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Existen muchos tipos de futbolistas. Entre algunas de las divisiones que podríamos llevar a cabo, podemos encontrar un grupo de futbolistas que provocan que la calidad del juego de su equipo crezca exponencialmente gracias al entendimiento de las diferentes exigencias que puede tener un conjunto durante un partido, las cuales cambian constantemente en un deporte dinámico e imprevisible como es el fútbol.
Como muchos otros han comentado innumerables veces, entre otros Fran Beltrán, que escribió recientemente dos artículos de excelente calidad al respecto, el fútbol ha de entenderse como un todo indivisible, en el que los diferentes momentos del juego nos pueden servir como guía para simplificar el análisis del mismo o incluso para su entrenamiento. Nos encontramos en un deporte en el que los comportamientos que se llevan a cabo en uno de los momentos del juego condicionan lo que veremos en el resto de los mismos.
¿Alguien duda de que, por ejemplo, nuestra disposición espacial, la disposición del rival, la cantidad de pases que hagamos, la zona en la que los llevamos a cabo o el lugar en el que acabamos nuestro ataque influirá en lo que ocurrirá en la transición defensiva? ¿Alguien duda de que, si robamos el balón en campo rival con espacios a la espalda de la defensa rival y contamos con efectivos para poder atacar y generar situaciones de peligro, este contexto condicionará las decisiones que se tomen en el juego?
En la actualidad, el “qué pasa” en los diferentes ciclos del juego, su dinámica intrínseca, es conocido por todos aquellos entrenadores que tienen un mínimo de inquietud por actualizarse y, como tal, tratan de entender la esencia del juego y de que la organización de sus equipos sea coherente en todas las fases. Pero más que el “qué”, el entender el juego como tal, lo realmente difícil es el “cómo”.
Porque el “cómo” no es solo la idea que tiene el entrenador, que debería basarse, principalmente, en el potencial de sus jugadores y en las características de los oponentes, sino que es aquello que se acaba plasmando en el campo. Es lo que acaban mostrando los jugadores en el campo, y los futbolistas no siempre muestran lo que pueden llegar a ser porque existe una multitud de factores condicionantes.
Aprender a saber interpretar el juego requiere de un largo proceso de entrenamiento y todos los jugadores tienen un ritmo de aprendizaje y unas necesidades distintas. Unos necesitarán una sesión para aprender un comportamiento y otros, quizá, una semana. Unos pueden necesitar tres palabras y otros, ni aún con mil son capaces de asimilar ciertos aspectos. Es por ello que evolucionar en el fútbol, en muchas ocasiones, es un peaje costoso aunque imprescindible.
Sin lugar a dudas, jugar bien al fútbol es complejo. Porque es muy difícil hacer lo que parece fácil desde fuera. Desde dentro, a 180 pulsaciones, decidir correctamente constantemente exige un gran conocimiento del juego. Hay algunos privilegiados que lo hacen a un nivel superlativo en la mayoría de ocasiones. Y hay otros que no sólo es que decidan bien de manera constante, sino que influyen notablemente en las decisiones de sus compañeros y consiguen que su equipo sepa interpretar qué es aquello que necesita en cada momento del juego. Y uno de ellos es Tiago.
La influencia positiva de Tiago en el fútbol del Atlético de Madrid es innegable, lo cual no significa que deba jugar siempre. Su entrenador es, sin lugar a dudas, uno de los mejores del mundo y sabe que cada partido exige características futbolísticas distintas y elige a los que cumplen con las necesidades requeridas.
Su presencia en el equipo condiciona la dinámica de juego, ya que es el jugador que mejor interpreta aquello que se necesita en cada situación del partido y, por ello, es un elemento clave para tener el control del juego. Tener el control del juego no significa tener la posesión del balón durante la mayoría del partido, sino ser capaz de manejar los espacios de mayor influencia y de tener superioridades cualitativas (y a poder ser, numéricas), en los mismos, además de saber manejar el tempo del partido. Saber qué hacer en cada situación. Por lo tanto, se puede ser dominador teniendo la pelota y sin tenerla, pero lo que se necesitará en ambos casos será una manifestación clara de ciertos principios que ayuden a conseguir nuestro objetivo.
Como digo, este control de los espacios se da tanto en los momentos en los que poseemos el balón como en los que no, y como juego indivisible, la situación espacial en una fase condicionará la otra. Una correcta ubicación en el espacio (situación espacial + orientación, como comentaban Martí Perarnau y Juanma Lillo en el reciente libro del primero “La Metamorfosis”) seamos o no poseedores del balón, puede permitirnos realizar acciones beneficiosas para nuestro equipo que aporten control del juego y, en caso de estar mal ubicados, nos sería imposible.
Nuestra ubicación en el espacio, tanto en ataque como en defensa, condicionará las acciones que se desarrollen en el juego. ¿Si nuestro equipo mantiene las líneas juntas y se sitúa en zonas centrales liberando los carriles laterales, no condicionará al rival a jugar por fuera? ¿Una superioridad numérica en salida de balón cuando somos poseedores no condicionará que, si el rival quiere tratar de robar en campo rival, seguramente trate de añadir más jugadores en su 1ª línea de presión?
A continuación se muestran varias imágenes del partido ante el PSV. Las mismas son simples representaciones gráficas que muestran mínimamente algunos comportamientos observados y simplemente sirven como idea de la influencia que tuvo Tiago en el encuentro y se comprueba su correcta interpretación de diferentes situaciones de juego.
Sin duda, Tiago es un gran ejemplo para cualquier jugador de base que quiera aprender a ser un buen mediocentro, ya que el manejo de conceptos que demuestra a la hora de llevar a cabo las innumerables acciones que realiza en un partido (sea poseedor o no del balón y esté atacando o defendiendo), acostumbra a ser excelente.
Porque el buen jugador es aquel que percibe las necesidades de sus compañeros y ejecuta sus decisiones correctamente, aquel que facilita la acción posterior al compañero. Ya sea como receptor del balón cuando se le da un pase o como poseedor cuando éste debe encontrar una opción para seguir progresando en el juego. Y Tiago no es un buen jugador. Es un jugador top.
Lo más importante no es correr mucho. No es ser el más rápido a la hora de desplazarse. No es ser el mejor técnicamente. No es ser el más desequilibrante en el 1 contra 1. Es saber interpretar qué necesita mi equipo para poder competir al más alto nivel durante los 90 minutos de partido. Es saber que lo correcto en una situación determinada no lo es en otra. Es entender la complejidad del juego. Es saber jugar. Es hacer mejores a los que tengo alrededor. Es decidir bien.
* Carlos García Cuesta es entrenador en el Club Atlético de Madrid.
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