Una de las distinciones más significativas del mundo del deporte es la que experimentan unos pocos especímenes en clubes de todo tipo a lo largo y ancho del panorama mundial. Si bien los one-club-man, personas que desarrollan toda su carrera en un solo club tanto en el plano deportivo como en el técnico e incluso institucional, suelen encontrarse en su gran mayoría en las islas británicas, fuera de las mismas encontramos casos particulares de chicos que llegan a un club para enrolarse en sus escalafones más primarios, alcanzan al primer equipo y, tras su retirada y posterior formación como técnicos, asumen los galones para convertir en pupilos a los que defienden los mismos colores que él vistió en su juventud. En tal descripción encaja Thomas Schaaf, a estas alturas un mito viviente del Werder Bremen, con el que mantiene una relación íntima desde su infancia.
Schaaf nació a finales de abril de 1961 en la ciudad de Mannheim, a cientos de kilómetros de la que hoy es su casa, adonde se mudó con su madre y su hermano con apenas 4 años tras el fallecimiento de su padre. Un traslado que lo marcaría para siempre. Poco tiempo después de su alumbramiento, el Werder ganaba su primera Copa ante el Kaiserslautern. También nada más llegar a Bremen, el club obtenía su primera Bundesliga. Fueran o no casualidades, las efemérides coincidieron en el momento exacto para convertir al imberbe Thomas en un hincha más de Die Grün-Weiß (los verdiblancos).
Su nuevo hogar se encontraba en las cercanías del Weserstadion, por lo que enrolarse en las categorías inferiores del Werder era cuestión de tiempo. El 1 de julio de 1972 se produjo el hecho que marcaría para siempre su vida: se ligaba al club hanseático en una relación de amor que no los separaría jamás hasta nuestros días. Tras quemar las correspondientes etapas de formación y distintas categorías, en 1979 debutó con el primer equipo, aunque en sus cuatro primeras campañas apenas sumó una veintena de partidos, con el amargo trago del descenso de por medio. Su pertinaz tesón acabó otorgándole la titularidad en la zaga, un puesto en el que jugaría en más de 300 partidos oficiales.
Como futbolista de élite tuvo la fortuna de formar parte de la mejor época histórica del Werder Bremen, conquistando dos veces la Bundesliga (1988 y 1993), otras tantas la DFB Pokal (1991 y 1994) y la Recopa de Europa en 1992 ante el Mónaco de George Weah y Arséne Wenger. Eso sí, la posterior Supercopa continental se la llevó el Dream Team del F. C. Barcelona, con un global de 3-2 en ambos encuentros. Bajo el mandato de Otto Rehhagel, en aquel vestuario compartió alegrías y penas con auténticas estrellas del firmamento germano como Klaus Allofs, Marco Bode, Rudi Völler, Karl-Heinz Riedle, Andreas Herzog o Dieter Eilts. En 1995, tras más de dos décadas desde que se enfundase por primera vez la zamarra verdiblanca, colgaba las botas integrándose en el organigrama técnico con el objetivo de aprender para tomar las riendas en un futuro próximo.
Años antes de retirarse, Schaaf comenzó a mostrar unas inquietudes que le distinguían del resto de sus compañeros. Aún en su plenitud profesional, en 1988, comenzó a entrenar en los escalafones más bajos de la entidad hanseática, repitiendo la misma progresión de su época de jugador hasta asumir el reto en un momento complicado. Con el plantel comprometido con el descenso, la directiva toma una decisión determinante al producirse la destitución de Felix Magath, al que sustituye Thomas el 10 de mayo de 1999, debutando con victoria por la mínima frente al Schalke 04.
Dos nuevos triunfos, a domicilio ante el Münich 1860 y en casa goleando al Borussia Mönchengladbach, certificaron la salvación, culminando la campaña con la consecución de la Copa ante el potente Bayern Münich de Ottmar Hitzfield, aún traumatizado por la final de Champions que habían perdido días antes en el descuento frente al Manchester United.
Aquella prodigiosa aparición elevó a Thomas Schaaf a los altares de una afición que se había acostumbrado a sufrir pero cuyo futuro pintaba esperanzador de la mano del novel técnico. Con un planteamiento eminentemente ofensivo como sello personal desde el primer día, una defensa muy adelantada y un fútbol basado en el músculo y el balón largo, sus pupilos han protagonizado marcadores escandalosos aunque a veces la jugada no les haya salido del todo bien.
Desde entonces cada temporada el Werder fue mejorando sus prestaciones hasta alcanzar la gloria en 2003-04, campaña en la que obtuvieron un histórico doblete con su punto culminante en la antepenúltima jornada, cuando superaron en el antiguo Olympiastadion al Bayern por 1-3, coronándose en la enésima exhibición de los Micoud, Ernst, Klasnic y Ailton. Schaaf consiguió que los suyos rayasen a gran nivel los años siguientes, obteniendo en el periodo comprendido entre 2004 y 2008 dos terceros puestos más dos subcampeonatos, perdiendo incluso la final de la Copa de la UEFA en esa última campaña contra el incipiente Shakhtar Donestk, un palo para los Özil, Diego, Pizarro o Frings, así como para el propio Schaaf, que soñaba con lograr el segundo entorchado europeo para los suyos.
Tras aquella época dorada, actualmente se encuentran en ciclo recesivo, del que aún no se han recuperado. De hecho, la recién finalizada campaña se cerró con tan solo dos victorias en toda la segunda vuelta para un equipo que aspiraba a Champions pero acabó ocupando el ecuador de la tabla. Pese a las arreciantes críticas desde los medios, la afición apoya de forma incondicional a ‘su’ técnico, algo que ha refrendado la institución, renovándolo hasta junio de 2014. “Tenemos nuestras ambiciones y vamos a tratar de hacer un Bremen único con su ayuda”, dijo el presidente Willi Lemke tras anunciar la buena nueva, toda una declaración en firme de intenciones para un romance que sigue adelante.
Cuando Thomas Schaaf debutó como profesional, el palmarés del Werder Bremen contemplaba una Liga y una Copa. Poco para un club fundado en 1899 que observaba con tristeza como su rival del Hamburgo aglutinaba éxitos por doquier. Cuatro décadas recién cumplidas bajo el manto de una institución tan emblemática dan para mucho, y si bien como jugador no pasó de ser un defensa correcto, sí que ha podido vivir la época más gloriosa sobre el césped para luego mantener a su equipo desde el banquillo casi siempre en la élite.
Sin duda hablamos del que posiblemente sea el personaje más importante en la historia del Werder, un tipo sencillo, amante de su familia, cuyas aficiones son la lectura, la música y las actuaciones teatrales que ha convertido a una entidad humilde en uno de los mejores del país en los últimos tiempos con una propuesta tan descarada como divertida. Sus detractores siempre le han achacado una ‘alarmante falta de disciplina táctica’, aunque por el contrario sus admiradores son legión y aunque saben que el viejo Werder no puede pelear los títulos de tú a tú con el Bayern (o el Borussia Dortmund), sí que valoran gestas como el 2-5 a los muniqueses en septiembre de 2008 o el apabullante 6-0 sobre el Hamburgo en el derbi hanseático de mayo de 2004, apenas una semana antes de lograr su última liga.
Más allá de reverdecer laureles, el reto es volver a construir un bloque competitivo en un contexto complicado debido a la ausencia de estrellas y las bajas de pilares fundamentales como Tim Wiese (ya confirmado por el Hoffenheim), Claudio Pizarro (que regresará al Bayern) y Marko Marin (traspasado al Chelsea). Además de Borowski y Rosenberg, aún sin equipo. Las perspectivas en cuanto a los refuerzos no son halagüeñas, pero en Bremen confían en el ojo clínico del cuadro técnico de Schaaf, que nunca ha necesitado realizar grandes desembolsos para obtener nuevas perlas.
El entorno del preparador, así como el propio Thomas Schaaf, ha dejado entrever recientemente las ganas por cambiar la tendencia reciente del equipo. Las caras nuevas, el respaldo anímico por un proyecto que se recicla y la confianza de todos los estamentos del club verdiblanco es todo lo que necesita este hijo adoptivo de Bremen para renovar sus ambiciones y reconquistar de nuevo Alemania, un reto que dará comienzo el próximo 24 de Agosto para un tipo fiel que demuestra seguir con las mismas ganas e ilusiones del primer día, hace apenas 40 años.
* Domingo Amado es periodista deportivo. En Twitter: @GarrinchaCF
Fotos: Werder Bremen
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