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Era una apuesta de Montella y estaba dispuesto a asumir el riesgo. Era el jugador soñado para su modelo de fútbol y su fe en él era ilimitada. En enero la Fiorentina pagó alrededor de 9 millones de euros al Villarreal y se hizo con los servicios de Giuseppe Rossi, aun sabiendo que no podría contar con él hasta finales de marzo, como mínimo. El delantero italo-americano se encontraba en EE. UU. recuperándose de la rotura de ligamentos de la rodilla derecha que había sufrido en noviembre de 2011 en un partido frente al Real Madrid, y de la que había recaído seis meses después, cuando comenzaba a ver la luz al final del túnel. El calvario que estaba atravesando era inhumano y las opciones de que volviera a ser aquel delantero que había deslumbrado en Villarreal se adivinaban cada vez más lejanas.
Tras 572 insufribles días de hospitales, operaciones y rehabilitaciones, Vicenzo Montella, su incondicional valedor, le dio la alternativa en la última jornada de Serie A ante el Pescara, donde tuvo 26 minutos en los que volvió a sentirse futbolista. El día de la presentación del Bambino, Montella había dicho sin dudar: “Rossi es un talento que hay que recuperar”. Pero era difícil pensar que volviera a tocar techo.
A pesar de las salidas de Jovetic y Ljajic este verano, los fichajes de Mario Gómez, Ilicic y Joaquín –además de Rossi– abrían un abanico amplísimo de opciones en ataque para Montella. Todas las cábalas iban orientadas en torno a cómo y quién arroparía al delantero alemán, cuyo protagonismo en el equipo estaba fuera de dudas. El Aeroplanino lo tenía claro: el dúo Gómez-Rossi estaba fuera de debate, lo que le obligaba a abandonar el 4-3-3 con el que había finalizado la temporada para volver al 3-5-2 de los inicios. Y Rossi se ha salido del mapa. El Bambino ha firmado el mejor arranque goleador de toda su carrera con 5 goles en 7 partidos de Serie A –superando los 4 goles en las 7 primeras jornadas que anotó con el Villarreal en la temporada 2010/11– a pesar de haber completado los 90 minutos solo en el partido frente al Cagliari. Fue el complemento perfecto para Mario Gómez hasta la lesión del alemán y, en su ausencia, se ha erigido líder del ataque viola, acaparando incluso una autosuficiencia increíble a la hora de generar peligro. Encaja como un guante en el estilo del equipo, que realza sus virtudes. Rossi es un incordio constante, inquieto como nadie, combina con la zona de tres cuartos, da continuidad al juego, intercambia posiciones con los extremos, encara con descaro y esta de dulce cara a gol. Una joya.
La convocatoria de Prandelli para los partidos que Italia disputará en Copenhague ante Dinamarca y en Nápoles frente a Armenia es la guinda a su inicio de temporada y el premio a su tesón, que lo encumbra como deportista y lo define como persona. La última convocatoria de Rossi con la selección azzurra había sido el 7 de octubre de 2011 para la disputa de un partido frente a Serbia. Desde entonces, un camino de espinas en el recuerdo que no ha hecho sino endurecerle. En el horizonte, un Mundial de Brasil que el fútbol le debe con creces.
* Alberto Egea.
– Foto: EPA
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