El legado es esto: un Barça líquido, un fluido imparable que se filtra por todas las grietas como el agua de una riada. El legado no reside en los títulos: los títulos son el historial, el balance, la vitrina, pero el legado es mucho más: es la memoria histórica que ha convertido a este equipo en una película de leyenda, esa que dentro de 50 años se recordará en todos los rincones. Los abuelos contarán a sus nietos que hubo una vez un equipo, el Pep Team, que jugaba como los ángeles y los nietos escucharán entre boquiabiertos y algo escépticos. Pues sí, niños, así fue: nadie jugó como este Barça líquido en el que nada era lo que parecía, un equipo de números mentirosos, donde nadie juega de lo que aparenta, ninguna posición es rígida, el 4 es 6, el 10 se coloca de 7 y el 7 de 11. Equipo que ha adoptado la ingravidez como paradigma de la alquimia guardiolista.
Con este último vals de los violinistas que escondían metralletas en sus Stradivarius se cierra el indescriptible círculo glorioso de Pep, con el Athletic de principio y final en otro guiño de la historia. Pero apenas vuelve a empezar el del Pep Team, circulo virtuoso de la marmota. Con toda la retórica del mundo cabría preguntarse: ¿Esta Copa es el último título de Pep o el primero de Tito? En realidad, es el final de la adolescencia para el Pep Team y solo el primer día de su recién estrenada madurez. Como escenificando que la locomotora continuará rodando por las mismas vías, Guardiola y Vilanova han querido abrazarse en público estruendosamente, una y diez veces, en lo que ha constituido una bofetada gigante, un zas en toda regla a ese entorno miserable, ruin, mediocre, barriobajero, veleta, siempre dispuesto a encender el ventilador incluso si no encuentra porquería que remover.
El Barça de los números mentirosos es también el de las palabras inversas: esta final no ha sido un final, sino un principio en un equipo que si algo ha honrado siempre y bajo cualquier circunstancia son sus principios futbolísticos y competitivos. Y el Barça más sólido ha sido el Barça líquido, equipo impostor que aparenta una cosa y hace la contraria, jugando al revés, defensas atacando, delanteros defendiendo, agua que se escurre entre los dedos rivales. Otra vez el Barça de 2009, como si todo volviese a empezar, hambriento y enrabietado, como si no hubiesen ganado nada hasta la fecha, como si todo estuviese por ganar. Probablemente porque después de 14 títulos, número cruyffista por excelencia, todo está aún por ganar.
– Foto: Alejandro Ruesga (El País)
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