Tiempo, todos los entrenadores necesitan tiempo. De hecho, cualquiera que construya algo lo necesita porque los procesos complejos nunca se pueden elaborar con premuras y prisas. Ahora mismo, tiempo es lo que más necesita Luis Enrique. Quienes estamos fuera de su núcleo de trabajo no sabemos si lo necesita para dar un último paso en sus ideas de juego o para rectificar el camino andado desde el mes de julio. No podemos saber con precisión el uso que quiere darle, pero sí sabemos que nadie ha vencido nunca al tiempo.
El equipo anduvo al principio por una ruta determinada, que parecía muy evidente; más tarde sufrió un primer tropiezo serio y emprendió otro rumbo distinto, aunque para los observadores resultara más familiar; a continuación padeció otro tropiezo duro y en las últimas fechas se mostró turbulentamente desconcertado, como si sufriera una pérdida de rumbo. Pero estos son los síntomas externos y no la realidad interna y no siempre coinciden síntomas y realidad. Sencillamente no lo podemos saber porque el entrenador tampoco desea explicarlo con detalle.
Uno de los problemas actuales del Barça es la distinta percepción que todos tenemos del tiempo. Lo narró muy bien Stephen Hawking en su “Historia del tiempo” cuando, en la explicación alrededor de la mecánica cuántica, dijo que “el tiempo se convirtió en un concepto más personal, relativo al observador que lo medía”. Luis Enrique y usted no miden el tiempo por igual. Lo que para uno puede ser poco tiempo, para otro puede resultar excesivo. El tiempo siempre es un concepto relativo. Si dispusiéramos de todo el tiempo del mundo podríamos aproximarnos certeramente a la perfección en nuestros actos, pero no disponemos de él.
El tiempo es el mejor escultor de cualquier equipo y Luis Enrique no anda sobrado de él pese a que toda victoria regala un trozo de tiempo. Su éxito residirá en la cantidad de tiempo que consiga arañar y se le conceda para llevar adelante sus planes de juego, sean cuales sean.
– Foto: JM Arolas
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