Táctica / Barça / Modelos de juego
Hasta hace poco, cuando cualquiera de nosotros jugaba a hacer de Luis Enrique, lo más habitual es que terminara por plantear un dibujo que en gran medida era heredero directo del visto en el Camp Nou en los últimos años gloriosos. Es algo totalmente lógico: si algo había funcionado tan bien y si seguimos teniendo a las piezas básicas de ese juego en la plantilla, ¿por qué no aprovecharlo? Incluso una vez vistas las variantes planteadas por el técnico al empezar la temporada (laterales más altos, Messi dejando de ser el falso nueve para convertirse en un auténtico ’10’, dos puntas más centrados en vez de extremos abiertos…), algunos axiomas seguían siendo incuestionados: Busquets como mediocentro único, Mascherano como central, Dani Alves indiscutido en el lateral derecho y, en general, el convencimiento que el dominio del centro del campo siempre sería azulgrana.
Pero la derrota ante el PSG fue un duro golpe para el nuevo Barça de Luis Enrique y la del Bernabéu lo fue para lo que aparentaba ser una renovada apuesta por recuperar buena parte del Barça más ortodoxo de la era Guardiola. Y en ambos casos lo fue incluso más por la inferioridad manifiesta durante largas fases de ambos encuentros que por los malos resultados cosechados. Esa inferioridad se refleja en una clara sensación de fragilidad que aparece cuando un rival de entidad decide dar un paso al frente y atacar en vez de limitarse a defender desde su cueva. Una vulnerabilidad que tiene sus raíces en la falta de solidez defensiva, que a su vez está provocada porque el centro del campo del Barça, el pilar de su época gloriosa y antiguo garante del control del partido, ha sido superado en ambos casos de forma rotunda por el rival. Incluso equipos claramente inferiores técnicamente como el Celta o el Ajax han sido capaces de triangular con cierta comodidad en el centro del campo y llegar fácilmente al área azulgrana cuando el vértigo atacante del Barça no dejaba tiempo para que las piezas se colocaran en su sitio y estuvieran preparadas para una eventual pérdida de balón.
Este hecho es el que debería encender todas las alarmas y permitirnos poner en cuestión los últimos axiomas heredados del Barça de Guardiola, pero que carecen de sentido en un equipo que no solamente parece haber olvidado el juego de posición, sino que está mostrando una preocupante tendencia a partirse y a no tener ningún control sobre el tempo del partido. Por eso nos atrevemos a proponer dos sistemas y alineaciones basados en la aceptación de que el Barça se ha normalizado y las consecuencias de esto en su juego, apuntadas ya en un artículo anterior.
Dado que la tremenda calidad de los jugadores de ataque permite depender menos de la excelencia táctica en la organización ofensiva (el partido de Almería, salvado gracias a dos acciones individuales de Luis Suárez es un buen ejemplo de ello), los dos sistemas propuestos se basan en minimizar las carencias defensivas mostradas por el equipo en las últimas grandes citas y que podríamos resumir como:
A partir de aquí, un sistema que podría contribuir a solucionar la mayoría de estos problemas sería un 1-4-2-3-1 con sus correspondientes variantes dependiendo de la fase del juego, y articulado alrededor de un doble pivote formado por Busquets y Mascherano (ruego a los integristas no se rasguen las vestiduras). En este dibujo, la presencia de Mascherano permitiría a Busquets reducir su zona del campo a barrer y dejar de parecer un bombero que llega tarde a la mitad de los fuegos. Incluso podría adelantar ligeramente su posición en ataque estático para ofrecerse continuamente como el pivote sobre el que los compañeros puedan apoyarse en cualquier momento, y a la vez maximizar su capacidad de robo tras pérdida una vez Messi acelera la jugada partiendo del centro del campo (objetivo: que no se repita una jugada como la del gol del Almería). Además, podría completar el menor trabajo defensivo de Iniesta o Neymar por la izquierda, mientras que al otro lado de Messi, Rafinha o Rakitic completarían la tripleta de mediapuntas con un perfil más físico que les permitiera ser solventes sin balón y terminar de mejorar en mucho la solidez del centro del campo del Barça. Para terminar con los de arriba, Luis Suárez debería combinar su amplísimo repertorio ofensivo (desmarques de ruptura, caídas a la banda, remates) con un trabajo defensivo que nos evoque al mejor Eto’o y compensase en parte las carencias en este aspecto de Neymar y Messi.
Por detrás del doble pivote se antoja necesario dotar a Piqué de un escudero a cada costado (Mathieu y Bartra), tanto para evitarle el desgaste de tener que salir de su zona para hacer coberturas como para reforzar el juego aéreo del equipo. La presencia de Bartra también serviría para dotar al equipo de una segunda opción con la que dar salida limpia al balón. La línea defensiva se completaría con un solo lateral ofensivo, que dado el momento de forma de Alves y la falta de confianza en sus suplentes sería Jordi Alba (aunque si Alves recuperara su mejor versión, ambos podrían alternarse como complemento de la tripleta de centrales, ya que tanto Mathieu por la izquierda como Bartra por la derecha pueden ejercer de central-lateral defensivo). De esta forma, en la fase ofensiva el lateral largo podría proyectarse en ataque apareciendo al espacio, mientras que los otros tres jugadores quedarían por detrás del balón, guardando la espalda de los centrocampistas.
Una segunda opción, más arriesgada, sería plantear ya de salida un 1- 3-2-3-2 cambiando el lateral ofensivo por otro delantero, lo que permitiría ver a Iniesta y Neymar juntos a costa de perder trabajo en el centro del campo. Respecto al 1-4-2-3-1, sería más un cambio de jugadores que de dibujo, porque a efectos prácticos el posicionamiento en el terreno de juego podría ser muy parecido en fases ofensivas (cuando el lateral ofensivo se proyecta al ataque). En defensa organizada, el principal problema sería dar amplitud a la defensa en las bandas, cosa que podría conseguirse de dos formas: o bien formando una línea de cinco atrás incrustando a Busquets y Mascherano entre los centrales (lo que por delante de ellos precisaría de un gran sacrificio defensivo de Neymar y Luis Suárez junto a Iniesta y Rakitic/Rafinha), o bien haciendo que solo uno de los integrantes del doble pivote pasase a ocupar un lugar como cuarto defensor mientras que el otro pivote formaría con Iniesta, Rakitic/Rafinha y Neymar/Luis Suárez la segunda línea de cuatro.
Respecto al 1-3-2-3-2 planteado en la Guía Barça, la principal diferencia estaría en la sustitución de los carrileros (Alba y Alves) por Mascherano en el centro (desplazando Iniesta a la izquierda) y Rafinha o Rakitic en la derecha. Tener a Iniesta y Rakitic/Rafinha en las bandas da mucha más consistencia a la salida del balón, reduciendo así el riesgo de pérdida en el contraataque contrario que salió tan caro en París. Además, la capacidad real de Alba y Alves para abrir el campo en ataque estático es más que dudosa. Son jugadores capaces de hacerlo de maravilla cuando aparecen por sorpresa desde atrás ganando la espalda a los rivales (como el gol de Alba en Almería), pero no tienen un uno contra uno que les permita encarar al rival cuando ya parten de esas posiciones, de ahí que en este inicio de temporada nos estemos cansando de ver a Alves centrando balones al área en vez de ganar la línea de fondo. Con el once propuesto para este sistema, la responsabilidad de abrir el campo sería compartida. Por la derecha podrían hacerlo tanto Luis Suárez cayendo a la banda (como ha venido haciendo en los tres partidos que ha jugado con el equipo) como Rafinha. Por la izquierda, tanto Neymar como eventualmente Iniesta.
De cualquier modo, y más allá de lo que puedan gustar las propuestas realizadas, ambas implican cambios importantes tanto respecto a los dibujos utilizado por el técnico asturiano hasta el momento como a los jugadores que ha alineado habitualmente, por lo que difícilmente podremos contrastar su efectividad sobre el verde tal y como se han planteado (en la previa al partido de Almería, por ejemplo, el entrenador dijo explícitamente que no había usado nunca el doble pivote, y que tampoco lo contempla por el momento).
Un paso intermedio consistiría en que Busquets conviviera con Mascherano en la medular jugando de partida como interior y no como un segundo pivote. De esta forma, el 1-3-5-2 se convertiría en un 1-3-4-3 donde Messi podría alternar la posición de falso nueve (por delante de un Busquets situado en el vértice superior del rombo) con la de ’10’ por detrás de Luis Suárez (con Busquets desplazado al interior derecho y Rafinha ocupando el extremo derecho). Por su parte, el 1-4-2-3-1 pasaría a ser un 1-4-3-3 (o si se quiere, un 1-4-4-2 en rombo) donde la única diferencia con el dibujo utilizado más frecuentemente hasta el momento sería jugar con un solo lateral largo en vez de dos. Los cambios más significativos vendrían por los jugadores utilizados y el rol que se asigna a cada uno de ellos, y no tanto por su posicionamiento en el campo.
De cualquier modo, lo más importante sería dar cierta estabilidad a la apuesta realizada para que los jugadores puedan interiorizarla y sacarle el máximo partido, pues los cambios constantes que estamos viendo en las últimas jornadas, tanto a nivel de jugadores como de su disposición en el campo, parecen tener tan desorientado tanto al equipo como al entorno.
* Xavier Codina.
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