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La primera media hora del Bayern München sobre la hierba del Emirates fue la de un equipo en toda la extensión de la palabra. Los pupilos de Jupp Heynckes se asentaron en el campo del Arsenal con un dominio posicional incontestable. Javi Martínez y Bastian Schweinsteiger, alternando sus posiciones, con la inestimable ayuda de Toni Kross, se impusieron claramente a los tres centrocampistas que alineó Wenger, con Arteta por detrás de Ramsey y ambos por detrás de un Wilshere que estuvo desconectado del equipo, como un vagón que se suelta del resto del convoy.
A la superioridad posicional, el Bayern añadió una de sus principales virtudes como como conjunto: el juego por bandas. Especialmente por la banda derecha de su ataque, donde encontró a un Philipp Lahm que se convirtió en un puñal ofensivo: subió una y otra vez para doblar a Thomas Müller y generar superioridades. Ante este escenario, el Arsenal solo podía contrarrestar con balones largos de Arteta directamente hacia Walcott. En circunstancias normales, era previsible que un jugador de la velocidad de Walcott pudiese incomodar a dos centrales como Van Buyten y Dante, pero jamás le llegó un balón con ventaja suficiente para poder ganar la espalda a la defensa del Bayern.
Una jugada por la derecha, como no podía ser de otra forma, concluyó con un pase atrás de Müller que empalmó a bote pronto Toni Kross para poner por delante al Bayern en el marcador. Casi sin solución de continuidad, Van Buyten ganó un balón de cabeza tras un córner en el palo corto y el rechazo de Szcesny lo cazó el silencioso Müller para dejar el partido y casi la eliminatoria medio sentenciada. La capacidad que tiene Müller en jugada elaborada y a balón parado para filtrarse en las defensas enemigas la tienen pocos jugadores en el concierto europeo.
Tras el 0-2 el Bayern bajó el pistón de la intensidad y aguardó en campo propio con una colocación defensiva perfecta, ahogando a Wilshere y con él las esperanzas del Arsenal de generar peligro. El conjunto de Wenger no encontró nunca pasillos interiores por los que hacer daño al Bayern pese a tener un once que en teoría podía asociarse.
El Arsenal de los últimos años ha sido un equipo capaz de asociarse, de generar buen fútbol combinativo y que solía tener problemas en la definición. Ahora mismo es un equipo incapaz de asociarse, que busca pelotazos largos buscando la velocidad de Walcott y que sufre mucho en defensa. En frente tuvo un rival que supo explotar y castigar los defectos actuales de los gunners con un sentido colectivo del juego impecable.
Un error tremendo de Neuer a la salida de un córner dejó la pelota en franquicia para que Podolski acortase distancias sin que el gol fuera reflejo de ninguna mejora en el juego. El Arsenal tuvo diez minutos en los que se envalentonó y pudo empatar en un remate del recién incorporado Giroud que salvó Neuer. El empate no hubiera sido justo y cuando se esfumó la euforia del tanto que supuso el uno a dos, el Bayern fue creciendo de nuevo.
La jugada del 1-3 explica de nuevo las virtudes del equipo alemán. Mandzukic aguantó un balón de espaldas y descargó sobre la banda derecha, donde Robben, que había entrado por un buen Ribery, aplicó su velocidad habitual. Desde atrás apareció el omnipresente Lahm para doblar al extremo holandés y centrar. Su pase le llegó a Mandzukic, que había estado presente en el inicio de la jugada y al alimón con Sagna introdujo el balón en la portería.
El partido concluyó con la sensación real de que la eliminatoria está resuelta, salvó milagro poco probable del Arsenal en Múnich, y dejó una nueva confirmación de que el Bayern es ahora mismo uno de los conjuntos más poderosos del fútbol europeo de la mano del zorro plateado, Jupp Heynckes, un técnico de una envergadura gigantesca y poco reconocida.
* Alberto López Frau es periodista.
– Foto: Andy Hooper (Daily Mail)
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