Un equipo hecho de trabajo

por el 7 octubre, 2015 • 6:25

 

Hace un tiempo tuve la oportunidad de leer un artículo sobre el AC Milan-Real Madrid de 1989 que algunos consideran el paso de la edad media del fútbol a la era contemporánea. Y sentí la irrefrenable necesidad de volver a ver toda la eliminatoria.

Prácticamente todas las referencias que encontré de aquella eliminatoria se centran en el partido de vuelta (el histórico 5-0), pero yo me centré en el partido de ida (1-1). En él me sobrecogí con los coast to coast de Rijkaard y Baresi (ellos formaron, aquel 5 de abril, la pareja de centrales de la línea de cuatro de Sacchi), esas variantes ofensivas incorporándose a la zona de medios con Colombo (en efecto, un doble lateral) y Ancelotti corrigiendo siempre los espacios abandonados por los aventureros Rijkaard y Baresi. Punto aparte se merece la eliminatoria de Ancelotti, sin lugar a dudas (en mi opinión) el jugador con más capacidad de interpretación del juego de cuantos participaron en ese partido, cosa que me sorprendió, ya que en el campo había hombres como Baresi o Martín Vázquez. El de Reggiolo era sin duda quién dominaba más el juego posicional en aquel equipo. Baresi aglutinaba el peso de las transiciones al incorporarse al mediocampo, pero más centrado en tocar y romper, pocas veces daba salida por detrás para dar continuidad, cosa que sí hacía Ancelotti para dar un sentido más posicional al juego milanista (cuando la vertiginosa dinámica italiana lo permitía).

Esta variante ofensiva, protagonizada por el italiano y el holandés (en ocasiones hasta un punto barroca, superando la línea de los pivotes para pisar el carril del ’10‘, especialmente cuando la llevaba a cabo Rijkaard), parecía desordenar el dibujo del equipo de Sacchi, pero nada más alejado de la realidad; el efecto corrector de los dos mediocentros milanistas mantenía una permanente ocupación racional del espacio mientras que el equipo blanco no hacía más que desordenarse ante la irrupción desde segunda (o primera) línea de Baresi o Rijkaard, aprovechando el espacio entre líneas que regalaba el Madrid y que aprovechaban los jugadores de Sacchi sin cesar. Van Basten ocupaba la espalda de los dos centrales (Sanchís y Tendillo), aprovechando los metros que estos dejaban, habilitados por la posición de Gallego como líbero (rol extinguido en el fútbol moderno).

La transición defensa-ataque del Milán era sinónimo de incorporación automática de uno de los dos centrales, en el caso de Rijkaard más efectista que efectiva; en el caso de Baresi incluso necesaria para darle un mayor sentido a la transición italiana, principalmente cuando el que tapaba su progresión era Colombo (que aportaba poco en la construcción, más o menos lo mismo que su compañero de banda Tasotti) y no Ancelotti, que tenía una capacidad asociativa superior. Baresi conseguía siempre eliminar rivales al incorporarse a zona 2, cosa que facilitaba la superioridad numérica de los milanistas en campo contrario, con lo que, junto a la poca capacidad de crear ventajas posicionales en el momento sin balón de los madridistas y lo largo que era el equipo local en defensa, el Milan llegaba bastante oxigenado a zonas de finalización. El equipo milanista realizaba estas transiciones como si de una manada se tratara, arrollando, como si fuera el minuto 90 y el equipo estuviese perdiendo, hasta el punto de que llegaron a incorporarse en variante Baresi y Rijkaard al unísono con 1-1 en el marcador (resultado más que positivo para sus intereses, teniendo la vuelta en San Siro).

La propuesta de Sacchi, en cierta medida contraria a propuestas más actuales como el juego de posición, fue realmente revolucionaria en su momento. Observando cómo gestionaba las asociaciones espaciales el Real Madrid y como lo hacía el Milan del 89, se percibe un choque cultural bestial, algo así como cuando se toparon frente a frente el Homo Sapiens y el hombre de Neandertal. Los que sintieron los segundos puede ser similar a lo que sintieron Gallego, Tendillo, Schuster y compañía al toparse con aquel equipo corto y estrecho que era capaz de permutar posiciones sin perder la organización colectiva (las permutas de Ancelotti y Donadoni, si el rival no tenía un sentido de defensa zonal, cosa que en la época no era muy común, eran un auténtico dolor de cabeza para sus pares del centro del campo). En palabras del propio Sacchi años después, rememorando aquella eliminatoria, aquel Milan era un equipo que no daba puntos de referencia, un equipo donde todos se movían y habían hecho del movimiento su razón. Realmente era un “equipo hecho de trabajo”, como le gustaba decir a Sacchi, que se encontró en su último paso para alcanzar la tan ansiada final de la Copa de Europa de 1989 con un equipo, el español, con bastantes menos sinergias colectivas y más dependiente de sus jugadores desequilibrantes (y hablamos del Milan de Sacchi, que contaba con hombres como Gullit o Van Basten, pero lo que primaba era el funcionamiento colectivo). Sonrojante es la diferencia en el tratamiento del momento sin balón de unos y otros. Mientras los de Leo Beenhakker se mostraban como un equipo largo que regalaba una gran cantidad de metros en los espacios interlineales e intralineales, los de Sacchi aprovechaban la regla del fuera de juego como nadie lo había hecho hasta el momento; achicaban espacios y presentaban una moderna defensa en línea ante la defensa con líbero del Real Madrid.

Se podría interpretar la propuesta de Sacchi como una maravillosa génesis de la gestión espacial, encumbrada por su espectacular achique y presentada como una antítesis del juego posicional de finales del siglo XX por su alta carga de permutas y desdoblamientos entre todos los miembros del equipo italiano. Sacchi comentaba que aquel día su principal obsesión era conseguir superioridad numérica en la presión tras pérdida, cosa que consiguió, aunque fue en el partido de vuelta cuando se ensalzó esta virtud del equipo milanista a su máximo exponente.

Otra de las cosas que me ha entusiasmado de mi viaje a este momento clave en la historia del fútbol moderno es el papel de Donadoni. ¿Cuántos Donadonis jugaron aquel partido? Daba la sensación de estar por todos los lados y, además, de siempre participar con sentido y eficiencia. Sin lugar a dudas fue el jugador que más calidad técnica exhibió de cuantos tomaron parte en la eliminatoria.

Aunque no todo lo que hizo el Milan aquel día fue excelso (por ejemplo, en el gol de Hugo Sánchez se puede ver cómo Baresi se queda enganchado en el primer palo y habilita al mexicano), sí que se puede hablar de un partido que hizo avanzar al fútbol moderno unos cuantos pasos hacia adelante.

* Isaac Guerrero.





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