"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Independiente está en la B. Uno de los equipos que había participado de todos los torneos profesionales en primera jugará desde julio en la segunda categoría del fútbol argentino. Parece increíble, pero dos años después del descenso de River, el Rojo de Avellaneda también cae a la Primera B Nacional.
Son horas turbulentas. Se enuncian teorías diversas para encontrar culpables y cada cual tiene su composición particular para explicar por qué Independiente descendió por primera vez en su historia. En verdad, hay margen para que las posturas sean variadas, ya que la foto del club es lastimosa: económicamente está en la ruina, los desaciertos deportivos han sido calamitosos, el nuevo estadio aún no está terminado y aquel que desde la presidencia venía a terminar con los desmanejos, agotó su crédito ante la gente. Además, el plantel profesional no cuenta con capital importante más allá de un par de casos excepcionales.
La radiografía general de la situación de Independiente la habíamos anunciado en febrero, cuando aún restaban 16 fechas y particularmente en una de las dos jornadas de toda la temporada en la cual el Diablo no estaba en la zona roja. Fue luego de ganarle el clásico a Racing, uno de los pocos momentos dulces en un año calamitoso.
En ese momento, no por ser un iluminado, sino por ver año tras año qué conjuntos mantienen la categoría y cuáles no, se afirmaba lo siguiente: “Gallego dijo tras la victoria ante Racing que él apunta a pelear el campeonato. Debe tener cuidado el Tolo y no fijar la vara demasiado alto ni distraerse del objetivo principal: evitar que Independiente pierda la categoría en junio”. Esa frase, ese deseo, en el cual él realmente no podía creer si compartía días de entrenamiento con un plantel pobre, fue un mensaje absolutamente errado. Intentó insuflar una confianza que duró una semana, hasta que Independiente cayó con Arsenal. Américo Ruben Gallego no ganaría más en el certamen; siete juegos sin victorias y el equipo hundido en la tabla de los promedios marcaron el final del ciclo del DT. Aquel que más alegrías le había dado en este siglo a la gente del Rojo pero que en su tercer ciclo en el club sumó 24 puntos en igual cantidad de partidos.
La llegada de Miguel Ángel Brindisi fue sumamente particular. Luego de rechazar el ofrecimiento en una primera instancia terminó asumiend. Pocos querían agarrar el timón de un barco que se hundía. Tras una derrota inicial contra el Atlético Rafaela, el equipo empezó a mejorar y pudo mantenerse con chances por una pequeña levantada. Muchos pibes comenzaron a tener participación junto a los (pocos) experimentados que rendían: Tula, Morel, Vargas, al margen del Rolfi Montenegro, quien arribó como el salvador pero terminó teniendo un torneo insípido.
Sin embargo, los últimos partidos fueron la muestra patente de lo que significa jugar por mantener la categoría en un equipo grande. El pavor se apoderó de todos; Independiente no intentó ser protagonista de ninguno de sus últimos seis juegos, a excepción del choque ante San Martín de San Juan. La pelota pesaba, las responsabilidades eran enormes y para colmo, en las jornadas decisivas, sus rivales directos comenzaron a sacar resultados muy positivos. En definitiva, este plantel terminó sumando en una temporada en la que se sabía que debía hacer una buena campaña apenas 38 puntos en 37 encuentros, y cae descendido a la B Nacional.
Pero este fracaso no puede ni debe ser analizado simplemente desde lo futbolístico, eso no termina siendo más que el reflejo de un club vaciado. Los cimientos que aún están a la vista en el Libertadores de América son la mejor imagen de lo que hicieron con una institución que supo ser modelo. Al Rojo lo desnudaron y quedó frágil, incompleto, con la fachada del que fue en algún momento, pero con una estructura impropia de un grande. Eso es Independiente hoy, eso también es su estadio.
La aparición pública de Julio Comparada, expresidente del Rojo durante dos mandatos –reelecto en el medio con 78 % por ciento de los sufragios– y responsable número uno de la crisis general del club, a pocas horas de consumado el descenso pareció un chiste de mal gusto. No solo por no arrogarse casi culpas (de hecho, explicó que el estadio, en el cual se habrían invertido más de 30 millones de dólares pero que lejos está de ser finalizado, no se finalizó por la crisis internacional y mencionó a la firma Lehman Brothers en su descagro…), sino porque fue la primera vez que habló públicamente luego de su salida de Independiente en diciembre del 2011.
Los descensos en Argentina se miden por una tabla de promedios de puntos en las últimas tres temporadas. Paradójicamente, en esas campañas está incluido el semestre en el cual el Rojo se quedó con la Copa Sudamericana del 2010, un espejito de color que muchos compraron, y no vieron lo que realmente ocurría. Javier Cantero asumió en el medio del proceso que desembocó en la caída final; su proyecto quedará marcado con la palabra desilusión.
Algunas buenas intenciones iniciales, como su pelea abierta con la barrabrava, fueron catapultadas por dos aspectos: su tibieza y su incapacidad. No hay ninguna prueba ni indicio que permita sospechar de su honestidad para con el club (a diferencia de su predecesor), pero arrió las banderas, se replegó y terminó tomando decisiones de las cuales él mismo hubiera renegado durante su campaña. Aquel outsider que venía a barrer con la vieja política terminó cada vez más cerca de la vetusta conducción de la AFA, permitió la salida de la encargada de la seguridad del club, Floriencia Arietto, y más allá de su líder, la barra conservó su lugar en la tribuna.
En estos días está por cancelar la convocatoria de acreedores, los empleados del club (excluyendo a los jugadores profesionales en este ítem) están al día y eso podría ser un sinónimo de mejoramiento de la economía del club. Pero no. La deuda sigue creciendo, y lo que se estimaba en 330 millones de pesos hace un año, hoy podría superar los 400 millones (más de 56 millones de euros) en el próximo balance. Contratos fastuosos en el deficiente primer equipo, incluyendo los del cuerpo técnico de Gallego y el actual, parecen ir a contramano de un club que está en una situación económica casi terminal. Los que revolotean por la institución y tienen cara de mecenas probablemente no sean más que los nuevos buitres. Así llegó Comparada en su momento y este es el nefasto desenlace.
¿Hay solución? Seguramente que sí, pero si al asumir la presidencia Cantero la tarea era ardua, ahora lo es mucho más. Él se quedó sin respaldo de los hinchas, de los socios y de sus pares. Además, en este semestre enterró su proyecto y no precisamente por el descenso en sí, sino por todo el resto de sus decisiones.
¿Es el descenso el mayor de los problemas? Seguramente que no, pero sí es lo más doloroso, al mismo tiempo de ser el resultado lógico de años y años de respuestas institucionales bochornosas. El torneo de la Primera B Nacional es difícil, River tuvo que sufrir hasta el último minuto para volver, a Rosario Central le llevó tres años retornar, a Gimnasia de La Plata, dos. Las diferencias futbolísticas se han limado muchísimo en el último lustro entre ambas categorías y aventurar que Independiente va a volver en un año es arriesgado. Además, el próximo año la estructura se ampliará a 22 equipos (similar a la Liga Adelante) y contará con la misma cantidad de ascensos (tres) pero se extenderán los descensos a cuatro (esta temporada fueron dos).
En el próximo mes y medio se tomarán las decisiones clave para que Independiente pueda volver prontamente y deje de lado el fantasma del ascenso. Muchos hablan del tiempo de refundación, de que tal vez este sea el momento indicado para dejar atrás un pasado reciente ignominioso. Suena mucho más fácil de lo que realmente es. Para que el mar de lágrimas que se vio el último sábado en Avellaneda no sea en vano, no bastará simplemente con un apoyo incondicional de la gente en las tribunas –que también– sino con un nivel de compromiso real mayor en el devenir del club. Quizás dar ese paso de activación política sea la mejor manera de que este fracaso deportivo e institucional que significa el descenso de una entidad otrora gloriosa pueda ser un momento bisagra.
* Diego Huerta es periodista y editor del sitio web Cultura Redonda.
– Fotos: La Nación
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