priorizó ganar el título a hacerlo con un pleno de canteranos. De hecho, ni siquiera lo tuvo en cuenta a la hora de los cambios, pues incluso en Wembley 2011, con la final ya sentenciada y el Manchester sometido, prefirió premiar a determinados hombres que introducir canteranos por acabar con diez de ellos sobre el campo.
Vayamos más allá. En los más de 250 partidos de Pep como entrenador, nunca ha alineado 11 canteranos al mismo tiempo. ¿Porque no ha podido? No, porque no ha querido. Porque ha deseado trasladar un mensaje muy importante: apoyo absoluto a la cantera, pero sin ceguera. La mezcla de sangre es imprescindible. La cantera no es autosuficiente. Siempre habrá una pieza a traer de fuera o un modo de jugar distinto, quizás incluso algo contradictorio con el de la casa, pero que aporte variantes y riqueza, sea táctica, física o emocional. O energética. Y competitividad exigente. De ahí que Mascherano o Keita sean las ‘niñas de sus ojos’ porque son los diferentes, los que mezclan y combinan un modo distinto de ser y jugar. Este es un mensaje rotundo que deja Pep y que no creo vaya a modificar en la final de Copa. El mensaje de que en La Masia crecen muchos y los mejores, pero que hace falta también gente de fuera, sangre distinta, un híbrido, la mezcla, la integración. No es un mensaje banal, sino con mucha carga y que convendrá no olvidar en el futuro.
– Foto: FC Barcelona
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