Tras marcar el primer gol, el Barça va a por el segundo. Tras marcar el primer gol, la selección española decide congelar el tiempo. He ahí una diferencia esencial entre un equipo y otro, confirmando que en ocasiones son los jugadores quienes definen un conjunto, pero en otros casos son las voluntades. Una buena parte de los futbolistas actuales del Barça se alinea también en la selección, que además practica el mismo juego posicional aunque con matices. Los matices no están en la disposición geométrica, ni siquiera en la alineación concreta, que también afecta por supuesto, pero eso forma parte del concepto de cada entrenador, de su forma de plantear los encuentros. Donde se percibe una buena diferencia es en el modo de gestionar un partido desde un resultado concreto. No es casualidad que en estos cuatro años de Guardiola, el Barça haya acumulado 636 goles, más de 2,5 por partido. Sí, está Messi, pero no solo es Messi. También es la vocación ofensiva y la voluntad de seguir atacando tras haber marcado.
Tampoco es casualidad que la selección española sume ya ocho partidos consecutivos con la portería a cero en eliminatoria directa (no encaja desde el Mundial 2006 ante Francia), la mayoría de los cuales se han saldado con victoria por la mínima. Siempre que consiguió abrir la muralla defensiva del rival (como el sábado ante Francia) la selección decidió adormecer el juego, echarle un somnífero al balón y permitir que el tiempo transcurriese sin acción ni pasión. Es en estos casos cuando la posesión se convierte en defensiva, un factor que el Barça casi siempre es ofensivo, aunque también recordamos casos en los que Xavi y compañía han secuestrado el cuero sin contemplaciones para evitar que ocurriese nada.
Para el espectador es probable que esta diferencia tenga un valor relevante. Para los objetivos de cada equipo, no lo creo. El Barça no sigue atacando para lograr estadísticas abrumadoras, sino porque su técnico considera que ese es el camino, además de contar con un Messi insaciable. La selección congela el tiempo porque los torneos cortos de este tipo no permiten resbalones. De hecho, son partidos en los que siempre estás caminando por el filo del abismo. La diferencia entre el ganador y los derrotados es minúscula, de ahí la sobreprotección que busca el seleccionador, a quien un gol le resulta suficiente para ordenar la hibernación. Cuenta para ello con algunos de los mejores defensores del cuero, aquellos a quienes resulta casi imposible arrebatárselo. Sí, es una España que algunos llamarán “italianizada”; otros “con oficio”. En realidad, es la que emplea la herramienta de la posesión como instrumento defensivo, algo que puede chocar en Barcelona, pero también posee gran eficacia.
– Foto: EFE
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