"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Fútbol 2011-2012 / Champions 2011-2012 / Internacional
Una mujer ciega y sola en casa. Tres delincuentes despiadados la asaltan para hacerse con un objeto preciado. ¿Qué puede hacer, indefensa, desarmada, frágil ante el peligro cierto? Desde su inferioridad busca y rebusca el punto débil de sus asaltantes y encuentra lo único que puede igualarlos: la ausencia de luz, la oscuridad. Rompe lámparas y bombillas, corre persianas y cierra ventanas. Es Audrey Hepburn. Es “Sola en la Oscuridad”. A oscuras, vence ella.
1.- Desde el profundo conocimiento de sus limitaciones y carencias, el Chelsea ha sobrevivido al Bayern, ajusticiándole en el último penalti de la tanda cruel. Ejercicio de inteligencia competitiva, de supervivencia futbolística. Calibración exacta de las fuerzas propias. Cálculo meticuloso de las fortalezas y debilidades y apuesta unívoca por la única rendija que podía darles la Copa de Europa: romper lámparas y bombillas, cerrar ventanas, apagar la luz del Bayern, hundirlo en la oscuridad. Decidir el título en el único ámbito donde podía haber igualdad: los penalties.
2.- De un lado, numerosas debilidades manifiestas. Ausencias de peso, sin duda, pero incluso con los ausentes el Chelsea continúa siendo un equipo de escasa capacidad para dominar el juego a partir del balón. Es un objeto convertido en pretexto: no es un conjunto que pueda tenerlo, por tanto no lo quiere, salvo para despejarlo en un área y rematarlo en la otra.
3.- De otro lado, algunas fortalezas. La mayor, un espíritu competitivo indestructible. Napoli, Benfica, Barça y Bayern le tuvieron contra las cuerdas y nunca se rindió, espoleado por un ánimo gladiador, encomendado a un guardameta con alas, a un central impertérrito, a un capitán lúcido y a un delantero tronituante.
4.- Ni siquiera fue la organización defensiva, bastante deficiente en muchos puntos como se demostró en semifinales y también en la final (el Chelsea concedió ocasiones a porrillo en esos tres partidos: eso no es defender bien, pero es defenderse con uñas y dientes). Ni la búsqueda de transiciones ofensivas apoyadas en Juan Mata, transiciones lentas, cuando no torpes. Ni siquiera es fiarlo todo a Drogba, el atacante con un cañón en la frente. Es la competitividad aguda.
5.- A los 3 minutos, Ribéry cae a banda derecha, indicando una norma en el ataque bávaro que se llevará a cabo durante una hora larga: la permuta constante de los tres hombres de la tercera línea (Ribéry, Müller, Robben). Es una manera de intentar desorganizar la doble muralla de Di Matteo. Hay algunos parecidos con la vuelta de semifinales contra el Barça: Chelsea empotrado en su área, doble línea defensiva que bascula con precisión, interiores en apoyo del lateral y el rival muy arriba, cerrándose a sí mismo los espacios.
6.- Fue un error del Barça y ha sido un error del Bayern. Por presionar tan alto (Mario Gómez, Müller y Kroos), el propio equipo muniqués planteaba jugar en pocos metros cuadrados. El Chelsea defiende sin la elegancia táctica de los grandes italianos, pero lo hace desde la serenidad, sin apariencia de sufrimiento. Pese a un Bosingwa opaco y un David Luiz translúcido, se defienden con el rostro sereno, posiblemente porque Cole es omnipresente y Cahill cuaja otro partido memorable, por arriba y sobre todo por abajo, inalterable cuando debe lanzarse a los pies de los bombarderos alemanes. Si actuase como guardaespaldas de un presidente, encargado de interponerse ante las balas, este Cahill no tendría precio.
7.- El mayor peligro alemán llega siempre por desaciertos en la transición ofensiva del Chelsea. Sin el sancionado Meireles, es Lampard quien ocupa el doble pivote junto a Obi Mikel y cuando el capitán da dos pasos adelante desnuda todo el pasillo central. Cada vez que ocurre y el Chelsea pierde el balón, peligro. Mucho peligro. Los estabilizadores bávaros (Schweinsteiger y Kroos) activan a sus jinetes y solo la mala lectura de la tercera línea, y especialmente de Müller, impide aprovechar semejantes autopistas.
8.- Todo el partido transcurre de este modo. Chelsea encerrado, Bayern atacando mal, excitado y precipitado, sin mezclar ritmos diferentes, siempre con cadencia única, todo en ataque individual, sin movimientos colectivos, al hilo de un Robben encasillado en su catálogo personal de acciones preestablecidas, jugador de jugadas individuales. Culminación en un Mario Gómez catastrófico.
9.- No ha sucedido nada grande en esta final, pero sí una multitud de pequeñas cosas: un buen acordeón del Chelsea comprimiendo líneas; la defensa escalonada de los pasillos exteriores con ayudas de interior a lateral (pese a la inanidad de Kalou y del debutante Ryan Bertrand); verdadero peligro muniqués solo en los contrapiés; Mata como eje sobre el que oxigenar la salida en busca de momentos de pausa (el asturiano toca cien veces más balón que en semifinales); corrección en la línea defensiva del Bayern pese a sus dos bajas (Badstuber y Alaba)… Pequeñas cosas de una final pequeña, disputada de forma coherente por ambos rivales.
10.- Un magnífico gesto técnico de Müller, apareciendo de puntillas cual hombre invisible, enciende la luz en el Allianz Arena, pero un formidable cabezazo de Drogba, escabullándose de Boateng, la apaga de nuevo. Ni siquiera el segundo penalti consecutivo que concede el propio Drogba en los dos últimos encuentros de Champions aporta un destello al Bayern, agigantado Cech ante Robben en el lanzamiento, recordatorio del disparo de Messi al larguero en la fase anterior.
11.- Las siete vidas del gato londinense reaparecerán en la tanda de la verdad, donde más que la suerte influyen las emociones, el análisis y las capacidades. Neuer emula a Cech al frenar el lanzamiento inicial de Mata e incluso conmueve al estadio al encargarse de transformar el tercer disparo sin el menor titubeo. Pero al error de Olic seguirá el del héroe bávaro Schweinsteiger, conquistador del Bernabéu en la misma suerte, que esta vez culminará a pies de Drogba, nadie mejor que él, el elegido, el indomable, el épico.
12.- Desde la sensación de superioridad indiscutida, dueño del balón y del ritmo, el Bayern ha equivocado el ritmo y el uso del balón. El gran Jupp Heynckes ha facilitado el contexto idóneo para que sus futbolistas exprimieran las mejores armas: le fallaron los futbolistas, precisamente, salvo el tándem Schweini-Kroos, firme en su misión, y el deslumbrante Lahm, cuya influencia pareció bastar para derribar la muralla inglesa, interpretando lo que necesitaba el partido, infiltrándose por donde olisqueaba un hueco, destacando sobre sus compañeros por comprender lo que debía hacerse. Demasiado solo el capitán en esa tarea.
y 13.- Desde el reconocimiento de sus limitaciones, equipo escaso de recursos, el Chelsea lo ha fiado todo a unas manoplas, un frentazo y el espíritu indomable de sus pretorianos. Di Matteo acertando en su propuesta: no tiene más, no podía hacer más. Su única baza consistía en romper las bombillas, bajar las persianas y cerrar las ventanas. Para igualar la contienda debía oscurecer el partido, privarlo de luz: era su único modo de sobrevivir. El Chelsea jugaba a “Solo en la oscuridad”. Y a oscuras, como Audrey Hepburn, ha vencido él.
– Fotos: Odd Andersen (AFP) – Chelsea CF – Bayern Munich
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