Madrid fue su última conquista. Su sonrisa seductora y el compromiso con sus jugadores le granjeó la complicidad de los dirigentes a orillas del Manzanares y en el paseo marítimo de la Castellana. Pegado a uno o varios teléfonos móviles, situó en la capital española su centro de operaciones. Y desde allí pretendió controlar e influir en los traspasos de media Europa. Nada nuevo para Jorge Mendes, quien ha edificado su fortuna sin dar una patada al balón. El agente más famoso del planeta vivía su cenit aupado a las cabalgadas de Cristiano Ronaldo, los testarazos de Falcao y la mano de hierro de Jose Mourinho. Pero ahora, como siempre, toca reinventarse, toca empezar de nuevo.
Toca comprar y vender. Toca recibir llamadas de presidentes, de intermediarios, de directores deportivos. Vivir en aeropuertos, acudir a reuniones, descansar poco y sonreír mucho. Se busca la plusvalía, rentabilizar el rendimiento de sus representados, colocar a las promesas emergentes, conquistar el último gran contrato. Es el verano de Jorge. Una constante en la vida de este mercader de la pelota que prefiere vivir alejado de los focos, aposentado en la trastienda del fútbol. Es su modus operandi en la búsqueda de mercados nuevos, de aliados multimillonarios y de clubes con ansias de crecimiento.Emmanuel Ramiro nos acerca al detalle de Jorge Mendes en el Extra nº 17 del Club Perarnau.
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