Si Sky no desfallece, el Tour ya tiene dueño. El conjunto británico es el rey de una colina sembrada de cadáveres tempranos, viejas glorias diésel y jóvenes voluntariosos sin el golpe de pedal necesario. Si nadie los descabalga, se verá una victoriosa demostración de fuerza selectiva hasta París. Pero curiosamente, como ya se ha comentado en multitud de sitios, en la virtud del propio Sky puede estar su única debilidad. Si Froome descuella puede correr la sangre. O si simplemente rinde más que su patrón.
Espoleado detrás de sus gafas de moscardón aviador, Chris Froome es una de esas cosas maravillosas que duele ver enjauladas. Presumiblemente, no habrá rebeliones en la corte; vaya esto por delante, pues no debería venderse demasiado ese humo. Pero todo hombre es débil ante la tentación, máxime si es uno con un gran talento entre las manos. En todo caso, al perro fiel Froome no se le conocen fisuras en su compromiso de gregario, pero la llegada en alto de La Toussuire dejó algunas imágenes sustantivas. La primera, el conato de debilidad de Wiggo. La segunda, el amago de asonada de Froome, adelantándose justo cuando su líder perdía comba. Y la tercera, una vez sofocada la escena de crisis del Sky, que quedó en nada, la furiosa entrada en meta del número ‘2’ por delante del grupo. Puede parecer anecdótico, pero con esa visceral arrancada, apenas producida a 200 metros del final y sin un fin demasiado claro, Froome pareció proclamar que sí que era el más fuerte de todos.
Respecto a los demás, el campeón Cadel Evans se ha retrasado sensiblemente. A su dubitativo estado de forma se une la torpeza de su equipo, el BMC, y la tosquedad del propio corredor australiano (manca finezza), ciertamente limitado a la hora de leer y ejecutar situaciones en carrera. Sí ha demostrado mucho mejor olfato Vincenzo Nibali, mejor situado en la general y ahora mismo principal amenaza para Sky de cara al amarillo. En el italiano residen buena parte de las hipótesis de ofensiva que se darán en Pirineos. Adicionalmente, el ramillete de buenos corredores restantes –Rolland, Van Garderen, Brajkovic, Zubeldia– pudieran ser comandita de operaciones diversas, ataques, hostigamiento, quizá sólo lucha por etapas, o por el contrario simples comparsas si el dogal del Sky no afloja ni ellos se atreven contra él. Por último, quizá el tercer cajón del podio sea aún accesible para el más fuerte de los outsiders: el belga Jurgen Van Den Broeck.
En cuanto al propio Wiggins, cabe ponerle pocos peros al patilludo de Gante. Es líder sólido desde hace días, solvente hacia arriba y brillante frente al crono, aunque es verdad que no ha mostrado una fortaleza absoluta ante sus rivales. No lo hace menos favorito, pero sí lo descubre accesible. Y en efecto, su fuerza se ha cimentado sobre todo en el bloque del Sky. ¿Aguantará unida la tropa de David Brailsford? ¿Seguirá rindiendo al mismo nivel? Dando por improbable la rebelión del subalterno, la clave reside en las fuerzas del líder. Mientras Wiggins no desfallezca todo seguirá su curso. Pero si alguno de sus rivales lo pone en jaque comenzará el baile de intrigas y escenarios posibles. El Imperio del Cielo depende, sobre todo, del aguante de su puntal. Si se tambalea, los lobos irán a morder. Y quizá, quién sabe, no todos duermen en las filas enemigas.
* Carlos Zúmer es periodista. En Twitter: @CarlosZumer
– Foto: AFP
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