El Sevilla de Unai Emery parece haber echado a andar como ente competitivo. El equipo andaluz comienza a sumar victorias desde un registro bastante diferente al que el técnico vasco tenía en mente inicialmente. El cambio de estilo ha sido importante y ha conllevado el crecimiento de ciertos jugadores en detrimento de otros. Ahora es un conjunto por encima de las individualidades, aunque algunas de ellas marquen diferencias. Este ya no es el Sevilla de Rakitic de forma tan definida. El croata ha bajado sus prestaciones tangibles, su presencia y su importancia, pero el conjunto está sosteniendo esa disminución de la presencia en los partidos del mediocampista.
Cuando un equipo es capaz de soportar la caída de rendimiento de su jugador de mayor jerarquía e importancia y a la vez sube su competitividad, podemos decir que ha encontrado un punto de madurez como bloque deseable por todo entrenador. Aun así debemos establecer que el Sevilla puede y tiene que crecer en sus nuevos registros. Los resultados están saliendo, y en momentos en los cuales es necesario sumar eso es lo más importante, pero la puesta en escena es mejorable.
El equipo nervionense ha pasado de ser uno de los más goleados de la competición española a buscar la portería a cero, de querer jugar desplegado en campo rival a asumir que el repliegue en campo propio es un arma importante desde la que solidificarse, de tratar salir jugando desde la defensa a procurar llegar con mayor verticalidad y rapidez en campo contrario. Durante los anteriores artículos poníamos énfasis, quizá en ocasiones hasta excesivamente, en la necesidad de que el Sevilla encontrara su equilibrio defensivo desde la utilización de un doble pivote de mayor carácter destructivo que creativo y que Rakitic pasara a actuar en posiciones de mediapunta.
El cambio que está llevando a cabo el equipo rojiblanco no se fundamenta exclusivamente en esa cuestión. Conlleva un movimiento no solo de estructura táctica, sino también de modificación estratégica en el desarrollo del modelo de juego. El pragmatismo comienza a imponerse sobre la alegría en el fútbol ofensivo. El Sevilla parece haber asumido que tomar riesgos no le estaba repercutiendo de manera positiva ni en la competitividad ni en la parcela ofensiva. Tratar de ser valiente le estaba conduciendo a ser temerario y a perder más de lo que pretendía ganar.
El cambio parece haber sido brusco, pero en realidad ha ido siendo gradual. En partidos como visitante esas ideas ya fueron puestas en liza por Emery con resultados no tan productivos como los últimos cosechados. Pero ahora sí que parecen estar relativamente afianzados. Los propios jugadores pedían ese tipo de cambios cuando los partidos no se ganaban, mientras que el entrenador seguía mostrándose reacio a asentarlos como bases competitivas de su conjunto. Sin embargo, ahora podemos decir –con cierto riesgo a equivocarnos, también– que se empieza a identificar al Sevilla como un conjunto más granítico, más prosaico y menos poético.
Pese a todo, siguen existiendo aspectos que mejorar. El cambio de registro competitivo se intuye adecuado y casi necesario, pero no vale solo con la idea. La puesta en práctica debe ajustarse porque muestras ciertas aristas que pulir. Tratamos de mirar la evolución desde el lado positivo, pero sin obviar que aparecen cuestiones por resolver. El Sevilla no está siendo todo lo sólido que la idea lleva asociada, y de momento tiene su pilar principal en la efectividad ofensiva.
El momento que viven Bacca y Reyes es relativamente bueno, siendo los principales elementos diferenciales en el ataque Sevillista. M’Bia crece en los partidos jugados al rechazo, la segunda jugada y la agresividad en los balones divididos, mostrándose como elemento básico en un equipo que elabora menos, choca más y busca que los partidos sean cerrados, que pasen menos cosas de las que pasaban antes. Pero el conjunto tiene pequeñas fisuras defensivas que Carriço trata de tapar en la medida de lo que puede, siendo el activo defensivo de mayor importancia en el momento actual.
El equipo debe plantearse el crecimiento como bloque en la parcela defensiva y que su mejora en este aspecto del juego no venga exclusivamente condicionada por la calidad de los elementos –jugadores– que participan en los partidos. El Sevilla, por ejemplo, concedió situaciones de ataque con cierta facilidad al Granada y presentó ciertos problemas para pisar el campo contrario. Llevar a cabo un modelo de juego de mayor peso defensivo no significa que este deba cimentarse en la acumulación de jugadores en zonas más próximas a tu portería. Tiene que conllevar una mayor solidaridad defensiva, por ejemplo, de los extremos –algunas veces todavía perezosos en las ayudas– y un ajuste en los conceptos defensivos mayor al que tiene el Sevilla hoy día.
Crecer desde la defensa es positivo, y desde aquí consideramos que es el camino más adecuado, pero bajo unos parámetros tácticos definidos y fiables para que, en los momentos en los que la resolución ofensiva decaiga, esta caída no repercuta de manera acusada.
Otro aspecto importante que hay que considerar en el devenir próximo del Sevilla es su nueva y extraña situación institucional. La dimisión de una persona como José María del Nido, tan presidencialista y vinculada al día a día no solo de la entidad, sino también de la plantilla, origina cierta incertidumbre en la repercusión sobre el equipo. En condiciones normales la marcha del presidente no es un golpe que deba herir de gravedad a una plantilla. Pero este Sevilla F. C. dirigido por José María del Nido es una institución peculiar en ese sentido. El expresidente del club de Nervión era una persona muy vinculada a los acontecimientos que se desarrollaban en la plantilla y que acompañaba siempre a sus jugadores en todos los desplazamientos. Conocía todo lo que se cocía entre bambalinas dentro del vestuario, en la medida de lo que era posible, y sometía a este a un gran nivel de exigencia.
La ausencia de una persona de tan profundo calado dentro del club es un aspecto que solo con el paso del tiempo si repercute o no en el equipo.
Mientras, en Sevilla hay aires de cambio que parecen indicar una nueva idea desde la que competir. El horizonte se muestra más pragmático.
* Miguel Canales es director del proyecto “Fútbol Global“.
– Foto: Miguel Ángel Molina (EFE)
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