"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
El refranero español es tan rico como, en ocasiones, algo mentiroso. Es un conjunto de frases hechas con un sentido, aunque no con un fondo siempre real. Hay dos de esos refranes que pueden utilizarse para explicar cómo gustar a la gente. Desde el cotidiano la primera impresión es la que cuenta a más vale caer en gracia que ser gracioso.
El cine es un ejemplo de contar historias. Mayoritariamente son pura ficción, pero no siempre. También las hay que especifican que se basan en hechos reales. Desde la implantación de la TDT, o quien tenga contratado un servicio de televisión por cable, la cantidad de canales que emiten películas es inmensa. Algunas de ellas, programadas cientos de veces. Eso sí, en distintos horarios.
Por ejemplo, recientemente, un día vi la introducción de una de ellas. Un conjunto de personas en fila, con un cartel agarrado con las manos a la altura del pecho. La típica escena de los delincuentes en la comisaría teniendo que hacer frente a un momento nada cómodo: una rueda de reconocimiento. Eran los primeros minutos de Sospechosos Habituales.
Ikechukwu Uche firmó por el Villarreal C. F. el año del fatídico descenso a Segunda División. Esa temporada sólo marcó un gol con el Granada, donde fue cedido, en una operación un tanto extraña. El nigeriano llegaba al club amarillo desde el Zaragoza, donde su pasó fue discreto por culpa de las lesiones. Sin vestir la camiseta del submarino acabó en el equipo granadino. Ese tanto se lo marcó, en Los Carmenes, precisamente al equipo propietario de su pase y que estaba dirigido entonces por Juan Carlos Garrido.
Eran los primeros compases de la temporada. Fernando Roig, en el contrato de cesión, no consideró oportuno colocar la ya tan cacareada y manida cláusula del miedo. Esa temporada, Uche fue para los aficionados granadinos el peor fichaje de un equipo que se salvó. Mientras, el Villarreal bajó a Segunda División. Paradojas del fútbol.
En el verano, el delantero africano regresó a La Plana para quedarse. Junto con Cavenaghi, Pandiani, Gerard Bordas y un Rossi convaleciente de su segunda operación en la rodilla formó la delantera que debía devolver al equipo a la primera división. Era un equipo confeccionado con un único objetivo, el ascenso directo, tras un descenso traumático y con un técnico a los mandos que no era ni la primera ni la segunda opción que barajaron los dirigentes para comandar la nave.
Volviendo al principio de este relato, Uche no cayó en gracia ni fue gracioso. La primera impresión que quedó entre la grada es que no era un jugador de nivel para optar al ascenso. No era un goleador, un jugador fiable. En cualquier comparación con los mejores delanteros que han pasado por el club, desde Craioveanu a Rossi, era de los últimos de la lista. Se convirtió en un sospechoso habitual.
Cuestión de gustos de gran parte de la grada. Con la mayoría de aficionados asimilando el shock de verse en un lugar donde no pensaban estar un año antes cuando se visitó, por ejemplo, el Allianz Arena, el atacante nigeriano era el blanco de las críticas. Aunque no el único, también es bueno aclararlo. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a un delantero? Fallar. Y claro, ese detalle, el único por el que se guía el abonado de cualquier club a la hora de medir a un ariete, fue por el que se le juzgó.
No importaba que generara las ocasiones, que pese a los pocos minutos de los que dispuso en ese inicio de temporada fuera el máximo goleador, por delante de Pandiani y Cavenaghi, el exjugador de River Plate vitoreado en su debut que salió por la puerta de atrás en diciembre. Pandiani dejó como recuerdo solo dos goles. Uche, como en Granada, cuando fallaba un gol era silbado. Era al que más se responsabilizaba del empate o la derrota. Por no marcar las ocasiones que, muchas veces, él mismo se generaba de la nada.
Tras la llegada de Marcelino, y después de estar un mes con su selección disputando la Copa de África, Uche seguía siendo el pichichi del equipo. En el mercado invernal se fichó a Perbet, procedente de la liga belga. El francés cayó de pie y anotó 10 goles. Pero fue el africano quien marcó alguno de los tantos más importantes que permitieron el ascenso.
La memoria, que cuando se quiere es selectiva, debería hacernos recordar que fue él quien, en el minuto 94 ante el Sporting de Gijón, dio el triunfo que significaba descartar a los asturianos prácticamente de la lucha por ascender o disputar el playoff. Esa mañana logró un doblete (acumuló cuatro a lo largo de la temporada).
O en Alcorcón, donde, de no ganar, el Villarreal dejaba de depender de sí mismo para acceder a la segunda plaza de ascenso directo. En Santo Domingo marcó el 0-1, el gol que más cuesta, el que sirve para abrir el marcador. Muchos entrenadores así lo afirman cuando analizan los partidos.
En verano, muchos pedían refuerzos en la delantera. Se dudaba del rendimiento que ofrecerían Perbet, Pereira (también llegado en diciembre) y Uche. Porque el delantero nigeriano no es un jugador que haya enamorado a la grada. Ni parece que lo vaya a lograr. Tal vez todo sea cuestión de marcar goles.
Aunque cierto sector de aficionados pide que con Giovani dos Santos juegue Perbet o Pereira, ¿quién es el segundo máximo goleador del equipo tras el mexicano? Efectivamente, Uche. Y eso que el reparto de minutos entre los delanteros utilizados por Marcelino, si se exceptúa al exjugador del Mallorca, es muy similar. No hay una excesiva diferencia de minutos a favor de ninguno.
El internacional nigeriano no necesita callar bocas de los aficionados porque habla en el campo. En el derbi ante el Valencia abrió la lata, forzó un penalti, dio una asistencia y fue un quebradero de cabeza para la defensa che. Cuerpeando, generando espacios y ventajas para Gio dos Santos y Hernán Pérez. Cuando fue sustituido, esta vez sí, fue ovacionado. El gol ante el conjunto de la capital del Turia significó el 700 del Villarreal C. F. en primera. Es decir, Uche se une a otros ilustres goleadores: Craioveanu, quien logró el primero; Anderson, el 200; Cazorla, el 300; Forlán, el 400; o Rossi, el 600, por citar a algunos.
Sin embargo, para los incrédulos, en Elche su partido fue de un nivel parecido al que se vio en El Madrigal ante el Valencia. Confirmó, de paso, que lo sucedido días atrás no fue casualidad. Ante los ilicitanos remató tres veces a portería: dos fuera y la tercera, en el minuto 89, fue el gol del triunfo. Y aunque en general cambiar la primera impresión es bastante complicado, el nigeriano, que ha superado batallas más duras –una doble operación en la rodilla izquierda, integrarse en España cuando llegó a Ferrol con 17 años sin hablar español y en solitario (no le acompañó ningún familiar)–, seguro que pugnará por lograr la más complicada: convertirse en un delantero letal, cuando para muchos sigue siendo un sospechoso habitual.
* Pablo Beltran es periodista.
– Foto: AFP
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