El domingo, Quique Martín, entrenador del C. A. Osasuna, tras imponerse 0-1 al Real Valladolid manifestó en rueda de prensa: “Hemos trabajado como juegan los niños”. El partido que vi desde mi asiento del fondo norte lo único que me aportó fue envidia sana hacia el equipo rojillo: gente comprometida con su equipo, seguramente con su tierra, un chaval debutando con 17 años y convicción en lo que hacen. Su propuesta sobre el campo es futbolísticamente pobre, pero seguramente posea el intangible que acabo de comentar, lo que la hace atractiva para sus aficionados. Ahí es donde creo que radica la fuerza de Osasuna. De momento son líderes y a ver quién le mete mano.
Aprovecho este argumento para extenderlo sobre lo visto el sábado en el Santiago Bernabéu el sábado en el Real Madrid-F. C. Barcelona. No voy a profundizar en el juego. Seguramente no eran ni el mejor Barça ni el mejor Madrid de los últimos tiempos, pero en este contexto, desde mi punto de vista, tendrá más cerca la victoria aquel cuyo corazón esté más cerca de su escudo. Ya no pregunto cuántos canteranos jugaron en cada equipo, ya que es sabido que el equipo catalán cuida más la salida de sus jugadores de base, sino ¿cuántos nacionales jugaron en cada equipo? Los niños juegan con una concentración extrema cuando se sienten protegidos y lo hacen en un entorno que conocen. No digo que no lo hagan en otras circunstancias, pero seguramente jueguen mejor en esas condiciones. Los hermanos Flaño, Unai, Merino, Torres, Berenguer y el chaval Otegui, de 17 años, jugaron en Zorrilla como niños, en el club de su tierra, y protegidos por su padre, Quique Martín. El trabajo lo hicieron sin querer, ellos simplemente jugaron como niños. Lo mismo debió pasar en el Bernabéu con Sergi Roberto, Piqué, Jordi Alba y Busquets.
* Daniel Juan Sánchez es entrenador.
– Foto: CA Osasuna
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