Sobre los mediapuntas del Chelsea
La inyección económica que ha supuesto para los clubes ingleses el incremento en un 70 % de las cantidades percibidas por derechos televisivos esta temporada ha puesto de manifiesto una nueva tendencia entre los grandes de la Premier a la hora de confeccionar sus plantillas. Con más dinero que nunca para gastar en fichajes, los equipos que pelearán en la zona alta han preferido superpoblar su plantel de grandes jugadores capaces de ocupar distintas posiciones del ataque por detrás del delantero antes que subir el nivel de otros puestos más debilitados.
Este nuevo orden nos lleva a haber visto coincidir a jugadores de la talla de Eriksen, Sidgursson y Lamela en el banquillo del Tottenham o a Willian, Mata y De Bruyne en el del Chelsea, de la misma forma que Moyes no le encuentra sitio a Fellaini y Pellegrini apenas le da bola a Jovetic –que tan solo ha disputado 98 minutos en Premier en toda la temporada– o incluso prefiere fichar un mediapunta para reconvertirlo en mediocentro puro –como ha hecho con Fernandinho– antes que traer un futbolista que conozca el puesto. Esta acumulación de talento ofensivo denota que el prototipo de jugador habilidoso en la zona de tres cuartos capaz de enlazar con la delantera, asociarse, desbordar y aportar cierta cuota de goles se ha impuesto –ahora es más evidente que nunca– como figura que marca las diferencias en el fútbol moderno, de la misma forma que lo era hace treinta años el delantero centro de área poderoso en el juego aéreo, el extremo rápido que apuraba la línea de fondo y le abastecía de centros o el central expeditivo y contundente que peleaba con dichos ‘9’.
LA PIEDRA ANGULAR DEL EQUIPO
El Chelsea tiene seis jugadores de este corte y los tres puestos parece que empiezan a definirse tras más de dos meses de competición. Mourinho no tuvo dudas en tatuarle el ‘10’ a la espalda a Oscar desde el primer día, erigiéndolo líder del ataque y dando a entender que eran otros los que debían ganarse el puesto, porque la mediapunta ya tenía dueño. El brasileño ha sido titular todos los partidos excepto los dos –ante Everton y Cardiff– disputados justo después de los parones por compromisos de selecciones y los dos partidos de Capital One Cup –donde Mourinho da minutos a los teóricos suplentes–.
COMPETENCIA DE MUCHO NIVEL
Para las bandas, Mourinho ha encontrado una fórmula que le ha dado resultado en los últimos partidos trascendentales en Bucarest y Gelsenkirchen –obligado a ganar tras la derrota en el debut ante el Basilea– en Champions y ante el Manchester City en Premier. El técnico portugués, sabedor de que el lateral izquierdo es el flanco débil del equipo, quiere en el extremo zurdo un hombre que a sus dotes ofensivas una intensidad en la presión, implicación en la recuperación y sacrificio en las ayudas al lateral –Ashley Cole o Azpilicueta–. En cambio, el extremo derecho no tiene la exigencia en la fase defensiva que tiene el izquierdo, porque tienen en Ivanovic un lateral portentoso. O sea, que en la derecha se prioriza el talento ofensivo y en la izquierda además entra en juego lo físico. En la banda derecha Hazard ha sido indiscutible hasta ahora, siendo titular todos los partidos excepto ante el Steaua, cuandocausó baja por lesión, y tres días después frente en Norwich, donde salió en el minuto 75 y deshizo el empate diez minutos después para dar la victoria al Chelsea (1-3). Su indolencia en la fase defensiva es de preocupar, pero las virtudes que aporta en ataque son decisivas. Tiene el mejor desborde, se asocia en estático, es eléctrico en los contragolpes y marca la diferencia. Y es ahí donde Mourinho cede, al menos por ahora. Con este panorama en el que solo quedaba un puesto por cubrir, Mourinho buscó una reacción positiva en Mata con el famoso descarte ante el Fulham, intentando encontrar algo similar a lo que ha logrado el Cholo Simeone con Arda Turan –algo inimaginable en los primeros meses del turco en el Atleti–, al que ha elevado su nivel de intensidad en todas las fases del juego sin limitar su talento.
EL DILEMA DE MATA
El mítico Brian Clough, quien fuera técnico bicampeón de Copa de Europa con el Nottingham Forest a finales de los años setenta, tenía una frase muy gráfica para estos desencuentros entre entrenador y futbolista: “Si discutiera con un jugador, nos sentaríamos juntos unos veinte minutos, hablaríamos del asunto y al final decidiríamos que yo tengo razón”. Y esto es lo que viene a suceder entre el técnico portugués y Mata. Mourinho le ha seguido dando oportunidades, consciente de que esta transformación necesita un proceso y de que el burgalés será una gran baza a lo largo de la temporada –como titular o como suplente–, pero para ser protagonista deberá modelar su juego a la idea colectiva que está desarrollando Mourinho. Desde el prisma de Mata, la situación se vislumbra incómoda. A ocho meses del mundial, la incógnita que le supone no saber cuántos y qué partidos va a jugar puede empujarle a buscar un equipo en invierno que le asegure esos minutos que el Chelsea no le puede prometer ahora. La temporada es larga y lesiones, picos de forma o variantes tácticas pueden cambiar el escenario, pero la competencia de Mata además de en el campo está en el banquillo, donde Willian y De Bruyne también tienen el mundial entre ceja y ceja.
La presencia de De Bruyne en el equipo ha ido de más a menos durante la temporada, en la que tras ser titular en dos de las tres primeras jornadas de Premier –cierto que aún no había aterrizado Willian en Londres– ha perdido el protagonismo casi por completo, incluida una llamada de atención de Mourinho descartándolo en el partido ante el Steaua, alegando que no le había gustado nada su partido de Capital One Cup ante el Swindon.
Willian, sin embargo, está en progresión. Su llegada tardía y el hecho de aterrizar del fútbol ucraniano exigen un mínimo periodo de adaptación a la ciudad y a un estilo de fútbol distinto que parece está finalizando. El extremo brasileño le ha ganado terreno a Mata en los últimos partidos, en los que le ha ido robando minutos paulatinamente al español. El talento de Willian en ataque agota todos los recursos: habilidoso en conducción, con un dribbling de fuera de serie, capacidad para combinar y un disparo tremendo con las dos piernas. Si logra conectar con el estilo de Mourinho, es posiblemente la amenaza más seria a la terna que copa la zona de tres cuartos actualmente.
LA ÚLTIMA PIEZA DEL PUZLE
La irrupción de Schürrle en la banda izquierda ha sido brutal. Su estado de forma, la confianza que demuestra y su temperamento sobre el campo le han hecho ganarse a Mourinho, en una decisión que parece difícil de discutir en estos momentos. No es el más técnico ni el más exquisito, pero sus atributos como extremo enriquecen al conjunto una barbaridad. Schürrle se ofrece siempre, tira desmarques, llega al área con facilidad y lee el juego como pocos, mientras que en fase defensiva consigue equilibrar el equipo desde la banda, y el hecho de que se ofrezca siempre en las ayudas supone un alivio para el lateral, que nunca es encarado en inferioridad.
Llegaron dos partidos clave en cinco días –Schalke y City– y Mourinho repitió tridente, y si no coincidieron Schürrle-Oscar-Hazard ante el Steaua –el otro partido capital– fue por la lesión del belga. Habrá cambios en la rutina de partidos, pues la profundidad de banquillo y la necesidad de tener activados a todos obliga, pero para los partidos machos ya se atisba un once tipo que todos comenzamos a conocer.
* Alberto Egea.
– Fotos: EFE – Bongarts
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