1.- El Milan completa un partido espléndido: mete al Barça en una olla a fuego lento y lo deja hervir hasta que se reblandece. El Barça vuelve a enfrentarse a la vieja asignatura pendiente y descubre que es bastante más que eso: es «la» asignatura. El Barça falla en todo y el Milan cuaja una actuación espléndida, certera, concentrada, profunda, perfecta para sus capacidades y su potencial.
2.- El partido que se preveía se cumple. Como en los cuatro enfrentamientos del curso pasado, pero incrementado. El Milan se sitúa en 4-1-4-1 con Ambrosini de líbero por delante de sus defensas y Pazzini en la posición más adelantada, usado para dar respiro a sus colegas. Esta vez, el equipo de Allegri no concede tanto las bandas como en anteriores enfrentamientos y se repliega en 4-5-1 pero orienta al Barça siempre hacia dentro, hacia el atasco. Plan conocidísimo, que exige paciencia franciscana.
3.- Y el Barça se deja hacer y conducir. Busca controlar el partido, dejar el marcador a cero y está conforme con sumarse al atasco si eso significa correr pocos riesgos. Este Barça ha vivido mil partidos como este y no son pocos los que se le atragantaron: del Celtic al Rubin, del Chelsea al Inter. Fueron mil y muchos se atragantaron.
4.- Conducir al Barça hacia el atasco central ha sido el mérito milanista, por momentos un acordeón colectivo. A la derecha de Ambrosini se ubican Montolivo y Boateng: uno para pensar y el otro para segar. A la izquierda, Muntari y El Shaarawy, el primero para cortar y el segundo para percutir. Los cinco cumplen las instrucciones a la perfección: se juntan y basculan, se agrupan y cierran cualquier espacio. Orientan al rival siempre hacia zonas ocupadas y fuertes. No conceden ni un palmo de terreno débil.
5.- Piqué y Puyol están atentos y serios, como siempre que se juntan. Piqué en especial, se anticipa con acierto casi en todas las intervenciones pero delante de ambos se amontonan los problemas. Xavi se mueve junto a Busquets, con la pretensión de que estando próximos se reduzcan las posibilidades de conceder contragolpes a los italianos. A cambio, Iniesta abandona cualquier atisbo de moverse por la izquierda y baja al centro, lo que suma otro elemento al atasco y no lo aligera.
6.- Sin espacio para moverse, de tan juntas como están las líneas defensiva y de medios del Milan, Cesc Fàbregas vive una agonía constante mientras Xavi se vuelve intrascendente, alejado del balcón del área rival. Aunque el marcador no lo refleje, está ganando el Milan porque ha llevado el partido donde quería: lejos de Abbiati, en un embudo sin salida por más que el Barça mueva el cesto de las cerezas, por si a base de agitar se abre algún huequito. Pero no.
7.- Triunfa el Milan pese al empate que aún figura en el resultado porque consigue hacer retroceder al Barça a una cierta versión anterior, al Barça de masticación lenta, abortando el nuevo formato de equipo abierto, veloz, profundo y directo. Es un ejercicio doble de resistencia: física la del Milan y psicológica la del Barça.
8.- Por momentos, Messi se insinúa por fuera, en el costado derecho, pero pronto regresa a la jaula central, donde se diluye en un nihilismo absoluto. Este asunto, el de Messi anudado por tres mediocentros que le ahogan, es parte crucial del jeroglífico que enfrenta el Barça y que volverá a repetirse la próxima semana ante el Madrid y, por supuesto, en la dura vuelta frente al Milan. Messi enjaulado es parte del problema, aunque no todo el problema.
9.- La receta del nuevo cuerpo técnico ha funcionado bien en la mayoría de encuentros del año. Después de la dura experiencia vivida ante el Chelsea el año pasado (y antes frente a los mencionados Inter o Rubin u otros), la experiencia de chocar cien veces contra una muralla sin lograr derribarla, el equipo eligió una vía más abierta, más directa, que arrojó un resultado rotundo: encajaba más goles a cambio de marcar muchos más. Un equipo que recibió 0,74 goles por partido como promedio en cuatro años pasó a encajar 1,1 en media temporada. El mismo equipo que promediaba 2,57 goles a favor ahora está en 3. Hasta hoy.
10.- En 40 partidos disputados hasta la noche del Meazza, el Barça había marcado en todos salvo el intrascendente encuentro con el Benfica. En los otros, siempre marcó y marcó mucho más gracias a la nueva receta: más campo, más profundidad, más riesgos, menos control, peores transiciones. En San Siro ha vuelto a encajar y por segunda vez en 40 partidos se queda sin marcar, lo que resulta lógico dado que solo ha disparado una vez a portería. Lo paradójico es que le ha sucedido en un partido que pretendía controlar a la vieja usanza.
11.- Pero en el que no ha mostrado las virtudes nuevas y sí los vicios antiguos. No ha presionado de manera posicional como antes ni logrado los espacios que recientemente conseguía, pero ha defendido con el atolondramiento de los últimos meses y manejado el cuero sin la precisión de los buenos días. Ha sido, en definitiva, un Barça híbrido al que le ha salido todo mal frente a un Milan que ha dado un memorable recital defensivo.
12.- Aceptó el Barça jugar por el centro creyendo que encontraría hueco, pero solo halló un muro tras otro. Quiso controlar sin riesgos en un ejercicio de posesión defensiva, pero el acordeón milanista le constriñó al centro del campo. Buscó mover con prudencia el cuero y se enredó en la maleza. Pretendió defenderse sin profundizar y ni fue el antiguo Barça ni el nuevo, salvo en las coberturas del segundo gol, donde sencillamente fue un desastre como tantas otras noches.
13.- Ya desde el primer tanto local quedó desmantelado el Barça, como anonadado por el sopapo imprevisto. Ese momento reflejó una incertidumbre profunda: ‘¿A qué jugamos hoy?’ parecían preguntarse algunos sobre el campo. Tras el segundo fue peor porque todos obtuvieron la respuesta y lo que escucharon no fue bonito porque comprobaron que ni era lo de ahora ni lo de antes, sino un híbrido con poco sentido.
y 14.- Lo bueno y lo malo del partido de vuelta es que se tratará de un partido mil veces visto. Un «partido acordeón». El del Inter, el del Rubin, el del Chelsea, el del Celtic. Por descontado, el partido de siempre del Milan. Pero el problema no radicará en lo que haga el rival, que es muy evidente lo que será: más de lo mismo. El problema para el Barça es lo que quiera (y pueda) ser el Barça. Antiguo o moderno. El más controlado de Pep que vencía por persistencia, control y exigencia hasta el mínimo detalle. O el más abierto y ligero de Tito, que lleva venciendo por entusiasmo, energía y profundidad. Uno u otro, pero no un híbrido de patas cortas.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal