"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Los últimos meses de este 2016 rugbístico han venido cargados de algunas noticias que, sin serlo en realidad, han causado bastante revuelo mediático.
World Rugby ha decidido seguir probando (ya se habían testado con anterioridad por ejemplo en la Nations Cup) nuevas normas/reglas/leyes para gestionar el scrum/melé. Insistimos en que son pruebas y que por lo tanto todavía no están confirmadas ni se van a aplicar en el reglamento, aún así han aparecido voces críticas al respecto que sostienen que estas nuevas leyes terminarán con el scrum/melé y por lo tanto con la esencia del rugby tal y como lo hemos conocido… Parece que lo que menos preocupa en este caso es que esas nuevas leyes tengan como objetivo intentar reducir el número de lesiones graves que -cada vez con mayor frecuencia- se producen entre los primeras líneas durante la disputa de esta formación. El orden queda claro: lo más importante es la esencia del rugby que se ve amenazada por un intento de disminuir los riesgos para la integridad física de sus protagonistas a través de unas normas/reglas/leyes que todavía no han pasado de la fase de pruebas.
Otro foco de atención muy importante durante estos últimos meses se ha centrado en una sola palabra: ranking. La clasificación a la que hacemos referencia será la que determine el sorteo de la fase de grupos del Mundial 2019. Faltan tres años para la disputa de la Copa del Mundo de Japón y muchos cálculos pasan por intentar evitar un grupo con dos selecciones “fuertes” y así tener más posibilidades de clasificarse para los cuartos de final de la cita mundialista. Toda una versión actualizada de las cuentas de la lechera…
Los Test de noviembre, y todo el año 2016, han sido época de grandes descubrimientos de jugadores. De la nada más absoluta han aparecido: Maro Itoje, Joey Carbery, Garry Ringrose, Anton Lienert-Brown, Rieko Ioane, Damian McKenzie y Baptiste Serin entre otros ejemplos destacados. Parece que los jugadores no tienen clubes en los que juegan habitualmente o no han disputado competiciones que -en teoría- muchos profesionales, expertos, comentaristas y analistas de rugby dicen seguir con atención. Es comprensible que se produzcan estos descubrimientos, está claro.
Los temas anteriormente detallados han recibido toda la atención que no ha recaído sobre lo menos relevante de todo: El juego.
Los Test de noviembre nos han mostrado a unos All Blacks más funcionariales de lo habitual; a una Australia que parece haber encontrado soluciones en la segunda línea con Arnold y Coleman, pero que en la tercera sigue teniendo el lastre de la ausencia de un 8 indiscutible (pese al buen desempeño de Lopeti Timani); los gravísimos problemas estructurales de Sudáfrica que aúnan ausencia de modelo y plan de juego con derrotas, todo ello aderezado con las habituales injerencias -de todo tipo- dentro del equipo; el agotamiento de los jugadores de Los Pumas tras la primera temporada como franquicia del Super Rugby y el 4º puesto de hace un año en el Mundial 2015…
Las conclusiones se suceden y cambian -en muchos casos- de un partido a otro, se pasa del estado de euforia al gabinete de crisis permanente en una semana y se esperan cambios drásticos en las dinámicas de los equipos por cuatro días de entrenamientos.
El ambiente de euforia es practicamente imparable en las selecciones europeas gracias a los resultados: Inglaterra sólo conoce la victoria como resultado desde la llegada de Eddie Jones; Irlanda ha conseguido ganar por primera vez a los All Blacks y en los últimos 6 meses ha derrotado también a Sudáfrica y Australia; Gales ha recuperado parte de su autoestima ganando a Sudáfrica y Argentina; Escocia apuró mucho a Australia y ganó a Los Pumas; hasta Italia consiguió derrotar por primera vez a los Springboks…
Resultados y más resultados que responden a una coyuntura puntual y que no cambian la realidad de que hace apenas un año fueron los cuatro equipos del hemisferio sur los que ocuparon las semifinales del Mundial.
El nivel de juego de estos Test de noviembre ha sido acorde con lo que suele suceder en el año posterior a la cita mundialista: todo se supedita a unos resultados que sirvan para mejorar en la clasificación de World Rugby y/o para intentar sobrellevar de la mejor forma posible el final de un año, cronológicamente hablando, más agotador de lo habitual.
Se habla sobre las cuestiones importantes: el juego es un tema secundario; si fuese relevante se dedicarían a ver los partidos, conocer a los jugadores y contextualizar todos los elementos que generan los resultados coyunturales que se dan en las grandes citas y que son los únicos que aparentan suscitar interés real.
* Javier Señaris es analista de rugby.
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