Fútbol / Crónicas 2013-2014 / Inglaterra
Desde que a principios de los años noventa el Machester United tomara el testigo del Liverpool como bestia dominante en el fútbol inglés, la distancia entre ambos se había ampliado al punto de forjar un complejo de inferioridad del club de Anfield respecto a los red devils que este domingo tuvo un histórico punto de inflexión para revertirse, dando un espaldarazo tremendo a las opciones del Liverpool de ganar la Premier y hundiendo a un equipo sin alma que salvo milagro dejará de acudir a la Champions el año próximo por primera vez desde la temporada 1995/96.
Moyes casi calcó el equipo que había goleado en The Hawthorns al WBA, con Vidic como única novedad. El técnico escocés decidió dar continuidad a la pareja Carrick-Fellaini en la medular, que tan buen resultado le había dado las dos jornadas anteriores, y dejar en el banquillo a Cleverley, gran perjudicado de la debacle ante Olympiacos.
Por su parte, Rodgers mantuvo el 4-4-2 con formación diamante en el centro del campo que ya había dibujado quince días antes en Southampton, ubicando esta vez a Sterling como mediapunta en lugar de Coutinho, con Gerrard afincado en el vértice inferior del rombo y Henderson (derecha) y Allen (izquierda) como interiores. Como luego explicaría en rueda de prensa, buscó aprovechar el espacio que dejan entre ellos los centrales del Manchester United, y la jugada no pudo salirle mejor.
La versatilidad de Rodgers a la hora de manejar diversos sistemas y variantes tácticas, adaptándose siempre a lo que demandan las circunstancias, ha sido absolutamente determinante a lo largo de la temporada para que el Liverpool esté en esta posición de privilegio. Ante la baja por sanción de Suárez al inicio de temporada, colocó a jugadores dinámicos y asociativos como Aspas o Coutinho por detrás de Sturridge para potenciar las virtudes del delantero inglés, y este sostuvo al equipo. Con el regreso del uruguayo, cambió el esquema de forma radical, y pasó del 4-2-3-1 a un novedoso 3-5-2 que desaparecería con la lesión de Sturridge. Sin él, Rodgers acomodó al equipo para que luciera Suárez, que se salió del mapa arropado en un 4-3-3 con Sterling y Coutinho desbordando hacia dentro y hacia fuera desde los costados, buscando siempre conectar con el uruguayo. Colocar a Gerrard como único mediocentro, retrasando su posición más que nunca en su carrera, había sido su último trazo en la pizarra, y tenía este domingo un escenario, un rival y un momento de la temporada perfecto para exhibir el acierto de esta decisión.
El agresivo trivote que formaban en fase defensiva Allen, Gerrard y Henderson asfixió a Rooney, incapaz de conectar de manera fluida con el potencial caudal ofensivo que le rodea. Cuando Mata se vino a posiciones más interiores, corrió la misma suerte que Rooney, y las ideas en ataque de los de Moyes nunca pasaron de ahí. El gran partido de Flanagan reforzado por las constantes ayudas que recibía para frenar a Januzaj hicieron que el extremo belga no se sintiera cómodo en ningún momento, y ante la espesura de esta línea de tres cuartos Van Persie se convirtió en un espectador de lujo que solo pudo completar doce pases en todo el partido –los mismos que Mignolet–.
La superioridad numérica, posicional y de intensidad del centro del campo del Liverpool desnudó las carencias de la pareja Carrick-Fellaini. La velocidad en la circulación de balón que exigía la presión del Liverpool está fuera del alcance del mediocampista belga, y la lentitud de Carrick desentonaba en un partido tan físico. La presencia de Sterling en la mediapunta aceleraba más si cabe las transiciones, y a base de desmarques en ruptura Sturridge machacó la espalda de Vidic.
A los 33 minutos el árbitro señalaba penalti por mano de Rafael en el área del Manchester United y le perdonaba la segunda amarilla al lateral brasileño. Gerrard transformaba la pena máxima que hacía justicia a lo que se estaba viendo sobre el césped. El United cerraba la primera parte con la que sería su única ocasión del partido, en una jugada aislada en la que Rooney disparó desde dentro del área y Mignolet despejó a córner. Nada más comenzar la segunda parte, un nuevo penalti –esta vez en un innecesario empujón de Jones a Allen– transformado por Gerrard dejaría el partido visto para sentencia. El capitán del Liverpool culminaba un partido memorable en su nueva ubicación, donde ha demostrado que es capaz de leer el fútbol en todas las fases del juego y de dominar los dos vértices opuestos del rombo (la mediapunta –cuando su físico se lo permitía– y la base), a pesar de lo distintas que son las virtudes que exige cada posición.
A trece minutos para el final, un nuevo robo de balón de Sturridge en plena elaboración del United provocó un contragolpe en el que el delantero inglés se aprovechó de la lentitud de la zaga para replegar y acabó regateando a Vidic para tirarse después de forma descarada dentro del área de De Gea. El central serbio le afeó el gesto a Sturridge, pero el árbitro ya había mordido el anzuelo. Vidic vio la segunda amarilla –cuatro de las seis expulsiones que ha sufrido en la Premier League a lo largo de su carrera han sido ante el Liverpool– y el partido acabó de romperse. El Manchester United, al que no le habían señalado ningún penalti en los 85 partidos anteriores en Old Trafford, veía cómo le señalaban el tercero en un mismo partido. Gerrard mandó esta vez el penalti al palo, pero comenzó ahí una fase del encuentro donde la goleada pudo ser más escandalosa. Un paradón de De Gea tras una magnífica acción de Luis Suárez con sombrero incluido a Jones sería el preludio del tercer gol. En la siguiente acción, un disparo defectuoso de Sturridge se convirtió en una asistencia perfecta a Suárez que, solo ante De Gea, ya no perdonó.
El 0-3 supone una victoria de prestigio en el estadio más difícil que le quedaba por visitar al Liverpool esta temporada; deja constancia de equipo sólido, convencido de sus posibilidades y con el hambre propia de un equipo que no celebra una liga desde hace veinticuatro años. Los de Rodgers quedan así a un punto del Chelsea, que es líder a la espera de que el Manchester City complete los tres partidos que acumula de retraso, que de ganarlos todos se colocaría con tres puntos de ventaja sobre los de Mourinho. A los cuatro candidatos al título le restan dos duelos directos, pero el Liverpool es el único que disputará los dos en casa (ante Chelsea y Manchester City), por lo que Anfield puede jugar un papel decisivo como juez del campeonato.
Mientras, el Manchester United entierra las pocas opciones que le quedaban por atacar el cuarto puesto y deberá pelear duramente con Tottenham y Everton por quedar entre los seis primeros para jugar en Europa la temporada que viene. Dar la vuelta a la eliminatoria frente al Olympiacos ni siquiera maquillaría la temporada, pero minimizaría daños, haría descender el nivel de ruido que rodea a Moyes y otorgaría confianza a un equipo en depresión para buscar acabar de la manera más aseada la pesadilla en que se ha convertido la presente campaña.
* Alberto Egea.
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