El sumo es un deporte especial. No es practicado por un gran número de gente y, desde luego, el sumo amateur es una rara avis. Se puede considerar el deporte nacional de Japón aunque rivalice con otros mucho más practicados como el judo o el karate, y otros más populares como el béisbol o el fútbol, dado que ninguno de ellos está tan enraizado en la cultura y la tradición como el sumo. El sumo cuenta, además, con una gran dosis de ritualidad gracias a su profunda conexión con el sintoísmo, presente desde la cuerda sagrada que identifica a un yokozuna cuando entra al dohyō, hasta el tejado que lo cubre, del mismo estilo que el del santuario de Ise, el más importante del sintoísmo, y donde se dice que está guardado el Espejo de Amaterasu[1].
Desde Japón, Amadeu Branera nos introduce en la lucha de los dioses nipones, con un informe exhaustivo y formidable que publicamos en la Revista nº 7 del Club Perarnau.
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[1] Amaterasu es la diosa más importante del sintoísmo. Según la tradición, es antepasada directa del actual emperador de Japón.
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