"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
Ahora que se acerca su último baile podemos desvelar el secreto: los violines ocultaban metralletas. No trompetas, sino metralletas. Así fue durante cuatro años. Cada Stradivarius contenía dos almas: la del compositor sinfónico capaz de construir armonías deliciosas y la del implacable cazador de instantes, despiadado con los objetivos. Pep Guardiola combinó las dos personalidades para erigir un monumento futbolístico, un equipo de película, de aquellos que serán rememorados dentro de cuarenta años: “El Pep Team. Aquello sí era un equipo. Venció incluso al azar”, dirán nuestros sucesores evocando este tiempo de lujuria balompédica. El Pep Team. Ese lujo.
Los violinistas eran, en realidad, asesinos en serie. Este es el auténtico secreto. Adormecían a los rivales con el sonido dulce de los violines, como las sirenas de Ulises, antes de acribillarlos sin piedad. No fue más que eso. Para lograrlo, Guardiola utilizó todos los recursos tácticos y estilísticos que conoció en sus cuarenta años sobre el césped (recogepelotas, canterano, futbolista, capitán, exiliado, subalterno, entrenador). Conocedor de sus limitaciones, Guardiola no jugó a ser revolucionario, sino evolucionador. Él mismo se definió como “ladrón de ideas” y lo demostró con creces. Agarró conceptos que había practicado, visto o estudiado y los afinó con el esmero del artesano. El juego de pies del portero, la salida lavolpiana, el mediocentro de posición haciendo doblete defensivo, la presión 6 segundos tras pérdida de balón, los extremos abiertos como estacas, el falso 9, el doble falso 9, la ortodoxia del juego de posición, la heterodoxia del juego de posición buscando verticalidad, el apoyo de todos a todos, los triángulos por dentro, el 3-4-3, el 2-3-3-2, el 3-2-3-2, el rombo, el diamante, siete centrocampistas en una final del Mundial de clubes…
Subió canteranos, les aplicó un plan meditado de progresión, mezcló con foráneos en busca de un híbrido fascinante y de la combinación extrajo un equipo competitivo como ninguno. Ocurriera lo que ocurriera, el Pep Team compitió hasta la agonía. Reconvirtió jugadores: Touré fue central, Mascherano es central, Piqué fue mariscal y Puyol y Abidal dos emperadores. A Busquets lo nombró gozne para girar toda la maquinaria, regaló espacios a Iniesta, convirtió a Xavi en el Campo Base de la cordada, obligada área de descanso del equipo antes de conectar con Messi, que pasó de marcar 20 goles anuales a más de 70, mientras transformaba a Villa y Alexis (Ibra no quiso) en barrenderos adelantados que desbrozaban obstáculos y a Pedro en la estaca perfecta que estiraba la lona enemiga. Fue el entrenador más pragmático del mundo porque bajo los violines, en realidad, ocultaba metralletas.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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