“Fracaso es una palabra muy dura”. Es una frase que me dijo Demetrio Albertini cuando hablé con él para el reportaje sobre la selección Azzurra de la revista 4 del Club Perarnau. “Si se habla de fracaso terrible, quiere decir que las expectativas eran muy altas”. El mítico centrocampista del Milan sabe muy bien de qué habla. Ha vivido su carrera sobre el césped con un club que exigía siempre el máximo y donde cualquier tropiezo era un chasco estrepitoso. Vivió lo mismo con la selección como jugador y ahora lo continúa sufriendo como directivo. Para Italia, la única meta posible es siempre ganar, no hay más. Si no se gana, no se cumple con los planes establecidos previamente. Incluso me dijo que no salió contento de la gran Euro’12 de la Azzurra, ya que no volvieron a casa con la copa.
Aquella conversación versó en esos términos al referirnos al Mundial del 2010, cuando Italia cayó en primera ronda en un grupo más que asequible con Paraguay, Eslovaquia y Nueva Zelanda. Todos ellos acabaron por delante de Italia, último de grupo en una Copa del Mundo que tenía la obligación de defender. No hay ni había excusas para no pasar de ronda. Un club también italiano ha vivido una decepción inconmensurable en los últimos días. Las emociones de la Juventus no eran tan fuertes como las de la Azzurra por aquel entonces, pero también tenían la necesidad de superar la primera ronda de la Champions League. Cierto es que el grupo en el que cayeron no es ni por asomo tan sencillo como el que le tocó a Italia en Sudáfrica. Aun así, el campeón del calcio era el segundo favorito para clasificarse, después del Real Madrid, y no lo demostró en ningún momento de esta primera fase de la máxima competición europea.
Compitió bien, por momentos muy bien, contra el Real Madrid, aunque sin estar nunca realmente cerca de poder imponerse al equipo de Ancelotti. Cuando tenía que dar el salto, la demostración de italianismo (entendiendo este término como la capacidad de los grandes clubes italianos de ganar a cualquier club de Europa), no lo dio, no sacó la calidad que tiene dentro de Italia. Porque en la Serie A sigue siendo insuperable; casi con calma y tranquilidad, la Juve ya es líder en solitario a cinco puntos de la Roma. Parecía no ser la misma de los años pasados, pero a la chita callando ha ido acumulando victorias y victorias, las últimas nueve (contando ocho de Serie A y una de Coppa) sin encajar ni un solo gol. Los mimbres están intactos, mejorando incluso día tras día, pero si la pólvora se moja cuando viaja por Europa, el paseo es en balde.
El castigo de la eliminación, sin embargo, tiene un regusto dulce. Nadie en Turín, salvo algún excéntrico, confiaba en que su equipo ganase la Champions League en Lisboa allá por mayo. El equipo es magnífico, pero sigue en proceso de construcción hacia algo mayor y más poderoso. De camino hacia esa excelencia pilla el Juventus Stadium, y no porque la Juve juegue allí todos sus partidos como local. El estadio que ocupa el lugar del mítico Delle Alpi será la sede de la final de la Europa League en primavera. De repente, del fracaso de la temprana caída en Champions la Juve pasó, o debe pasar, a ilusionarse con ganar otro título europeo, y además en casa. La única posibilidad real que tenía la Juventus de ganar la Champions era olvidar la lega y la Coppa y centrar todo su potencial en los partidos de entresemana internacionales. La Europa League, sin ser fácil en absoluto, es un camino menos escarpado que su hermana mayor y mucho más factible para un equipo como la Juventus.
La Juventus tiene ahora hasta febrero para centrarse en sentenciar el tercer Scudetto consecutivo para llegar al último trimestre de la temporada con fuerzas suficientes para dar un golpe sobre la mesa en Europa. Tiene ante sí un frente abierto muy emocionante: levantar tres títulos en un mismo año, y no es descabellado. Los rivales más fuertes hacia la final de Turín son los mismos equipos que enfrenta en Italia: Fiorentina y Napoli. A esa lista podría añadirse el Tottenham, pero está en una situación tan mala que cuesta meterlo entre los favoritos al título. Shakhtar, Benfica y Valencia son otros rivales a tener en cuenta y parecen bastante asequibles para la Juve. La Coppa motiva realmente poco a la tifoseria bianconera: hace veinte años que la Juve no la gana y tampoco parece exigirla. Si la Juve la ganase y añadiese la Serie A y la Europa League, el año sería uno de los mejores de su historia y nadie se acordaría de la eliminación en la fase de grupos de la Champions.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: AP
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