«Nunca es demasiado tarde, o en mi caso demasiado pronto, para ser quien quieras ser. No hay límite en el tiempo, empieza cuando quieras. Puedes cambiar o no hacerlo, no hay normas al respecto. De todo podemos sacar una lectura positiva o negativa, espero que tú saques la positiva. Espero que veas cosas que te sorprendan, espero que sientas cosas que nunca hayas sentido, espero que conozcas a personas con otro punto de vista. Espero que vivas una vida de la que te sientas orgullosa. Y si ves que no es así, espero que tengas la fortaleza para empezar de nuevo».
El curioso caso de Benjamin Button
El Atlético de Madrid se acababa de proclamar campeón de liga en el Camp Nou. Una proeza sin marcas en el tiempo para poder ser comparada. La victoria del conjunto rojiblanco sobre Real Madrid y F. C. Barcelona (con asalto final en la casa de un tal Messi) seguirá marcada a fuego en la historia de la liga y con letras de oro en la de los colchoneros. Era mayo de 2014. Allí, también en mayo, pero cuatro años antes, un futbolista lloraba sin saber muy bien por qué. Miraba a la grada donde su hinchada se dejaba la garganta y no terminaba de comprender lo que estaba viendo. Había perdido una final de Copa del Rey contra el Sevilla, pero poco parecía importar aquello. La vida le devolvió esa desdicha con un regalo que, no por inesperado, no iba a ser merecido. Tiago volvía a llorar, empapado de recuerdos y de felicidad. Después llegaría el mal trago de Lisboa, pero el Atlético ya le había entrado en las entrañas.
Tras cinco años en la disciplina atlética, y con 33 años, el futuro del centrocampista portugués se alejaba del Vicente Calderón camino de Stamford Bridge. Pero el fútbol tiene, a veces, estas cosas. Aquello nunca se llegó a dar y Tiago deshizo las maletas de nuevo en la capital de España. Edith Ivey le decía a Brad Pitt en El curioso caso de Benjamin Button lo siguiente: «Oh Benjamin, debemos perder a las personas que amamos. ¿De que otra manera podríamos saber que tan importante son para nosotros?». Tiago perdía al Atlético y el Atlético perdía a Tiago, y ambos se dieron cuenta de lo importantes que eran el uno para el otro. Juntos eran fuertes, separados eran más débiles.
Y es bueno este continuo símil con la película dirigida por David Fincher, porque desde la llegada de Tiago en 2009 a la ribera del Manzanares, su carné va dejando muescas del paso de los años, pero su fútbol cada vez es más joven, equilibrado y constante. Como el buen vino, Tiago mejora cada temporada que pasa; y como el Benjamin Button del Atlético de Madrid, cada año parece un poco más joven, aunque ya calce los 34.
Se ha convertido en un hombre capital para Simeone. Y no es tarea fácil, a razón de estar en un conjunto cuyo punto débil, por encima de todos, es el del centro del campo. Dicen que la edad no perdona en el fútbol, pero el portugués se está encargando de ser la excepción a esa regla. El ‘5’ es el ancla de toda jugada de ataque del Atlético. La válvula de escape ante la presión rival y el hombre que siempre encuentra al compañero desmarcado. Es quien dirige y ejerce de líder desde la sombra. Tiago es ese típico adolescente que, para sentirse superior al resto, buscaba chicos de menor edad para hacerse notar. Por él pasa todo; el ataque y también la defensa. Conocedor de que su físico es inferior al de hace años, lo suple de manera brillante con una inteligente colocación sobre el terreno de juego. Su área de influencia cada vez es mayor y su llegada desde la segunda línea ha ido amainando. Llega menos al área contraria, pero llega mejor.
Decía Brad Pitt en la citada película que ninguno de nosotros es perfecto para siempre. Tiago lo sabe. Pero mientras dure este hechizo que le ha convertido en Benjamin Button, Simeone y el Atlético de Madrid sonreirán. Porque ya lo saben. A partir de ahora, cuando tengan un problema, dénsela a Tiago.
* Imanol Echegaray García es periodista.
– Fotos: Ángel Gutiérrez (Atlético de Madrid)
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