Se dice en el mundo del fútbol que cada década surge un fenómeno, un tipo diferente, singular, de características peculiares, únicas e irrepetibles. Tradicionalmente, para respetar los requisitos del caso, suele proceder de barrios humildes, poco convencionales y muy dados a la práctica del balón como medio de subsistencia.
Uno de ellos fue Teófilo Cubillas, nacido el 8 de marzo de 1949 en Puente Piedra, un distrito situado al norte de Lima, Perú. Su situación familiar reflejaba el ambiente en el que se crió El Nene: hijo de tractorista, convivió en una pequeña hacienda rural junto a su madre y seis hermanos. Siempre pegado a la pelota, allá por donde fue lo hizo con su balón, el que le acompañó desde los 7 años. De físico delgado, paseó su habilidad y su excelente toque de balón por cada campo en el que jugó.
Sin duda, Teófilo Cubillas fue uno de los futbolistas más admirados de la década de los 70. Su capacidad anotadora, su precisión en el golpeo, su liderazgo, su afable personalidad y la simpatía que despertó allá por donde fue han convertido a El Nene en uno de los 50 mejores de todos los tiempos, galardón otorgado oficialmente por la FIFA, y en el séptimo mayor anotador de la historia de los Mundiales. Porque tener el respeto de un continente entero significa más que cualquier título y Cubillas ganó el más importante: reconocimiento a nivel mundial.
Su carrera como futbolista se inició a los 16 años cuando el Alianza Lima, uno de los clubes más populares de Perú, se hizo con sus servicios para integrarle en las categorías inferiores, donde comenzó a dejar muestra del talento y cualidades diferenciales que le catapultaron inmediatamente al primer equipo. Fue sus propios compañeros quienes le pusieron su apodo: “En un viaje en avión con el equipo, una azafata me ofreció algo para beber y mis compañeros le pidieron que trajera leche, pues yo era el nene del plantel”. Con Alianza debutó en Primera División en 1966, a los 17 años, y ya se consagró como máximo goleador del campeonato, aunque no consiguió alzarse con el título liguero. En un amistoso en el verano de 1967 disfrutó de su primer partido contra un equipo foráneo: Independiente, en la que integró una delantera histórica con Pitín Zegarra Baylón, Perico León y Babalú Martínez.
Bastaron dos años como profesional para que el seleccionador por aquel entonces, el brasileño y exjugador Didí, le convocara para defender los colores de la nacional en 1968. Genio en el banquillo y genio del campo lograron la gesta de apear del Mundial de México’70 a la todopoderosa Argentina en La Bombonera. “Ellos tuvieron menos oportunidades de gol de las que nosotros tuvimos. No salimos a especular, fuimos a ganar”, cuenta orgulloso y rotundo Teófilo. En 1970 volvió a ser el máximo goleador de la liga peruana. Sin embargo, el título se le resistía a Alianza desde 1965. Cubillas tenía una cuenta pendiente con su club.
Perú había llegado a México para jugar su primer Mundial. Protagonizaron un dubitativo inicio ante Bulgaria, afectados por la tragedia del 31 de mayo en el Callejón del Huaylas. El desastre fue una inyección de moral y espiritualidad. Tras el 0-2 inicial, gracias la unión gestada en un grupo liderado por la figura de un joven Cubillas, consiguieron voltear el resultado hasta establecer el 3-2 definitivo, incluido un gol suyo, el de la victoria. Y, desde ese momento, se vio a Perú como una grata sorpresa con Cubillas como máxima figura. “La sensación de ese resultado fue que devolvimos la alegría a la gente”. En el siguiente partido, con Perú levitando alentado por su afición, barrieron a Marruecos con dos goles más del Nene. Habían conseguido la proeza de clasificarse a cuartos en su primera cita mundialista. Pero su derrota ante Alemania Federal en el último encuentro les condenó a enfrentarse a la Brasil de Pelé, Rivelino, Jairzinho, Gérson y Tostao, dirigidos por el gran Mario Zagallo. Estaban haciendo historia, se codearon con los mejores del mundo, sus ídolos hasta entonces. Palabras mayores.
La derrota ante los brasileños por 4-2 terminó con el sueño peruano. Sin embargo, supuso la confirmación de un equipo atrevido, voluntarioso, sin fisuras, ofensivo, preciosista y con Cubillas en su máximo esplendor, como capitán y gran baluarte a pesar de su juventud. Un chiquito recién llegado que alentaba a sus compañeros con palabras pero sobre todo con goles, como los cinco que consiguió en aquella edición. Mayor fue la repercusión y el reconocimiento a nivel mundial, certificado con el premio al mejor jugador joven del torneo y, sobre todo, la redención de su ídolo, Pelé: “No jugaré el siguiente Mundial, pero no se preocupen… ya tengo un sucesor y se llama Teófilo Cubillas”. Además, aparte de de engrosar la lista del mejor once del torneo, el por entonces presidente de la FIFA, João Havelange, consideró esa eliminatoria como el mejor partido de la historia de los Mundiales. Perú ya formaba parte de los anales del fútbol y Cubillas fue su mayor culpable.
“Jugaba para divertirse, gozaba. Tenía la planta de crack”. (Víctor Zegarra, compañero en Alianza Lima)
En 1971 se produjo un hecho insólito: Municipal y Alianza Lima hicieron un combinado para disputar algunos amistosos y, gracias a ello, tanto Cubillas como Hugo Cholo Sotil se juntaron en el campo. Benfica y Bayern München fueron sus adversarios, con figuras de la talla de Eusebio, Gerd Müller, Sepp Maier o Franz Beckenbauer. Las mayores leyendas del fútbol europeo quedaron atónitas ante semejante superioridad y espectáculo desplegado por los peruanos.
El año siguiente no fue fructífero a nivel colectivo. No obstante, sí a nivel individual. A pesar de caer a las primeras de cambio en la Copa Libertadores, seis partidos le bastaron para marcar seis goles y convertirle en el máximo goleador del torneo junto al también peruano Oswaldo Roja, jugador del gran rival: Universitario. Por todo ello y con todo merecimiento, fue nombrado mejor jugador de Sudamérica, ganando a su vez el billete para jugar en Europa, concretamente en Suiza: el Basilea. Su fichaje estuvo inmerso en unas negociaciones rocambolescas, a lar par de productivas, pues el conjunto suizo ofrecía unos 100.000 dólares pero el sentimiento de Cubillas le impedía abandonar Perú y su Alianza. Por ello, pidió más del doble de lo ofrecido inicialmente y, sin pensárselo dos veces, los suizos igualaron la oferta, por lo que El Nene emprendía su aventura por Europa. Era 1973.
Su periplo por tierras suizas no fue del todo satisfactorio. El deseo de participar en una liga más competitiva más su escasa aclimatación a la vida en Basilea no fue, sin embargo, un hándicap para él. Ganó la liga suiza pero abandonaría el clima gélido para aterrizar en Oporto, con abundancia de lugares más cálidos y de mayor facilidad de adaptación para Teófilo.
Antes de despuntar en el Porto se celebró un partido en el Camp Nou que reunió a lo mejor de América y Europa, una especie de All Star entre continentes. El resultado fue lo de menos, pues Cubillas formaba parte de ese plantel americano, junto a Sotil o Rivelino, frente a ilustres como Cruyff, Eusebio o Beckenbauer. Entre medias, la decepción del Mundial de 1974 al que no pudieron clasificarse, con Cubillas como ausente en el partido decisivo ante Chile. El varapalo sufrido tendría, poco después, su venganza en la Copa América de 1975.
En Portugal disfrutó de sus mejores años como profesional. A pesar de no conseguir ganar la liga, sus genialidades quedaron patentes en cada campo, se ganó el brazalete de capitán y la grada lo convirtió en su nuevo ídolo. Anecdóticamente, El Nene cuenta aún sonrojado que “era el jugador mejor pagado del país, por delante incluso de Eusebio, una eminencia del Benfica y del fútbol mundial”. Tras 108 partidos disputados y 65 goles logrados, regresó con un subcampeonato liguero, la Taça de Portugal y un máximo realizador, si bien el Porto consiguió al año siguiente el campeonato de liga, título que se le resistía desde 1959.
A pesar de todo, la historia le tenía reservada un sitio en la gloria: la Copa América de 1975. Tras un torneo vivido entre aviones de ida y vuelta (el torneo no tuvo sede fija), Brasil se cruzaba en su camino a la final. Cubillas volvió a dejar patente su enorme pegada al balón con un golazo de folha seca que enmudeció a los brasileños. Jugaron en Belo Horizonte y un peruano silenció a todo un país. Vencieron por 1-3 pero en la revancha estuvieron al borde del precipicio al caer 0-2. Un sorteo concedió el pase a la final. Allí, Colombia esperaba a Perú, pero no a Teófilo. No participó ni en el partido de ida, 1-0 para los colombianos, ni en el de vuelta, 2-0 para los franjirrojos.
Días antes de la final, pidiendo permiso al club para viajar, se encontró con la negativa de los dirigentes portugueses a que acudiese a la cita de Venezuela. “Me dijeron que solamente iría a Venezuela si ganábamos el partido del domingo, pues nosotros nos jugábamos el título nacional; sin embargo, perdimos aquel partido y no me dejaron irme, por lo que hablé con mi mujer y le dije que me iba esa misma noche”, cuenta Cubillas. Una vez allí, problemas con su pasaporte le iban a privar de disputar el partido más importante de su vida. El Porto, como castigo al haberse escapado, se mostraba reacio a que jugase. Trató de persuadir al presidente alegando su estancia ya en Venezuela. Finalmente cedieron, avisándole de las consecuencias que tendría a la vuelta, y gracias a un gol de Hugo Sotil, junto a quien formó La Dupla de Oro, ganaron. De esta forma, nombrado como mejor jugador del torneo, pudo resarcirse del fracaso en el anterior Mundial y agrandó aún más su leyenda. Había escrito el nombre de Perú con letras doradas.
Una vez de regreso en Portugal, reunido con el presidente, decidieron no multarle: “Teo, no vamos a multarte. Estamos orgullosos de la forma en que has demostrado tu patriotismo, pero algo tendremos que decir a la prensa para que no sospechen”, relata el peruano. Pero su estancia en Oporto se torció cuando Perú volvió a solicitar sus servicios de cara a la preparación del Mundial 1978. La rotundidad de la negativa propició que Teófilo decidiese comprar su transfer, pagar lo equivalente a lo restante de contrato y volver al equipo de su corazón, Alianza.
Con su vuelta, volvieron los títulos de liga a las vitrinas del club 12 años después. Dos campeonatos logró un equipo de ensueño liderado por Cubillas y Sotil, acompañados de ilustres como César Cueto, José Velásquez y Guillermo La Rosa. El Mundial de Argentina 1978 estaba a la vuelta de la esquina y los peruanos se encontraban en un momento de forma sublime.
Demostración de su estado fue el inicio de la cita mundialista. Emparejados en el primero grupo con Holanda, Escocia e Irán, los escoceses fueron asistentes de lujo de una de las mejores obras de arte de la historia de los Mundiales. Tras comenzar 0-1 en el marcador y con posterior empate a un gol, Cubillas lanzó una falta en la frontal izquierda del área con el exterior de su pierna derecha, ejecutando el golpeo de los tres dedos, tal como lo definió Zico. Majestuoso golpeo que no era sino el preludio del papel de Cubillas en el torneo. La victoria ante los escoceses vino acompañada por un empate ante Holanda y goleada a Irán. Con cinco puntos, pasaba a cuartos, y la sensación fue que Perú podría quedar, por fin, entre los cuatro mejores del mundo.
Pero en la siguiente fase quedó encuadrada con Brasil, Argentina y Polonia, potencias mundiales en aquel momento. Las derrotas ante Brasil y Polonia dejaron patente el desgaste físico y mental del combinado peruano pero, sin duda, la goleada por 6-0 sufrida a manos de Argentina suscitó multitud de sospechas y conspiraciones, con el dinero de por medio, alrededor del equipo y sobre la actitud de algunos jugadores. De igual forma, Cubillas terminó su participación con cinco goles y formando parte, de nuevo, del mejor once del Mundial.
“Era habilidoso, llevaba la pelota pegada al pie. Uno de esos ‘10’ antiguos de los que mandaba en el campo”. (Mario Alberto Kempes, máximo goleador Argentina’78)
A partir de ahí, en 1979 inició su aventura norteamericana tras una oferta demasiado tentadora para los intereses de Teófilo. El Nene pasó por el Fort Lauderdale Strikers de la NASL (North American Soccer League), donde coincidió y fue compañero de Gerd Müller, George Best y Elías Figueroa. En una liga de menor prestigio, volvió a convertirse en el máximo goleador en la historia del campeonato.
Después vendría el Mundial de España 1982, en el que Perú decepcionó estrepitosamente empatando los dos primeros partidos ante Camerún e Italia, campeona esa edición, y recibiendo una vergonzosa goleada ante Polonia, quedando Teófilo sin marcar ningún gol. Tras un profundo ejercicio de autocrítica comprendió que no estaba al nivel exigido para defender los colores peruanos y decidió no enfundarse más la camiseta de la selección.
En 1984, tras un breve retorno a Alianza, regresó a Estados Unidos, esta vez a la USL (United Soccer Leagues, de First Division). Con el South Florida Sun ascendió de categoría. En 1986, con 37 años, entendió que su etapa como jugador estaba cumplida, por lo que anunció su retirada tras veinte años de profesión. Pero el destino, aparte de caprichoso, se tornó cruel.
El 8 de diciembre de 1987, en pleno regreso de Pucallpa, el avión en el que viajaba la expedición de Alianza de Lima, incluido su exentrenador y veterano Marcos Calderón, cayó al mar, sin saber hoy aún los motivos de la terrible tragedia, conocida como La Tragedia del Alianza. Numerosas son las teorías suscitadas sobre una desgracia que sigue sin ver la luz. La tristeza y el desánimo se apoderaron de todo el país. Por ello, dirigentes y aficionados del club rogaron a Cubillas, en vista de su buen estado de forma, que volviera a vestir de corto para defender al equipo el resto de temporada, 13 jornadas. En el papel de jugador-entrenador y con plantel totalmente nuevo, reanimó al equipo y a la ciudad, consiguiendo un meritorio subcampeonato final. En su camino volvería a cruzarse el Fort Lauderdale Strikers para colgar, definitivamente, las botas en el Miami Sharks.
Jugadores y periodistas no han dudado en ensalzar sus dotes, su belleza en el campo y, sobre todo, sus goles.
“Un jugador que le pegaba al balón de una manera diferente, tanto en los pases como en los tiros, como el de los tres dedos que lo hizo a la perfección”. (Arthur Antunes Coimbra, Zico)
“Muy rápido mentalmente y con la pelota. Tratabas de adivinar lo que iba a hacer, ya lo había hecho y en el aire te cambiaba”. (Germán Leguía, compañero en Argentina’78 y España’82)
“El famoso gol a los escoceses fue el detonante para que también quisiera lanzar los tiros libres”. (José Luis Chilavert)
“Tenía un golpeo con la derecha magistral, la izquierda la tenía sólo para caminar”. (Juan Manuel Gozalo)
Hoy día se dedica a la enseñanza de la técnica y táctica del futbol en los niños, además de ser instructor oficial de la FIFA, cargo que le ha permitido compartir sus conocimientos y experiencia como futbolista en diversos países. Mientras tanto, espera que la federación de su país decida integrarlo en el cuerpo técnico, pues su objetivo es volver a clasificar a Perú para un Mundial después de más de 30 años. Orgulloso de sí mismo, considera que tomó las decisiones correctas que le guiaron por el buen camino y declara:
“Si volviera a nacer, escogería de nuevo el fútbol como mi profesión, a Perú como mi nación y al Alianza como mi equipo”
* Esteban Carrasco.
-Fotos: AFP/Tony Tirado/La Voz del Interior/arkivperu.com/fotosfutbolperuano.blogspot.com
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