Champions League 2013-2014 / Fútbol / Crónicas 2013-2014
1.- La idea que tenía que inyectar Jagoba Arrasate a sus jugadores cambiaba mucho respecto al partido de Gerland. Estaba claro que el Olympique debía salir con todo para volver a meterse en la eliminatoria cuanto antes, y la manera de afrontar esto se había trabajado a la perfección. Sobre el tapete, misma disposición táctica que en Lyon, pero con dos cambios de piezas: Ansotegui reemplazaba a Cadamuro en el centro de la zaga y Dani Estrada a Carlos Martínez en el lateral derecho.
2.- La primera línea de presión de la Real Sociedad se retrasaba respecto al partido de ida, pero la intensidad era la misma. En el primer cuarto de hora de partido el ímpetu del Olympique sometió a la Real que, sin pasar verdadero apuros, veía como el partido se estaba desarrollando en su campo y le estaba costando horrores encontrar su sitio. El trabajo de Markel y Xabi Prieto en el centro sosegó el temporal, que comenzaría a amainar con las primeras contras de la Real.
3.- El Olympique dominaba el balón, pero esto suponía un castigo para ellos, porque la Real dominaba los espacios y, por ende, el juego. Los franceses tenían la posesión, pero la disfrutaban –o mejor dicho, la sufrían– donde quería la Real. Era el Olympique el que tenía la necesidad de marcar, la Real decidió regalarle el balón y el equipo galo no supo controlar la zona de pérdida de éste. La Real robaba en zonas que le permitían desplegar contraataques que, con la calidad que inunda su ataque, necesitaban de muy pocos toques para culminarse.
4.- En este escenario, la Real era un cerdo en un lodazal. La capacidad de los tres de arriba de dominar todos los registros de la contra –lanzarla, desmarcarse, arrastrar y definir– con una naturalidad asombrosa, permitía que en cuestión de minutos viéramos lanzar tres contras similares a tres jugadores distintos –Seferovic, Zurutuza y Griezmann lanzando pases al hueco que ya les gustaría a muchos mediapuntas– y romper al espacio a Vela, Griezmann o Seferovic para plantarse enfrente del meta Lopes, que salía victorioso en cada mano a mano que se le presentaba.
5.- Las armas del Lyon en ataque se diluían de la misma forma que se diluyeron en suelo francés. La medular gala se ahogaba en una presión constante sobre sus jugadores que, se suponía, debían dar fluidez a este equipo plomizo. Markel Bergara, de nuevo un coloso, asfixió a Grenier, que pasó por la eliminatoria sin mostrar un ápice del esplendoroso futuro que le aguarda. Los balones no llegaban a Gourcuff y Lacazette, lo que hacía que el ataque estático francés no pudiera ser más plano, ni su fútbol más previsible.
6.- A principios de siglo XIX, el genial novelista francés Stendhal experimentaba un síndrome cuando se exponía a obras de arte de una belleza extrema, según el cual sufría depresiones, vértigos y desvanecimientos. Algo similar debió sucederle al equipo francés en la segunda mitad ante el preciosismo del juego realista. A los tres minutos, Seferovic –indefendible durante toda la noche– recibía un balón de Vela en el costado del área, se lo acomodó en la pierna izquierda y, aun encimado por un inoperante defensa francés, soltó un seco latigazo en estático que se estrelló en el palo corto del arco de Lopes.
7.- La Real atropellaba al Olympique, que se suicidaba en ataque adelantando las líneas –tampoco tenía muchas más formas de morir dignamente–. De nuevo un pase en profundidad, esta vez de Vela, habilitaba a Griezmann, que se plantaba de nuevo ante Lopes, y le regalaba el gol a Seferovic que, sorprendentemente, echaba el balón fuera con todo a su favor.
8.- El Olympique transmitía sensación de bajar los brazos, como si reconociese la superioridad del contrario. Como si abducidos por la belleza del juego rival olvidasen que un gol podía hacer sembrar la duda a un equipo tan exquisito como inexperto. El punto culminante llegó con el tanto de Carlos Vela. Cada balón parado era una perla del laboratorio de Arrasate. En la primera parte lo había probado Carlos Vela que, en un córner raso botado por Griezmann, había rematado sólo en el punto de penalti tras un aclarado del resto del equipo. Pasada la hora de partido, los mismos protagonistas no perdonaron. El centro del extremo francés era rematado libre de marca en el área pequeña por el mexicano, que castigaba un error de la zaga francesa en las marcas, más propio de un patio de colegio que de un partido de Champions.
9.- La eliminatoria se sabía acabada en ese momento. El Olympique apelaba a su orgullo para buscar el gol, pero un Íñigo Martínez inexpugnable durante todo el partido hacía que cada jugada que llegaba al área acabara muriendo de una forma u otra. Arrasate aprovechó para dar descanso a Griezmann y Xabi Prieto –crucial cuando peor lo pasó la Real– para refrescar al equipo con Granero y el ‘Chori’ Castro, cuyo peso en el equipo, aun saliendo desde el banquillo, será clave para el devenir del club en esta temporada tan cargada.
10.- El último cuarto de hora fue una exhibición de recursos técnicos de Carlos Vela, cosido a patadas durante toda la noche. Controles orientados recibiendo de espaldas para zafarse del rival, un inventario infinito de fintas, recortes, arrancadas en seco, en conducción. Todo. Un globetrotter en un estadio de fútbol. El partido del mexicano estaba fuera de concurso. Pero faltaba la guinda. Una guinda del tamaño de un castillo.
11.- Con el Olympique roto en el tiempo de descuento, Carlos Vela arrancó a 60 metros de la portería francesa y fue superando cadáveres a base de fintas, conduciendo con la zurda y cambiándose la pelota de pierna cuando decidía cambiar de ritmo hasta llegar a Lopes, sobre el que levantaba la bola de manera sutil para sellar el pase a la fase de grupos once años después. Los 29.000 espectadores de Anoeta no daban crédito. Ellos también sufrían el síndrome de Stendhal, pero los síntomas eran otros: orgullo, felicidad y reconocimiento.
y 12.- El objetivo está cumplido y queda disfrutar lo conseguido ante equipos poderosos. El hecho de estar en el bombo 4 asegura tener un grupo complicado cuanto menos, pero ya estuvo el Borussia Dortmund en ese mismo bombo la pasada temporada y todos sabemos cómo acabó. Y pocos espejos más adecuados para mirarse que el equipo de Klopp, al que empieza a parecerse sospechosamente.
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