Pocos entrenadores irradian la energía positiva y la vitalidad de Jürgen Klopp, cuya llegada al Liverpool FC supone un maremoto de emociones, imprescindible sacudida para un club histórico que lleva demasiados años sumido en un pesimismo tenebroso. Klopp es un agitador emocional, un catalizador de energías colectivas. En este ámbito, su victoria es y será indiscutible, aplastante, rotunda. De Klopp emana una luz tan potente que su aparición en Anfield promete cerrar un larguísimo paréntesis gris y repintar de un rojo aún más intenso al cinco veces campeón de Europa. Su gran desafío no reside en la agitación emocional, en remover las aguas estancadas, pues eso ya lo ha logrado en menos de un día y lo conseguirá mucho más de ahora en adelante. Su reto es de orden técnico-táctico, precisamente el ámbito en el que tras llegar a la cumbre en el período 2012-2013 se advirtieron también sus debilidades.
Los primeros pasos de Klopp en Liverpool han sido brillantes, efectistas, efectivos y apasionantes. Consciente de la atracción formidable que genera JK, la entidad ha sabido aprovecharla, hasta el punto de sustituir en su cabecera de twitter la marca del club por la del entrenador: #KloppLFC en un gesto marketiniano excelente.
Ágiles de reflejos, los ejecutivos del Liverpool han ido más lejos y en cuanto Klopp ha lanzado su genial definición la han convertido en símbolo, bandera y santo y seña del nuevo período que se abre. La definición ha surgido del siguiente diálogo:
Atrapando al vuelo el concepto, el Liverpool ha insertado de inmediato el #TheNormalOne en las imágenes de Klopp.
Jürgen Klopp. #TheNormalOne #KloppLFC pic.twitter.com/5Op1LbDkNw
— Liverpool FC (@LFC) octubre 9, 2015
Del entrenador alemán destacaría algunas frases que ha dejado en su memorable presentación:
Klopp ha logrado una conexión con el club, los aficionados y los simples simpatizantes del Liverpool que podríamos calificar casi como “religiosa”. Una formidable conexión. Estrecha, emocional, apasionada y contundente en apenas una mañana. Un mundo nuevo se abre para el Liverpool. Un mundo luminoso y esperanzador. Y no me cabe la menor duda que conseguirá hacer lo mismo con los jugadores. Precisamente esta es una de sus grandes fortalezas como entrenador: la pasión mutua que logra establecer con los futbolistas.
Su labor a partir de ahora tendrá, lógicamente, que procurar recomponer no solo el ánimo de la plantilla sino también dotarla de un modelo de juego que posiblemente será a imagen y semejanza del que implantó en el Borussia Dortmund. Respecto de ello se hará preciso esperar no solo unas pocas semanas, sino varios meses a fin de que Klopp pueda establecer sus conceptos y arraigar la metodología de trabajo. Y para ello deberá transcurrir un tiempo prudencial. Juzgar su trabajo antes de medio año quizás constituya un error importante de apreciación.
Presentadas las inmensas virtudes de este gigantesco entrenador, también debemos señalar su faceta menos brillante, la de las dos últimas temporadas en Dortmund. Porque Klopp es un entrenador con dientes de sierra. Llevó al BVB a lo más alto, pero también a lo más bajo. No lo digo con la menor intención crítica -confieso mi admiración por Klopp, acrecentada estos años por una buena relación personal-, sino como simple característica del técnico.
El pasado mayo Klopp puso final a su etapa al frente del Borussia Dortmund. Siete años de pasión e intensidad, con varios éxitos memorables como los dos títulos consecutivos de liga (en 2011 y 2012) o alcanzar la final de Champions League en Wembley tras eliminar con brillantez al Real Madrid.
Klopp dotó al BVB de una personalidad irrefutable a partir de un modelo de juego caracterizado por la verticalidad, la presión, el contraataque y el juego directo. Los jugadores amarillos se distinguieron en este largo y fecundo período por sus movimientos coordinados en busca de arrebatar el balón al contrario, que acostumbraba a caer en el interior de un abrazo mortal que componían delanteros y centrocampistas borussers. Los de Klopp optaban casi siempre por facilitar la salida inicial del balón del rival a fin de cazarlo en una trampa letal en las zonas centrales del campo y salir zumbando al contragolpe. El BVB ganó decenas de partidos con esta acción táctica, fruto de la propuesta y el trabajo intensivo de Klopp. Esperar, robar y correr. El Gegenpressing (Contrapressing). En este trabajo de Adin Osmanbasic se explica en detalle el concepto del Contrapressing.
Tras haberse consagrado como uno de los mejores equipos europeos entre 2010 y 2013 -período en el que conquistó cuatro trofeos nacionales-, el Dortmund de Klopp empezó a decaer tras la temporada 2012-2013, coincidiendo con la eclosión del Bayern de Jupp Heynckes y su triplete, descenso que se acentuó gradualmente en las dos primeras temporadas de Pep Guardiola en Múnich. Heynckes puso el puñal en el corazón de Klopp; Guardiola clavó el puñal a martillazos.
Fueron varias las causas de este declive que llegó -recordémoslo una vez más a partir de tocar el techo absoluto: la final de Champions-. Los traspasos de jugadores se apuntaron como la primera de ellas, aunque es una causa que en realidad fue mucho menos crucial que otras. Es indiscutible que en los dos años recientes, el BVB perdió dos jugadores singulares, Götze y Lewandowski, fichados ambos por el Bayern, pero la estructura de altas y bajas del equipo mantuvo la fidelidad a la política establecida desde la llegada de Klopp en junio de 2008. En efecto, desde dicha fecha el BVB había incorporado cada año un mínimo de tres jugadores fundamentales para el equipo, desprendiéndose solo de uno de la misma categoría, con la excepción del verano de 2013. Vender uno y comprar tres. Veamos la secuencia:
En 2008 llegaron Subotic, Schmelzer y Sahin, tres indiscutibles para Klopp. Al año siguiente se incorporaron Hummels, Bender, Barrios y Grosskreutz, marchando únicamente Frei. En verano de 2010 llegaron Lewandowski, Götze, Piszczek, Kagawa y Langerak, siendo traspasado Haedo Valdez. Como vemos, un mínimo de tres incorporaciones troncales y únicamente una baja de importancia. En la 2011-2012 llegaron Gündogan y Perisic, siendo vendido Sahin.
La pauta de comportamiento se modificó radicalmente en verano de 2012, justamente tras ganar la segunda Bundesliga consecutiva más la Copa alemana, cuando el Dortmund fichó a Reus, Kirch, Schieber y Bittencourt amén de recuperar mediante cesión a Sahin, pero vendió a Barrios, Perisic y Kagawa. Es decir, entró solo una pieza esencial (Reus) y se traspasaron tres jugadores importantes. Probablemente la razón por la que Klopp y su director deportivo, Michael Zorc, tomaron dicha decisión fuese porque la escuadra estaba ya muy bien estructurada en todas las posiciones.
Coincidiendo con la llegada de Guardiola al Bayern, el Dortmund traspasó a Götze a su gran rival, pero regresó a la pauta de incorporar un mínimo de tres jugadores contextuales. En ese caso fueron cuatro: Aubameyang, Mkhitaryan, Sokratis y Jojic. Y por último, en verano de 2014 se fue Lewandowski pero llegaron Immobile, Adrián Ramos, Ginter y Ji, además de las recuperaciones definitivas de Kagawa y Sahin y de la llegada de Kampl en el mercado invernal.
La política del club ha sido muy obvia y sensata: desprenderse de una figura revalorizada y sustituirla por un mínimo de tres jugadores fácilmente adaptables al modelo de juego. Ocurre que en algunos casos no se acertó en dichas incorporaciones, como resultó evidente en 2014. Pero el traspaso de dos piezas como Lewandowski y Götze de ningún modo puede explicar la caída excepcional en el rendimiento del conjunto (cambió los 20 goles de Lewandowski por los 16 de Aubameyang). Si acaso, habría que poner el énfasis en que el BVB fichó mucho mejor entre 2008 y 2012 que en las dos últimas temporadas, precisamente las dos en las que más dinero ha invertido: 66 millones de euros netos por 20 invertidos en el club rival de Múnich.
Este es un dato muy interesante. Bayern y Dortmund disputaron la final europea de Wembley en mayo de 2013; por lo tanto, ambos estaban en la cumbre. En los dos siguientes años, sin embargo, y gracias a ingresar más de 300 millones anuales, el club de Dortmund invirtió el triple en fichajes que el club de Múnich (que mantuvo su masa salarial por debajo del 44 % de sus ingresos). Pero en esos dos mismos años el Bayern sumó 58 puntos más en liga que el BVB (25 el primer año, 33 el segundo).
La segunda causa del declive borusser -y mucho más trascendental- residió en las lesiones. Las graves lesiones padecidas por un número exorbitado de jugadores, en especial en la temporada 2013-2014, quebraron la dinámica de juego. Hombres como Subotic o Blasczykowski padecieron rotura de ligamentos cruzados y otros como Reus o Hummels casi estuvieron más tiempo en la enfermería que sobre el campo. La lesión en la espalda de Gündogan le mantuvo fuera del equipo más de 400 días y tampoco se salvaron Sahin, Grosskreutz, Bender, Piszczek, Schmelzer o Sokratis. Las dos últimas temporadas fueron una pesadilla para Klopp y eso influyó poderosamente en el menor rendimiento del equipo. Muchas de dichas lesiones tuvieron causas traumáticas, fruto de la adversidad, pero otras varias fueron fruto del desgaste, que a su vez residía en dos causas: el elevado número de partidos disputados por la plantilla en el último lustro y la enorme exigencia física que provoca la metodología de trabajo de Klopp.
Sus entrenamientos generan un esfuerzo orgánico y muscular muy alto, lo que a su vez provoca un desgaste que puede inducir a la lesión. Su sesión más habitual consiste en tareas de robo de balón y carreras veloces de 30-40 metros, sea con orientación ofensiva o con defensiva. Nos acercaríamos así a un trabajo condicional con cierta similitud atlética, trabajo que arrojó excelentes resultados en los primeros años de Klopp al frente del BVB, pero que pasó una factura altísima a la plantilla en las últimas temporadas.
La tercera causa del declive borusser se inscribe en el ámbito táctico. Mientras fue un sorprendente campeón en Alemania y apenas un outsider en Europa, el Dortmund pudo plantear los partidos como pretendía su entrenador: cediendo balón e iniciativa al rival y esperándole con su pinza letal, con su “abrazo del oso” en la zona central del campo. Así logró conquistar numerosos trofeos y así consiguió hazañas prodigiosas, como eliminar en semifinales de Champions a un poderoso Real Madrid, con una memorable victoria por 4-1 en el Signal Iduna Park. Incluso más allá, consiguió batir ampliamente al Bayern de Heynckes en Copa (5-2) y sorprender al de Guardiola en su estreno en Alemania, durante la Supercopa de 2013, éxito que reeditó en 2014.
Pero a medida que el BVB se hizo más grande y poderoso, los rivales se adaptaron a la propuesta táctica de Klopp y replicaron la misma. Los equipos pequeños de la liga alemana se encerraron en su área y regalaron el balón al Dortmund. Los equipos grandes adoptaron contramedidas, como el 3-5-2 que Guardiola presentó en la final de Copa 2014 o el repliegue intensivo de Allegri con la Juventus en Champions 2015. Y frente a dichos antídotos, el Dortmund se colapsó: sus carencias salieron a flote y todos pudimos comprobar que tenía dificultades inmensas para atacar en posicional.
Cualquier equipo alemán pasó a regalarle el balón al BVB y buscó atacarle mediante contraataques fulgurantes, una especialidad que la mayoría de conjuntos de la Bundesliga practica con acierto. La mayoría de partidos que perdió Klopp tuvo esta característica: el rival se encerró, dejó el balón a los hombres del BVB y estos se ahogaron en el juego posicional sin encontrar la salida del laberinto. Desde el banquillo, Klopp no consiguió aportar soluciones al embrollo durante sus dos últimas temporadas al frente del equipo. Como resultado de esta parálisis táctica, el BVB empató cinco encuentros y perdió siete en la liga 2013-2014, malos datos que empeoraron exponencialmente en la 2014-2015 hasta acumular siete empates y 14 derrotas.
Las razones del declive borusser en los dos últimos años del septenio de Klopp son a mi entender las tres mencionadas, aunque otorgaría mucha importancia a la ausencia de soluciones tácticas por parte del entrenador para corregir el estancamiento en la propuesta de juego inducido por las contramedidas de los rivales y la disminución de calidad en su propia plantilla, tanto por lesiones como por fichajes fallidos. A Klopp le corresponde el mérito indiscutible y grandioso de haber construido un BVB formidable que alcanzó la merecida gloria entre 2010 y 2013, pero también a él le corresponde la responsabilidad de no haber sabido remodelar a su desgastado equipo desde los puntos de vista táctico, físico y de incorporaciones. En cualquier caso, Klopp tendrá siempre un lugar de honor en el fútbol alemán por su indiscutible calidad, categoría y personalidad.
Y ahora lo alcanzará también en el fútbol inglés. Los aficionados del Liverpool pueden disfrutar con razón de esta incorporación. Pueden sonreír complacidos porque Klopp es una garantía de juego pasional, veloz, intenso y fuerte. Es el agitador emocional que necesitaba Anfield.
– Ilustración: Xavier Salvador
– Fotos: Getty Images
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal