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Hay en él trazos de galán británico. De esos que cada mes de septiembre se adentran en el Kursaal o desayunan en el hotel María Cristina de la capital donostiarra. De esos que captan los focos a su paso atraídos por el caché de anteriores trabajos. Bien podría su mirada de acero penetrante rivalizar con cualquier de los que han alzado la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, pero no será ese su escenario. David Moyes deberá patear primero Zubieta, pulir actuaciones y mejorar rendimientos para extraer el jugo de sus mejores actores. Y sin demasiado tiempo para todo ello deberá después ponerlo en escena ante el exigente público de Anoeta, al que el gusto se le ha afinado mucho tras tanta estrella Michelín. Es una nueva oportunidad para olvidar su último gran borrón, es un paso más en esa conexión tan especial entre las Islas y la playa de la Concha, es volver al traje azul (y blanco) que tan bien le sentaba. Es la nueva vida de un escocés de 51 años que busca reencontrarse con el fútbol.
Hay también algo de flema anglosajona y ambición sin límites representada en una anécdota del pasado. La recuerda el que ha sido su más fiel ayudante durante muchos años, Mick Rathbone, cuando preguntó al jugador David Moyes si quería ser entrenador cuando se retirara. El entonces defensa del Preston North End contestó sin vacilar: “Estoy convencido de que cuando cumpla 45 años ya habré sido entrenador de la temporada en la Premier”. Cuando alcanzó esa edad, el nuevo técnico de la Real Sociedad había sido nombrado como mejor entrenador de la temporada en la liga inglesa tres veces. La vocación de los banquillos se desarrolló pronto en este escocés al que las lesiones le impidieron hacer carrera en el Celtic. Con 23 años, Moyes ya era capitán del Bristol City y a su vez entrenaba a los componentes del Brunel Glazing, un equipo de aficionados.
Entre lesión y lesión tuvo tiempo para estudiar fisioterapia y al poco de retirarse en el Preston North End recibió una llamada. Al otro lado del hilo telefónico estaba Gary Peters, el que hasta hace una semanas había sido su entrenador le invitó a unirse al cuerpo técnico del club. Le pidió que planificara los entrenamientos de pretemporada junto a otro jugador de la plantilla que también apuntaba maneras. Su ayudante, ya en aquellas primeras sesiones, sería Mick Rathbone. Moyes terminaría haciéndose cargo del primer equipo del Preston y tras lograr dos ascensos en tres temporadas haría las maletas camino de Liverpool. A la orilla azul del Mersey llegaría con Rathbone como compañero de viaje. Aquel Everton está al borde del abismo, es un equipo que coquetea con los puestos de descenso y que cuenta con un vestuario convulso: un Gascoigne decadente, un Ginola que firma su epílogo en el fútbol inglés, o un Duncan Ferguson tan vehemente y pasional dentro como fuera del campo.
La relación entre el nuevo entrenador y el carismático Duncan pasó por todos los estados hasta que se quebró una vez Moyes le confirmó que no iba a renovarle el contrato. Cinco años después, el ex jugador de los toffees se tragó su orgullo y telefoneó al técnico escocés desde su retiro en Mallorca. Duncan le confesó que había lamentado cada día no darle la mano. Acto seguido Moyes le avaló para el curso de entrenadores y lo acogió de nuevo como entrenador de juveniles. Su buena sintonía se demostraría con la ascensión y confianza depositada en Wayne Rooney, por entonces un desconocido delantero que con tan solo 16 años conquistó el corazón de Goodison Park. David también fue clave en el fichaje de Mikel Arteta, un donostiarra que sería la brújula en el nuevo rumbo del Everton. El equipo pronto se asienta en la zona noble de la tabla y se convierte en un habitual de las competiciones europeas. En un club sin el poder económico y sin la tradición de otros grandes de Inglaterra el buen trabajo de Moyes y su apuesta por los jugadores de cantera le convierten en el mejor técnico del año hasta en tres ocasiones (2003, 2005 y 2009).
El destino le presentó su gran oportunidad tras su trabajo silencioso y aplicado a orillas del Mersey. Pero aquel relevo era un caramelo envenenado. No obstante, esa temporada sentada en el banquillo del Teatro de los Sueños le valió para volver a San Sebastián. Sí, para volver. La Real y el United quedaron emparejados en la fase de grupos y Moyes terminó con saldo positivo aquellos encuentros (una victoria en Old Trafford y un empate en Anoeta) y con una magnífica impresión de La Bella Easo. Aquella visita le sirvió para tener un conocimiento más cercano de la Real Sociedad, un equipo que ya le había sorprendido gratamente, según reconoció él mismo, la temporada 2012-13 con el fútbol vistoso y ofensivo practicado por los hombres de Philippe Montanier. Pero la primera vez de Moyes en San Sebastián había sido mucho antes. Hay que retroceder hasta la temporada 82-83 cuando un joven veinteañero visita el viejo Atocha con el Celtic de Glasgow. Los escoceses terminarían eliminados, pero ya entonces el actual entrenador de la Real quedó prendado de la ciudad y del ambiente único del vetusto estadio realista. El destino volvió a ponerle tras la pista del conjunto txuri urdin el pasado verano cuando Moyes asiste al partido de Europa League que enfrenta a los donostiarras frente al Aberdeen.
La llegada del técnico escocés ahonda en esa conexión británica que tantas tardes de gloria han provocado a orillas de La Concha. Moyes recogerá el legado de ese fútbol puro y romántico que antes extendieron por Donostia entrenadores como Harry Lowe, en el primer lustro de los años treinta, cuando los técnicos ingleses eran garantía de éxito. Más difícil será que iguale la personalidad arrebatadora y ese humor tan personal de John Benjamin Toshack, quien se sentó en el banquillo txuri urdin hasta en tres etapas distintas. No obstante, el último de los británicos que aterrizó en la capital guipuzcoana fue Chris Coleman, al que sus diferencias con el presidente Iñaki Badiola le hicieron dimitir seis meses después de acceder al cargo. De todos ellos y también de otros que dejaron huella en el fútbol español, como Bobby Robson o Terry Venables, se acordó Moyes en su presentación. Dice querer colocarse a su altura y confía que en un equipo histórico como la Real pueda hacerlo.
Más allá de estas referencias hay otros nombres fundamentales que explican la llegada de Moyes a San Sebastián. Mikel Arteta, actual jugador del Arsenal, ha sido uno de sus grandes consejeros en esta decisión: “Arteta me dijo que era un hombre afortunado de venir a un club y una ciudad histórica. Me gustaron mucho sus palabras sobre cómo se trabaja aquí la cantera”. Aunque la mayor insistencia provino del más interesado, del presidente de la Real, Jokin Aperribay: “Creía mucho en mí y tuve la oportunidad de venir a San Sebastián a cenar con él y pude ver las instalaciones. Es una decisión importante porque no solo vengo yo, también traigo a toda mi familia”. Sin duda, en Donostia el nuevo técnico se sentirá como en casa, en una ciudad que se ha significado con la causa escocesa colocando la bandera de la cruz de San Andrés en el balcón consistorial para apoyar el reciente referéndum celebrado en la tierra de Braveheart.
Casi idéntica repercusión que el proceso de independencia tuvo la llegada del escocés a tierras guipuzcoanas. De un plumazo, Moyes colocó de nuevo a la Real en el escaparate europeo. El equipo txuri urdin ocupó un lugar destacado en los medios británicos más reputados (The Times, The Telegraph, The Guardian o The Independent), en los tabloides (The Mirror o The Daily Mail) y en televisiones de ámbito global como la BBC. El resto de Europa (La Gazzetta dello Sport, Kicker, A Bola, etc.) también se hizo eco de la llegada del sustituto de Alex Ferguson a Donostia enviando la mayoría de medios a enviados especiales para la ocasión. Durante 25 minutos, David Moyes fue trending topic en Twitter. Un nuevo escaparate parece abrirse a orillas de La Concha.
“Mi fútbol se parece más al de Mourinho que al de Guardiola”, sentenció el nuevo entrenador en su presentación. Toda una declaración de intenciones de este defensa empeñado en negar la victoria al rival. No es de extrañar, por tanto, que sus equipos se organicen muy bien atrás, alrededor de un 4-2-3-1, con la última línea y la de centrocampistas dejando un espacio muy pequeño entre ellas. El Everton, por ejemplo, era un equipo de transiciones brevísimas. Se trataba de recuperar el balón y llevarlo inmediatamente al otro lado del campo para mantener el balón arriba. Algo de eso ya pudo observarse en Riazor el pasado sábado, cuando las contras catapultadas por Granero, Chory Castro o Canales encontraban rápido a Vela. El mexicano, pleno de confianza tras su vuelta a la selección, disponía de libertad por todo el frente de ataque para partir desde la derecha o permutar con Canales en la mediapunta. La implicación defensiva tanto de los extremos como de hombres más creativos como Granero fue otra de las primeras pinceladas que pudo verse del estilo Moyes. El escocés quiere un equipo compacto. Nada de partirse en medio campo.
El aspecto físico es otra de las fortalezas más destacadas de sus equipos. Los entrenamientos con importantes cargas físicas han tomado el protagonismo en Zubieta y los jugadores acusaron la intensidad y las cargas de trabajo en la segunda parte del partido contra el Depor. Tras unos primeros 45 minutos llenos de intensidad en la presión y en los balones divididos, los donostiarras se vieron superados por los gallegos y terminaron dando por bueno el punto. Mantener la portería a cero ya fue una pequeña victoria para Moyes, consciente de que blindar la portería es el primer paso para crecer. A partir de ahí llegarán los análisis pormenorizados de los rivales (una de las especialidades de Moyes que más han sorprendido en San Sebastián) para dotar a sus jugadores de los recursos necesarios con los que neutralizar su juego. Posteriormente intentará repetir el mismo once con el que gane y comunicará la alineación siempre un día antes del partido.
Uno de los ídolos de la parroquia realista aporta otros matices sobre el estilo de juego de Moyes: “Sus equipos saben defender, pero le gusta hacer las cosas bien con el balón. Busca un juego de pases, pero mezcla estilos. Están jugando por abajo y de repente cambia y buscan varios balones en largo para cambiar el ritmo y sorprender al rival”, dice John Aldridge. Palabras mayores. Ese gusto por alternar recursos también pudo verse en Riazor, donde Granero y Bergara se adueñaban de la pelota y Agirretxe ejercía de boya para bajar y descargar los balones por alto. No cree el antiguo delantero del Liverpool y de la Real que le cueste mucho a Moyes adaptarse al fútbol español: “Desde que existe Sky Tv no hay problemas. Vemos fútbol de todo el mundo constantemente y Moyes sabe muy bien cómo se juega en España”. No lo tiene tan claro Phil Ball, escritor y periodista inglés afincado en San Sebastián: “No es lo mismo ver fútbol por la tele que entrar en detalle sobre el terreno. No va a ser fácil, pero no es un chico de 30 años. Es un hombre de 51 y muy experimentado“. Phil añade algún rasgo más sobre su personalidad: “Dice lo que piensa pero no es ningún bocazas. Es recto, es el típico escocés que saca el carácter cuando lo necesita y no le tiembla el pulso”.
Sin duda lo va a necesitar en San Sebastián, donde su equipo merodea los puestos de descenso con solo dos victorias en toda la temporada en una situación que recuerda mucho a la que se encontró en el Everton. Aquí todo es nuevo para él, incluso los colaboradores más cercanos tras declinar Phil Neville su invitación a acompañarle como segundo entrenador. Eso le ayudará a integrarse lo más rápido posible en la cultura e idiosincrasia del club. Su llegada a San Sebastián tiene también algo de redención y segunda oportunidad tras el fiasco de Manchester. En Anoeta buscará quitarse la etiqueta de sustituto de Ferguson para volver a erigirse en uno de los técnicos más afamados de las Islas. Para ello cuenta con un grupo de actores lo suficientemente preparados como para armar una buena trama. El guión corre de su cuenta y recupera ese toque británico que tanto gusta en San Sebastián. No es septiembre pero los focos vuelven a apuntar a la capital guipuzcoana. Se abre el telón de una nueva era. Estrenan un escocés en Donostia.
* Emmanuel Ramiro es periodista.
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